14 junio 2013

y el verde verde limón. Camoens.


Mientras consigo arrancar con doña Hannah Arendt, que no me veo con ánimos, aquí os dejo un entremés poético-musical.

Se trata de un poemita de Camoens al que puso música el portugués José Afonso, el autor de la famosa Grândola, vila morena de la revolución de los claveles.

La canción, y el poema, los descubrí un verano de hará unos diez años en un CD de oferta, de esos de tres por dos duros. Era un disco de música portuguesa de una tal Teresa Silva Carvalho; lo cogí porque tenía algún fado y más que nada por completar los tres, y  fue un acierto redondo, me pasé todo el verano oyéndola. Ahora, cada vez que veo un campo verde, o la foto de un campo verde,  como las de esos paisajes por los que se perece Ángel Ruiz, parece que la oigo de fondo: "Verdes são os campos, de cor de limão...". Así se veía, por ejemplo, esta mañana el Retiro desde el autobús, lavado por las lluvias de los últimos días y de cor de limão.

El poema de Camoens, con esos paralelismos de intensidad creciente, desde la semejanza hasta la identificación, es una maravilla de las que no se olvidan : desde los campos verdes como unos ojos, o las ovejas que se alimentan de yerbas como el poeta se alimenta de recuerdos... hasta los versos finales en los que los ojos de la amada lo inundan todo. Una preciosidad de poema, más simple imposible -unas ovejas que pastan, un hombre que rumia recuerdos, unas yerbas, un color y unos ojos-,  sobre el poder transformador, transubstanciador cabría decir, del amor: ... eso que coméis no son yerbas, no...

[Y será porque tengo a doña Hannah revolviendo en la trastienda con su Kant-oh Kant, pero bien mirado, o aunque sea mal mirado, Camoens en este poema parece adelantarse a Kant. En vez de nóumenos, fenómenos y categorías, tenemos prados, yerbas verdes y  ojos color de limón. Y en vez de la razón pura, la fuerza configuradora del amor. En el fondo es lo mismo sólo que más real, más cordial y mucho más hermoso. Los filósofos en  su mayor parte son poetas que hablan raro, poetas enrevesados, no se les debía tomar de otro modo.]

Aquí va el poema, y a continuación Teresa Silva Carvalho (en el video, demasiado verde no es que haya, al campo se le ve un poco reseco, pero así el poema se refuerza: bastan los recuerdos para teñirlo de verde.  En la última imagen en vez de una oveja sale un gato, de eso ya no sé qué decir). Lo mejor es que la oigáis cantar :

Verdes são os campos. Luís Vaz de Camões (1524-1580)

Verdes são os campos,
De cor de limão:
Assim são os olhos
Do meu coração.

Campo, que te estendes
Com verdura bela;
Ovelhas, que nela
Vosso pasto tendes,
De ervas vos mantendes
Que traz o Verão,
E eu das lembranças
Do meu coração.

Gados que pasceis
Com contentamento,
Vosso mantimento
Não no entendereis;
Isso que comeis
Não são ervas, não:
São graças dos olhos
Do meu coração.



https://www.youtube.com/watch?v=RlevIRdf4NM

08 junio 2013

DER WANDERER (Schubert D493): Yambos para caminar

UND NIE GEKANNT  :

Ya metida en harina de yambos y  poemas alemanes, aquí os traigo otro clásico,  éste con música incorporada. Si en la anterior entrada los yambos acompañaban, a golpe de rueca, el hilar de la nostalgia femenina, ahora marcan el  paso del caminar masculino. Las hilanderas, ya se sabe, son mujeres, mientras que los caminantes, al menos los alemanes, son hombres. 

El poema, original de G.P.Schmidt von Lübeck (1766-1849) y titulado  "Des Fremdlings Abendlied" , algo así como "canción vespertina (no hay que confundir un Abendlied y un Nachtlied) del forastero", se hizo célebre gracias a Schubert, quien tras reducirlo y cambiarlo un poco lo utilizó como tema de su Lied "Der Wanderer" (D.493). Como poema es bastante mejor el original, sobre todo porque Schubert  elimina  las notas crepusculares y lo convierte en un poema diurno (dice por ejemplo que el valle humea -dampfen es echar vapor, como un caldero o un animal furioso- y que brama el mar, donde el poeta de Lübeck nos dibuja el mar y el valle a la luz del ocaso), y porque al recortar los versos que insisten en el extrañamiento, en la lejanía (so fern, so fern...), le da un aire más activo, más caminante, pero también más desesperado, más trágico. Sin embargo la música, ah, la música: las variaciones de tono siguiendo el texto: tremendo al principio, ligero y casi alegre al describir la tierra soñada,  resignado y sobrecogedor al final...  Y esos desgarrados Wo?, Wo bist du?...

Es verdad que el romanticismo no está de moda y que el poema,  tanto en el original como en  la versión de Schubert, es todo un repertorio de tópicos románticos, no le  faltan ni Heimweh (nostalgia, morriña), ni Sehnsucht (anhelos), ni Leidenschaft (sentimiento de desdicha), ni sobre todo Weltschmerz (desencanto, desengaño del mundo), pero lo que es innegable es que es bellísimo y, con todo, conmovedor y auténtico. Auténtico y susceptible de  lecturas, o escuchas,  varias. Basta decir comptentus mundi en lugar de Weltschmerz, o cambiar un valle por otro valle,  o fijarse en esa patria anhelada que hablará nuestro idioma (no en la que hablaremos nuestros idiomas) y en la que nuestros muertos volverán a levantarse, para que deje de parecer un producto típicamente romántico y se convierta en un poema  intemporal.  Incluso el verso final, casi un lema del romanticismo  ("en todos los climas, bajo todos los cielos, la felicidad siempre está en otra parte" decía ya Leopardi),  ¿no encierra acaso una verdad eterna?  Y se me viene a la cabeza, sin ir más lejos, nuestro Julián Marías, bien poco sospechoso de romanticismo y dedicando todo un libro a "la felicidad, imposible necesario",  en el que concluye, finalmente, lo mismo que decía Leopardi,  lo mismo que le dice al caminante el viento: Dort, wo du nicht bist, dort ist das Glück.

Aquí os dejo la versión de Schubert (con una traducción meramente informativa),  para leer marcando el paso: papum-papum-papum.... Un poco más abajo podéis escuchar el Lied en la voz de D.Fischer-Dieskau. Cuentan que en las salas de concierto, cuando terminaba de cantarlo, el público permanecía silencioso, incapaz de reaccionar. A continuación, si os ha gustado, podéis cantarlo vosotros mismos con el acompañamiento de lujo del inolvidable Gulda:


Ich komme vom Gebirge her,                         Vengo de las montañas,
Es dampft das Tal, es braust das Meer.           El valle humea,  ruge el mar.
Ich wandle still, bin wenig froh,                     Camino silencioso, con poca alegría,
Und immer fragt der Seufzer, wo?                  Y un suspiro  pregunta sin cesar ¿dónde?

Die Sonne dünkt mich hier so kalt,                 El sol aquí me parece tan frío,
Die Blüte welk, das Leben alt,                        las flores marchitas, la vida gastada,
Und was sie reden, leerer Schall;                    y todo cuanto dicen, cháchara hueca;
Ich bin ein Fremdling überall.                         Soy un extraño en todas partes.

Wo bist du, mein geliebtes Land?                 ¿Dónde estás, mi amada patria, 
Gesucht, geahnt, und nie gekannt!                  Buscada, anhelada y nunca hallada?
Das Land, das Land so hoffnungsgrün,          La patria, patria de mis verdes esperanzas,
Das Land, wo meine Rosen blühn.                 Patria en la que mis rosas florecen.

Wo meine Freunde wandelnd gehn,               Aquella en la que mis amigos caminan paseando,
Wo meine Toten auferstehn,                           En la que mis muertos resucitan
Das Land, das meine Sprache spricht,            La patria que habla mi lengua,
O Land, wo bist du? . . .                                  Oh, patria, ¿dónde estás?...

Ich wandle still, bin wenig froh,                     Camino silencioso,  con poca alegría,         
Und immer fragt der Seufzer, wo?                  Y un suspiro no cesa de preguntar ¿dónde?
Im Geisterhauch tönt's mir zurück:                 El susurro del viento me devuelve la respuesta:
"Dort, wo du nicht bist, dort ist das Glück."   "Ahí, donde tú no estás, ahí está la dicha"





02 junio 2013

Devanarse los sesos: Canción nocturna de la hilandera. Brentano


Me contaba una amiga que hay un youtube en el que una psicóloga, terapeuta o así pregunta a la concurrencia cuánto pesa el vaso con agua que sostiene en la mano. La concurrencia piensa: ah, esto ya nos lo sabemos, es lo del vaso medio lleno o medio vacío, pero ella sigue empeñada en que le digan cuánto pesa, si 200 o 300 gramos. Al final lo que pretende explicar es que el peso del vaso está en relación con el tiempo que pasamos sosteniéndolo: a la media hora la mano empieza a aborrecer el vaso, una hora después el vaso pesa una tonelada y se convierte en una pesadilla. Lo mismo con los problemas, concluye. Me lo contaba a propósito de lo que nos comemos el coco las mujeres, del mundo que hacemos de cualquier problema, de las vueltas que les damos,  de que no sabemos desconectar : si quedamos para charlar seguimos dándole al tema, si vemos una película inmediatamente la relacionamos con el tema, con el tema nos levantamos y con el tema nos acostamos...  Y sí, somos así, machaconas, plastas.

Me quedé dándole vueltas, cómo no, a lo de las vueltas que le damos a todo y a esa expresión tan nuestra, la de "devanarse los sesos", y  me acordé de un poema de Clemens Brentano, el mismo Brentano que acabó escribiendo humildemente al dictado de Ana Catalina Emmerich, la vidente de Dülmen  llagada en cama y analfabeta que le contaba a Brentano, con precisión de arqueólogo, cómo eran las calles y las casas y los frutos amarillos de los árboles en Éfeso, cuando san Juan se trasladó allí con la Virgen.

El poema, un clásico y para mi gusto uno de los más bonitos de la lengua alemana, se titula "Der Spinnerin Nachtlied" (canción nocturna, o nocturno de la hilandera), y no hay muestra más viva ni más perfecta de ese girar femenino en torno a un tema, tan  femenino como fue siempre la tarea de hilar:  por el ritmo de los versos, por el run-rún machacón de los yambos que recuerda el del pedal de la rueca, por las  rimas abrazadas, sólo dos y siempre las mismas  que se repiten y alternan, por las ideas que aparecen y reaparecen con ligerísimas variaciones, trazando círculos como la rueda: ruiseñor, juntos, cantar, llorar, luna, sola, ruiseñor,  juntos, luna, sola, cantar, llorar...  El tema es el del amado ausente, pero el hilo, ese hilo del pensamiento,  ese run-rún  y vuelta y vuelta... es la mujer.
No paramos la rueda, no soltamos el vaso.

[Dejo la traducción al lado, no muy allá y sólo para aclarar de qué va, pero el poema hay que leerlo, y sobre todo oírlo, en alemán, marcando el golpe de  pedal: tatán,tatán, tatán... ]
.
Es sang vor langen Jahren                           Cantaba hace muchos años 
Wohl auch die Nachtigall;                           también el ruiseñor;
Das war wohl ßer Schall,                         era mucho más dulce su sonido
Da wir zusammen waren.                            cuando estábamos juntos.

Ich sing und kann nicht weinen                     Yo canto y no puedo llorar,               
Und spinne so allein                                     y así estoy  hilando sola
Den Faden klar und rein,                             el hilo claro y limpio,
Solang der Mond wird scheinen.                  siempre que la luna brilla.

Da wir zusammen waren,                             Cuando estábamos juntos,                   
Da sang die Nachtigall;                                 cantaba el ruiseñor;
Nun mahnet mich ihr Schall,                          permanece conmigo su sonido
Daß du von mir gefahren.                              ahora que tú me has dejado.

So oft der Mond mag scheinen,                    Siempre que la luna brilla ,
Gedenk ich dein allein;                                  sola, pienso en ti;
Mein Herz ist klar und rein,                           está mi corazón claro y limpio, 
Gott wolle uns vereinen!                               quiera Dios volver a unirnos.

Seit du von mir gefahren,                               Desde que tú me dejaste,
Singt stets die Nachtigall;                               no ha dejado de cantar el ruiseñor;
Ich denk bei ihrem Schall,                              oyendo su sonido pienso
Wie wir zusammen waren.                             en cómo estábamos juntos.

Gott wolle uns vereinen,                                 Quiera Dios volver a unirnos,
Hier spinn ich so allein;                                   aquí estoy hilando sola;
Der Mond scheint klar und rein,                      la luna brilla clara y limpia,
Ich sing und möchte weinen!                            canto y querría  llorar.

Der Spinnerin Nachtlied. Clemens Brentano (1788-1842)




26 mayo 2013

Ley de gracia y amor. Fray Luis de León

   Acabo de encontrarme un amabilísimo comentario a una entrada antigua de Fray Luis y al ir a contestarlo me encuentro con este texto. Lo tenía guardado en un borrador para cuando me viera capaz de hincarle el diente. Sigo sin verme, pero no quiero dejarlo por ahí perdido.
    Sólo mirad cómo resuelve, sin terminachos y así como si nada, con qué sencillez, con qué belleza,  tanto los planteamientos éticos intelectualistas como los rigoristas (tanto los de corte socrático -el conocimiento del bien basta para hacernos buenos- como los kantianos, y no sólo kantianos, del deber por el deber). 
   No sé qué os parecerá a vosotros, pero yo con  Fray Luis quedo muda :
.
"... así hay dos diferencias de leyes: la primera es de aquellas leyes que hablan con el entendimiento y le dan luz en lo que, conforme a razón, se debe o hacer o no hacer, y le enseñan lo que ha de seguir en las obras, y lo que ha de excusar en ellas mismas; la segunda es la de la ley, no que alumbra el entendimiento, sino que aficiona la voluntad imprimiendo en ella inclinación y apetito de aquello que merece ser apetecido por bueno, y, por el contrario, engendrándole aborrecimiento de las cosas torpes y malas. La primera ley consiste en mandamientos y reglas; la segunda, en una salud y cualidad celestial, que sana la voluntad y repara en ella el gusto bueno perdido, y no sólo la sujeta, sino la amista y reconcilia con la razón; y, como dicen de los buenos amigos, que tienen un no querer y querer, así hace que lo que la verdad dice en el entendimiento que es bueno, la voluntad aficionadamente lo ame por tal. [...]

La primera se llama ley de mandamientos, porque toda ella es mandar y vedar. La segunda es dicha ley de gracia y de amor, porque no nos dice que hagamos esto o aquello, sino hácenos que amemos aquello mismo que debemos hacer. Aquélla es pesada y áspera porque condena por malo lo que la voluntad corrompida apetece por bueno; y así, hace que se encuentren el entendimiento y la voluntad entre sí, de donde se enciende en nosotros mismos una guerra mortal de contradicción. Mas ésta es dulcísima por extremo, porque nos hace amar lo que nos manda, o, por mejor decir, porque el plantar e ingerir en nosotros el deseo y la afición a lo bueno, es el mismo mandarlo; y porque, aficionándonos y, como si dijésemos, haciéndonos enamorados de lo que manda, por esa manera, y no de otra, nos manda. Aquélla es imperfecta, porque a causa de la contradicción que despierta, ella por sí no puede ser perfectamente cumplida, y así no hace perfecto a ninguno. ... Aquélla hace temerosos, ésta amadores. Y, como prosigue San Agustín largamente en los libros De la letra y del espíritu, poniendo siempre sus pisadas en lo que dejó hollado San Pablo, aquélla es perecedera, ésta es eterna; aquélla hace esclavos, ésta es propia de hijos. .. Aquélla pone en servidumbre, ésta es honra y libertad verdadera.

Y la gobernación y las leyes, ¿quién las desechará como duras, siendo leyes de amor, quiero decir, tan blandas leyes que el mandar no es otra cosa sino hacer amar lo que se manda?"


Fray Luis de León, Los Nombres de Cristo. Rey de Dios.

22 mayo 2013

Que parece casa sin dueño. Fray Luis de León


Un poco más del Libro de Job. Porque, al igual que entonces y  al igual que siempre, pasan cosas tan descomunales y bárbaras entre nosotros, y es tan grande la confusión y desorden......

(Cap.XXXI. Exposición)
 14."...Mas es de advertir, que donde decimos quando se levantare Dios à juicio, el original solamente dice, quando Dios se levantare: y en decir la Escritura que se levanta Dios es decir que viene a juzgar. Porque à la verdad à los que en esta vida de tiniebla vivimos, parécenos que duerme Dios, y que está caído su vando, en cuanto no ejercita su justicia: porque pasan cosas tan descomunales y bárbaras entre nosotros, y es tan grande la confusión y desorden, que parece casa sin dueño à los que no alumbra la fe, o que si lo tiene, que no advierte lo que pasa, y que duerme. Que como nuestra vista corta,  y nuestro ánimo angosto no alcanza ni comprehende muchas cosas, à que Dios tiene atención en lo que permite que pase, ni vé los fines grandes que en todo mira, ni los bienes que saca de hechos perdidos y malos, ni los muchos efectos buenos à que quiere que sirva una cosa mala que consiente se haga, lo qual todo aquella soberana Majestad conoce y ordena, templa y endereza con admirable consejo; parecenos, porque no envía luego sobre el malo sus rayos, que tiene descuido, ò que no mira, presos los ojos con sueño. Pues respecto de la imaginación de la carne, que imagina a Dios olvidado y caído, dice la Escritura, que se levantará Dios, quando ejercitáre en el juicio justicia. Porque si levantarse es mostrarse, y salir à luz lo que estaba escondido; los malos, cuyos ojos y deseos nunca miraron à Dios, le conocerán entonces para su miseria descubierto y clarísimo. Y si es  levantarse tomar brío, y mostrar fuerza; será no vencible con la que en aquel día convencerá à los pecadores de su culpa, y los sujetará à pena perpetua. Y si levantarse es declararse por superior à los otros; en aquel día lo rebelde todo, la alteza y soberbia del mundo, las torres de la vana excelencia, sus máquinas, sus consejos, sus mañas, su sér, su poder, sujeto à sus pies [se verá], y quedará él solo alto, y todo lo demás humillado y rendido. Ansí que debidamente es dicho, levantarse Dios, quando juzga. Y Job dice con grande razón, y pregunta, lo que responder pudiera en aquel dia al Juez..."
Exposición del Libro de Job. Obra posthuma del Padre Maestro Fr. Luis de Leon, de la Orden de N.P.S. Agustin. Cathedratico de Escritura en la Universidad de Salamanca. Reproducción digital basada en la de Madrid, en la Imprenta de Pedro Marín, 1779. Pag 392-393.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/exposicion-del-libro-de-job--5/html/

19 mayo 2013

El pestañear de la aurora. Fray Luis de León

Para la asociación de Amigos de la Aurora (A.A.), con agradecimiento a su insigne y amable fundador, una aportacioncilla que me encontré hace unos días y espero que le guste (si es que no la conoce ya, que es hombre de mucho saber).
Está en el Capítulo 3 del Libro de Job. Un libro sobrecogedor, y más aún desmenuzado por Fray Luis de León directamente del hebreo: más pegado a la tierra, más concreto y detallista, por eso más tremendo, por lo mismo más hermoso.
Empieza Fray Luis traduciendo a lengua vulgar la Vulgata latina, que ya es una maravilla: ...expectet lucem et non videat, nec ortum surgentis aurorae..., para pasar a comentar después, casi palabra por palabra, el texto hebreo, y ¡zas!, ahí, como desperezándose legañosa después de una noche larga, aparece la aurora con su pestañeo:
(Capítulo III. Exposición) 9. " Dice más adelante: Entenebrezcanse las estrellas de su noche; espere luz, y no, y no vea alboradas de la mañana. Dice: Fuera tan noche aquella noche, y tan tenebrosa y obscura, que perdieran su luz las estrellas; las cuales, no solamente lucen con la noche, mas, cuando la noche es muy escura, suelen ellas más lucir. Y ansí declara la fuerza de su afecto y de su dolor justo con el encarecido exceso de lo que pide. (...)
Esperara luz, y no, es razón cortada, y hase de añadir y no vea la luz. Que es decir y desear: quedara sepultada aquella noche en tinieblas eternas, esto es, que nunca fuera. Y lo mismo es por otra manera: Y no vea alboradas de mañana. Y no vea, esto es, y nunca viera. Lo que dice alboradas, en el original, o es pestañas o aquel movimiento que hacen las pestañas y los ojos cuando se mueven aprisa; que es semejante a lo que hace el cuerpo del sol, o los resplandores de luz, que parece bullen en él, si alguno ha mirado en ello, cuando por el oriente amanece, que es como abrir las pestañas la mañana. Y ansí podremos decir: Y no vea el pestañear de la mañana."

Y buscando después en Google "pestañas-mañana-Job", esto es lo que me encuentro en el Comentario exegético y explicativo de la Biblia , de un tal Jamieson Fausett Brown:
"v.9.- parpados de la mañana: el alba. Los poetas árabes llamaban al sol el ojo del día. Sus primeros rayos, pues, que fulguraban antes de salir el sol, eran los párpados o pestañas de la mañana."
Y es estupendo lo del ojo del día ¿pero "párpados o pestañas"? Yo no tengo ni idea de hebreo y bien que lo lamento, no sé si los párpados y las pestañas comparten consonantes, comparten raíz o comparten simplemente el ojo, pero Fray Luis en cada renglón es Fray Luis y él no duda: párpados tiene la noche; pestañas, mejor aún: pestañeo, la primera luz de la mañana.


Exposición del Libro de Job. Obra posthuma del Padre Maestro Fr. Luis de Leon, de la Orden de N.P.S. Agustin. Cathedratico de Escritura en la Universidad de Salamanca. Reproducción digital basada en la de Madrid, en la Imprenta de Pedro Marín, 1779. Pag 37-38.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/exposicion-del-libro-de-job--5/html/

16 mayo 2013

Un hermano pequeño que ha perdido los zapatos


Hoy os traigo un vídeo al que que no sé ni cómo he llegado. Muy simpático, muy ameno y divertido, y al final de llorar y no parar.  O igual es sólo cosa mía,  puede ser.

Se trata de una charla magistral de Benjamin Zander, director de orquesta de la Filarmónica de Boston, a propósito de esa música que decimos clásica. Va hablando, entre anécdotas y bromas,  de la capacidad evocadora de la música, de su poder para desanudar los nudos emocionales más prietos (una buena explicación de ese extraño fenómeno, el de que una música triste nos ofrezca consuelo en vez de más tristeza),  de la supuesta falta de oído de los que, sin embargo, identifican a la primera la voz de su madre al teléfono, del alejarse y del llegar a casa, y al final,  como sin venir a cuento y saltando de la música a las palabras, de la influencia en los demás, para bien y para mal, de todo lo que sale de nuestra boca:  de la posibilidad  (o  la responsabilidad)   de hacer brillar los ojos de los que nos rodean;  de la posibilidad (o la responsabilidad) de no lastimar.
Sólo entonces, al final, entiendes  lo que desde el primer momento  te ha estado diciendo sobre la música:  hacer brillar los ojos, no herir...

Si fuéramos capaces de tenerlo presente. Si supiéramos vernos unos a otros así, como niños sin zapatos camino de la muerte con los que hablamos por última vez. En el fondo, camino de la muerte vamos todos y, si no sin zapatos, sí que vamos por lo general bastante desastrados. Si supiera, si no lo olvidara...

Si dejáramos de lastimarnos, si nuestras palabras pudieran imitar a la música: la que sugiere, la que no se impone, la que siempre da la nota justa, la que acompaña, anima y consuela, la que nunca ofende. Si pudiera, si no lo olvidara...

Si... Si tenéis prisa y os parece cansino ver al señor Zander haciendo el indio, podéis abreviar  (aunque sería como saltarse el primer tempo, porque la charleta tiene forma de pieza musical) y pasar directamente al nudo y desenlace, más o menos a partir del minuto 15 o 16:




13 mayo 2013

Es cosa de corazón (y si quieren soluciones, acudan a la tienda de enfrente). Unamuno.


"Y bien, se me dirá, "¿Cuál es tu religión?" Y yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible —o Incognoscible, como escriben los pedantes— ni con aquello otro de "de aquí no pasarás". Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible.

Ésos, los que me dirigen esa pregunta, quieren que les dé un dogma, una solución en que pueda descansar el espíritu en su pereza. Y ni esto quieren, sino que buscan poder encasillarme y meterme en uno de los cuadriculados en que colocan a los espíritus, diciendo de mi: es luterano, es calvinista, es católico, es ateo, es racionalista, es místico, o cualquier otro de estos motes, cuyo sentido claro desconocen, pero que les dispensa de pensar más. Y yo no quiero dejarme encasillar, porque yo, Miguel de Unamuno, como cualquier otro hombre que aspire a conciencia plena, soy una especie única. "No hay enfermedades, sino enfermos", suelen decir algunos médicos, y yo digo que no hay opiniones, sino opinantes.

En el orden religioso apenas hay cosa alguna que tenga racionalmente resuelta, y como no la tengo, no puedo comunicarla lógicamente, porque sólo es lógico y transmisible lo racional. [...]   Confieso sinceramente que las supuestas pruebas racionales —la ontológica, la cosmológica, la ética, etcétera— de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieren dar de que existe un Dios me parecen razones basadas en paralogismos y peticiones de principio. [...]  Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia; los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad y futileza mayores aún que los de sus contradictores. Y si creo en Dios, o, por lo menos, creo creer en Él, es, ante todo, porque quiero que Dios exista, y después, porque se me revela, por vía cordial, en el Evangelio y a través de Cristo y de la Historia. Es cosa de corazón.  Lo cual quiere decir que no estoy convencido de ello como lo estoy de que dos y dos hacen cuatro.

Si se tratara de algo en que no me fuera la paz de la conciencia y el consuelo de haber nacido, no me cuidaría acaso del problema; pero como en él me va mi vida toda interior y el resorte de toda mi acción, no puedo aquietarme con decir: ni sé ni puedo saber. No sé, cierto es; tal vez no pueda saber nunca, pero "quiero" saber. Lo quiero, y basta. [...] No concibo a un hombre culto sin esta preocupación, y espero muy poca cosa en el orden de la cultura —y cultura no es lo mismo que civilización— de aquellos que viven desinteresados del problema religioso en su aspecto metafísico y sólo lo estudian en su aspecto social o político. Espero muy poco de aquellos hombres o de aquellos pueblos que por pereza mental, por superficialidad, por cientificismo, o por lo que sea, se apartan de las grandes y eternas inquietudes del corazón. No espero nada de los que dicen: "¡No se debe pensar en eso!"; espero menos aún de los que creen en un cielo y un infierno como aquel en que creíamos de niños, y espero todavía menos de los que afirman con la gravedad del necio: "Todo eso no son sino fábulas y mitos; al que se muere lo entierran, y se acabó". Sólo espero de los que ignoran, pero no se resignan a ignorar; de los que luchan sin descanso por la verdad y ponen su vida en la lucha misma más que en la victoria...  por lo menos, esa lucha nos hará más hombres, hombres de más espíritu. [...]

 En nuestra menguada literatura apenas se le oía a nadie gritar desde el fondo del corazón, descomponerse, clamar. El grito era casi desconocido. Los escritores temían ponerse en ridículo.... Yo, no; cuando he sentido ganas de gritar, he gritado. Jamás me ha detenido el decoro. Y ésta es una de las cosas que menos me perdonan estos mis compañeros de pluma, tan comedidos, tan correctos, tan disciplinados hasta cuando predican la incorrección y la indisciplina. Los anarquistas literarios se cuidan, más que de otra cosa, de la estilística y de la sintaxis. Y cuando desentonan lo hacen entonadamente; sus desacordes tiran a ser armónicos... También se puede estudiar acústicamente el grito que lanza un hombre cuando ve caer muerto de repente a su hijo, y el que no tenga ni corazón ni hijos, se queda en eso. [...]

De lo que huyo, repito, como de la peste, es de que me clasifiquen, y quiero morirme oyendo preguntar de mí a los holgazanes de espíritu que se paren alguna vez a oírme: "Y este señor, ¿qué es?" Los liberales o progresistas tontos me tendrán por reaccionario y acaso por místico, sin saber, por supuesto, lo que esto quiere decir, y los conservadores y reaccionarios tontos me tendrán por una especie de anarquista espiritual, y unos y otros, por un pobre señor afanoso de singularizarse y de pasar por original y cuya cabeza es una olla de grillos.

Y como el hombre es terco y no suele querer enterarse y acostumbra después que se le ha sermoneado cuatro horas a volver a las andadas, los preguntones, si leen esto, volverán a preguntarme: "Bueno; pero ¿qué soluciones traes?" Y yo, para concluir, les diré que si quieren soluciones, acudan a la tienda de enfrente, porque en la mía no se vende semejante artículo. [...]"

Miguel de Unamuno, "Mi Religión", Salamanca, 6.11.1907. 
En Mi religión y otros ensayos breves, Espasa-Calpe, Madrid 1968

10 mayo 2013

Esa farsa siniestra. Simone Weil


"El trabajo físico, aun siendo gravoso, no es por sí mismo una degradación. No es el arte, no es la ciencia, pero es otra cosa que tiene un valor absolutamente igual al del arte y al de la ciencia. Pues procura una posibilidad similar para lograr el acceso a una forma impersonal de la atención.

Exactamente en la misma medida que el arte y la ciencia, aunque de manera diferente, el trabajo físico otorga un cierto contacto con la realidad, con la verdad, la belleza de este universo, y con la sabiduría eterna de su disposición. Por ello envilecer el trabajo es un sacrilegio, exactamente en el sentido en que pisotear una hostia es un sacrilegio.

Si los que trabajan lo sintieran, si sintieran que, por el hecho de ser víctima de tal envilecimiento, en cierto sentido también son cómplices, su resistencia tomaría un impulso diferente del que les proporciona el pensamiento sobre su persona y su derecho. No se trataría entonces de una reivindicación, sino de la sublevación de su ser entero, feroz y desesperada, como la de una jovencita a quien se quisiera dedicar por la fuerza a la prostitución; y al mismo tiempo sería un grito de esperanza surgido del fondo del corazón.

Este sentimiento ciertamente habita en ellos, pero tan inarticulado ni para ellos resulta discernible. Los profesionales de la palabra estan incapacitados para darle expresión. Cuando se les habla de su propia suerte, generalmente se elige hablarles de salarios. Ellos, bajo la fatiga que los abruma y que convierte en dolor cualquier esfuerzo de atención, reciben con alivio la fácil claridad de las cifras. De esta manera olvidan que el objeto con el que se comercia, del que se quejan que se les fuerce a venderlo a la baja, del que se les niega un precio justo, no es sino su alma.

Imaginemos que el diablo está negociando la compra del alma de un desventurado y que alguien, apiadándose del infeliz, interviniera en el debate y le dijera al diablo: “Es vergonzoso que usted no le ofrezca un precio superior; el objeto vale por lo menos el doble”. Esa farsa siniestra es la que ha representado el movimiento obrero, con sus sindicatos, sus partidos, sus intelectuales de izquierda.

Ese espíritu comercial ya estaba implícito en la noción de derecho que las gentes de 1789 tuvieron la imprudencia de poner en el centro mismo de la reclamación que quisieron gritar a la cara del mundo. La noción de derecho está vinculada a la de reparto, intercambio, cantidad. Tiene algo de comercial. Evoca por sí misma el proceso, el alegato. El derecho sólo se sostiene mediante un tono de reivindicación; y cuando se adopta ese tono, es que la fuerza no está lejos, detrás de él, para confirmarlo, o de otra forma resulta ridículo. (...)

Las nociones de derecho, de persona, de democracia pertenecen a esta categoría. Bernanos tuvo el coraje de decir que la democracia no ofrece ninguna defensa frente a los dictadores. La persona está por naturaleza sometida a la colectividad. El derecho por naturaleza depende de la fuerza. Las mentiras y los errores que velan estas verdades son extremadamente peligrosos porque impiden recurrir a lo único sustraído a la fuerza y que preserva de la fuerza; es decir, a otra fuerza que es la irradiación del espíritu. La materia pesante no es capaz de vencer la pesantez sino en las plantas, gracias a la energía solar que el verde de las hojas ha capturado y que opera en su savia. La gravedad y la muerte se apoderarán progresiva, pero inexorablemente, de la planta privada de luz."

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"La  noción de derecho nos viene de Roma y, como todo lo que viene de la antigua Roma, que es la mujer llena de nombres de blasfemia a la que se refiere el Apocalipsis, es pagana y no bautizable. Los romanos, que comprendieron, como Hitler, que la fuerza solo consigue la plenitud de la eficacia revestida de algunas ideas, emplearon para ello la noción de derecho. Se presta a ello estupendamente. Se acusa a la Alemania moderna de despreciarla. Pero la utilizó hasta la saciedad en sus reivindicaciones de nación proletaria. Cierto es que a quienes subyuga no les reconoce más derecho que el de obedecer. La antigua Roma tampoco. Alabar a la antigua Roma por habernos legado la noción de derecho es particularmente escandaloso. Ya que si se quiere examinar lo que en ella era esta noción en el momento de su aparición, para discernir mejor sus cualidades, se ve que la propiedad quedaba definida por el derecho de usar y abusar. Y, de hecho, la mayor parte de estas cosas sobre las que el propietario tenía el derecho de usar y abusar eran seres humanos.

Los griegos no tenían la noción de derecho. No tenían palabras para expresarlo. Se contentaban con el nombre de justicia."

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"Se trata de una singular confusión, la de asimilar la ley no escrita de Antígona al derecho natural. A los ojos de Creonte, en lo que hacía Antígona no había absolutamente nada natural. Juzgaba que estaba loca. No somos nosotros los que podríamos decir que se equivocaba, nosotros que, en este momento, pensamos, hablamos y actuamos exactamente igual que él.

Se puede verificar remitiéndose al texto. Antígona le dice a Creonte: “No es Zeus el que ha publicado esa orden; no es la compañera de las divinidades del otro mundo, la Justicia, la que ha establecido semejantes leyes entre los hombres”. Creonte intenta convencerla de que sus órdenes eran justas; la acusa de haber ultrajado a uno de sus hermanos honrando al otro, ya que de esa manera el mismo honor le ha sido otorgado al impío y al fiel, al que ha muerto intentado destruir a su propia patria y al que ha muerto por defenderla. Ella dice: “No obstante, el otro mundo pide leyes iguales”. Él objeta con sentido común: “Pero no hay reparto igual, ya se trate del valiente o del traidor”. A ella solo se le ocurre esta respuesta absurda: “¿Quién sabe si, en el otro mundo, eso es legítimo?”. La observación de Creonte es totalmente razonable: “Pero jamás un enemigo, ni siquiera muerto, es un amigo”. Sin embargo la pequeña necia responde: “He nacido para tomar parte no del odio sino del amor”. A continuación Creonte, cada vez más razonable: “Entonces vete al otro mundo, y ya que tienes que amar, ama a los que allí permanecen”.

En efecto, ese era su verdadero puesto. Pues la ley no escrita a la que obedecía esta pequeña, lejos de tener nada que ver con el derecho o con algo natural, no era ni más ni menos que el amor extremo, absurdo, que llevó a Cristo hasta la cruz. La Justicia, compañera de las divinidades del otro mundo, ordena ese exceso de amor. Ningún derecho lo ordenaría. El derecho no tiene vínculo directo con el amor.

Así como la noción de derecho es extraña al espíritu griego, también lo es a la inspiración cristiana, allí donde ésta permanece pura y no mezclada a la herencia romana, o hebrea, o aristotélica. No es posible imaginar a san Francisco de Asís hablando de derecho."

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"Si se le dice a alguien capaz de escuchar: “Lo que usted me hace no es justo”, se puede golpear y despertar, justo en su fuente, la atención y el amor. No sucede lo mismo con palabras como: “Tengo derecho a…”, “usted no tiene el derecho de...", éstas encierran una guerra latente y despiertan un espíritu de guerra. La noción de derecho, puesta en el centro de los conflictos sociales, hace imposible, desde cualquier ángulo, todo matiz de caridad.

Es imposible, cuando de ella se hace un uso casi exclusivo, permanecer con la vista fija sobre el verdadero problema. Un campesino al que presiona indiscretamente un comprador, en el mercado, para que le venda sus pollos a un precio moderado, puede muy bien responder: “Tengo derecho a quedarme con mis pollos si no se me ofrece un precio lo suficientemente bueno”. Pero una jovencita a la que se trata de meter por la fuerza en un prostíbulo no hablará de sus derechos. En tal situación, esa palabra parecería ridícula por su misma insuficiencia.

Por eso el drama social, que es análogo a la segunda situación, ha aparecido falsamente, gracias al uso de esta palabra, como análogo a la primera. El uso de esta palabra ha convertido lo que debió ser un alarido desde el fondo de las entrañas, en un agrio griterío de reivindicación, sin pureza ni eficacia. ...

Muchas de las verdades indispensables y que salvarían a los hombres no son dichas por causas de este tipo; los que podrían decirlas no las pueden formular, los que podrían formularlas no las pueden decir. El remedio a este mal sería uno de los problemas urgentes de una verdadera política. "


Simone Weil, Escritos de Londres y últimas cartas.
Aunque hay una edición en Trotta, Madrid 2010, me he servido preferentemente de los textos traducidos y publicados por Sylvia María Valls:
http://www.institutosimoneweil.net/index.php?option=com_content&view=article&id=397:simone-weil-la-persona-y-lo-sagrado&catid=53:simone-weil&Itemid=73

08 mayo 2013

Negra soy, pero hermosa. Joseph Ratzinger (2.)


Seguimos con "Crítica y Obediencia":
"Vamos ahora a ilustrar con un ejemplo esta problemática fundamental del ser de la Iglesia en el mundo. Pedro, a quien el Señor entrega el mismo poder que a toda la comunidad, puede servirnos, a modo de ejemplo, para compendiar la Iglesia.
Pedro es llamado por Jesucristo (en un brevísimo espacio de tiempo si aceptamos la cronología de san Mateo), Roca y Satanás (escándalo: piedra de tropiezo).
Esta contigüidad no es nada contraria a la mentalidad bíblica que conoce la victoria del poder de Dios por medio de la debilidad del hombre y que llama siervo de Dios al rey de Babilonia (Jer 25, 9), porque es utilizado por Yahvé como instrumento con el que hace la historia. Así, cuando Dios se sirve de Pedro (es decir, cuando no hablan por él la carne y la sangre) éste es capaz de convertirse en Roca. Pero este nombre no expresa un mérito sino un servicio, una elección y un encargo para el que nadie es apto, y menos este Simón que se hunde y al que le falta fe (Mt 14, 30). Esta dialéctica luce principalmente allí donde el encargo es más elevado: la concesión del primado se sitúa sobre el trasfondo de las negaciones (Jn 21, 15-27), la promesa en Lucas (22, 81 ss.) se junta con la inmediata predicación de la negación, y la promesa en Mateo está en aparente contradicción con los nombres de Satanás y piedra de escándalo. Siempre es promesa de la fuerza de Dios en la debilidad humana, siempre es Dios el Salvador y no el hombre, siempre es el a-pesar-de-todo de la gracia que no se deja desarmar por la torpeza del hombre, ni vencer por su pecado.

Por una recaída en la arbitrariedad del razonar humano que no quiere reconocer la gracia sino que se imagina siempre un secreto triunfo del hombre, nos hemos acostumbrado a desglosar en Pedro a la Roca y al pecador. Pensamos que éste es el Pedro prepascual, y nos formamos del Pedro posterior a Pentecostés una imagen extrañamente idealizada. Pero no es así: siempre están ambos mezclados. El Pedro anterior a la Pascua es el que quiere permanecer fiel en medio de la deserción de la masa, el que corre al encuentro del Señor en medio del mar, el que pronuncia aquellas hermosas palabras: "Señor, a quien iremos?; tú sólo tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68). Y el Pedro posterior a Pentecostés es también el que por miedo a los judíos niega la libertad cristiana (Gál 2, 11 ss.). Siempre Roca y piedra de escándalo en una pieza.

Esta verdad ha persistido en toda la historia de la Iglesia. Y la tarea del creyente es sufrir esta paradoja del obrar divino que avergüenza a su orgullo. Lutero reconoció muy bien el momento de Satanás y no carecía de razón. Pero su culpa fue no haber sabido soportar la bíblica tensión entre Roca y Satanás que pertenece a la tensión fundamental de la fe. Nadie debiera haber comprendido esto mejor que el hombre que acuñó la fórmula: justo y pecador a la vez (simul peccator el iustus).

El donatista Tyconius hablaba de que la Iglesia es, en una misma pieza, Cristo y anticristo, Jerusalén y Babilonia. En realidad no hacía más que agudizar una idea que se encuentra en toda la tradición patrística. Orígenes veía expresada la tensión fundamental de la Iglesia en aquellas palabras de los Cantares: negra soy pero hermosa (Cant 1, 6).

Lo que se evidencia de todo esto una vez más es que no conviene separar limpiamente, uno de otro, la Iglesia y los hombres de la iglesia. Por ellos vive la Iglesia en el mundo. Vive de una manera humana el misterio divino que encierra. También la institución lleva consigo el lastre de la humanidad ¿quién no lo sabe? Pero precisamente por esto, la Iglesia, la santa, la pecadora Iglesia, es testimonio y realidad de la gracia de Dios que por nada se deja vencer. En su debilidad es y permanece Buena Nueva de una salvación que supera toda nuestra corrupción y esperanza.

Concluyamos este apartado con dos testimonios de la Edad Media (esa época que nos gusta idealizar como el tiempo de resplandor más puro de la cristiandad). En Guillermo de Auvernia, el gran teólogo y obispo de París se hallan estas palabras: "¿Quién no se horrorizaría si viera a la Iglesia con una cabeza de asno o al alma del fiel con dientes de lobo...? ¿Quién no llamaría a esta terrible imagen, más bien Babilonia y desierto que Ciudad de Dios?... Por el terrible abuso de los réprobos y carnales que inundan la Iglesia, los herejes la llaman prostituta y Babilonia... ". Y Gerhoh de Reichersberg, el gran teólogo bávaro, confiesa que es un terrible espectáculo el que "en medio de ti, Jerusalén, vive un pueblo casi completamente babilónico", y hace decir a la Iglesia: "Yo no me considero pura como los novacianos y cátaros; yo se cuántos pecados tengo en mí, y no rehusó la penitencia sino que digo: perdónanos nuestras deudas".

¿Es una señal indiscutible de que han mejorado los tiempos el que los teólogos de hoy no se atrevan a hablar de esta forma? ¿O no será más bien una señal de que ha disminuido el amor, de que no arde el corazón en santo celo por la gloria de Dios en este mundo (2 Cor 11, 2), de que el amor se ha vuelto apático y ya no se atreve a correr el riesgo del dolor por la amada y para ella? El que ya no se sorprende por la negación del amigo ni lucha por su regreso, ya no ama. ¿Debe valer también esto de nuestra relación con la Iglesia? "

Preguntamos ahora cuál ha de ser la actitud del cristiano respecto a la Iglesia de la historia. También aquí puede decirse parodiando la fórmula agustiniana: el cristiano debe amar a la Iglesia; todo lo demás se seguirá de la lógica del amor. Si en tal ocasión es mejor hablar o callar, sufrir o luchar, depende en último término del amor a la Iglesia.
El teólogo puede desarrollar más concretamente este sentido eclesial, pero en la situación concreta es el yo -con su fe, su esperanza y amor personales- el que está llamado a la decisión; y no puede refugiarse en una regla puramente objetiva. Después de esto hemos de decir que la Iglesia ha recibido la herencia de los profetas. Ha entrado en la historia como Iglesia de los mártires y ha desempeñado la función de padecer por la verdad. En este sentido lo profético no ha muerto en ella. Tampoco puede decirse que ha llegado ya a su victoria última, perdiendo su función critica. Esto sería desconocer la antinomia que acabamos de describir entre prostituta y esposa. El paso de la forma de existencia de este mundo a la novedad del espíritu no es una cosa que se realizó hace largo tiempo, sino que permanece continuamente como la ley viva fundamental de la Iglesia.
Ella vive de la llamada del espíritu, en la crisis del paso de lo viejo a lo nuevo. No es casualidad el que los grandes santos estuvieran también en lucha por la Iglesia, con su tentación de mundanizarse, y que hayan sufrido bajo la Iglesia. Pensemos en Francisco de Asís, o en Ignacio de Loyola que en la cárcel eclesiástica tenía el ánimo tan alegre que decía: "En Salamanca no hay tantos grillos y cadenas que yo no pueda pedir más por amor de Dios". Y él no renunció en nada a su misión ni a su obediencia a la Iglesia.

Siguen un par de apartados breves en los que, a modo de resumen de todo lo anterior, se concretan unas reglas sobre como pueden, y deben, articularse la crítica y el amor a la Iglesia, que podéis terminar de leer aquí: http://www.unav.es/tdogmatica/ratzinger/textos.htm

JOSEPH RATZINGER. "Crítica y Obediencia" ("Freimut und Gehorsam", en Wort und Wahrheit núm.17, 1962).
Incluido en El nuevo pueblo de Dios, Herder, Barcelona, 1972. Traducido aquí por J.Valldeperas.

05 mayo 2013

Negra soy, pero hermosa. Joseph Ratzinger (1)


Voy leyendo poco a poco los magníficos archivos del Foro de estudios Joseph Ratzinger, una página llena de enlaces a sus libros (muchos de ellos completos), artículos, conferencias y entrevistas. Aquí os dejo estas reflexiones del por entonces joven catedrático de teología en Ratisbona, intemporales y sin desperdicio, sobre el a-pesar-de-todo de la gracia y sobre otras muchas cosas interesantes, todo ello al hilo del tema de la legitimidad de la crítica y la protesta en la Iglesia. El artículo, publicado en 1962 en la revista Wort und Wahrheit (Palabra y Verdad), se titula "Crítica y Obediencia":
"Nos lleva a la esencia del problema una comparación entre Antiguo y Nuevo Testamento. El AT descansaba en una promesa divina. Su culto y su sacerdocio fueron impuestos por Dios y su realeza tenía una promesa de perpetuidad. ¿ Se pueden atacar un culto y una institución que son de derecho divino? Cristo lo hizo, y predijo con una acción simbólica el fin del templo (cfr. Mc 11,11-19; 14,58; 15,29 ss; Jn 2,19). Los cristianos rara vez comprenden la enorme magnitud de este suceso; para ellos el AT es precisamente la antigua alianza; que a su tiempo debía convertirse en nueva. Pero esto no es así: mientras existió, fue sin más, la Alianza; no la antigua, sino la única alianza que Dios había hecho. No era nada claro que esta alianza debiera envejecer, y las profecías sobre un pacto nuevo (Jer 31, 31 ss.) (que en modo alguno estaban en primer plano en la conciencia de Israel) fueron dichas en un sentido escatológico (cfr. Is 11). La Thora era palabra de Dios, y el culto estaba divinamente establecido; atacarlos debía parecer a la conciencia de Israel lo mismo que a nosotros un ataque a la ordenación sacramental de la Cristiandad.

Sin embargo hay una diferencia ya que en el AT, junto al templo, la institución y la ley,existieron desde el principio los profetas, elegidos por Dios, como palabra libre que El se reservaba. La trágica figura de Jeremías, constantemente encarcelado como hereje, atormentado como rebelde a la Palabra y a la Ley de Dios, perseguido y fallecido sin nombre en la oscuridad del olvido, nos hace comprender la esencia y la enorme exigencia de la misión profética. La profecía no consiste tanto en ciertas predicciones, cuanto en la protesta profética contra la autosuficiencia de las instituciones que sustituyen la moral por el rito y la conversión por las ceremonias. El profeta es testigo de Dios. Frente a la interpretación arbitraria de la palabra de Dios y frente a la tergiversación clandestina y pública de las señales divinas, el profeta pone a salvo la autoridad de Dios y defiende Su palabra del egoísmo de los hombres. Y así, en el AT existe -combatida y oprimida por la autoridad, pero cada vez más reconocida como voz de Dios- una crítica que crece en mordacidad hasta la descripción del destructor del Templo como siervo de Dios (Jer 25, 9); con ello la misma destrucción del Templo (el corazón mismo de Israel) aparece ya aquí como culto frente al culto demasiado pagado de sí, que se realiza en el interior del Templo.

El primer intento de una teología cristiana, que es la predicación del diácono Esteban, enlaza con esta dirección: muestra que Dios en la historia no está al lado de la institución, sino de los que sufren y son perseguidos, y presenta a Cristo como consumación de los profetas por haber sido rechazado por los jerarcas. Cristo es la perfección de los profetas, no propiamente porque en El se han realizado las profecías, sino porque ha vivido hasta el fin la línea del espíritu profético, del no a la autocracia de la institución sacerdotal. Así se ha puesto a Sí mismo como ofrenda definitiva en el lugar de las víctimas del Templo (Heb 10, 5), destruyendo de esta manera al Templo (Jn 2, 19).
Algo parecido puede decirse de la exégesis que hacen los Padres cuando ven en el sacrificio de Malaquías (Mal 1, 10 ss.) una predicción del sacrificio de la Misa. Pues las palabras de Malaquías pertenecen a la línea que en el AT va haciendo estallar cada vez más el formalismo ceremonial para exigir del hombre su obediencia y su corazón, en lugar del rito.

Llegamos así al NT. ¿También aquí está la verdad de parte de los que sufren y son estigmatizados por los portadores de cargos? Se ha intentado explicar así la esencia de la Reforma. "Nuestra tarea propia en el diálogo con nuestros hermanos católicos es hacerles comprensible - no intelectual, sino religiosamente- la viva actitud de protesta, como la tarea divina que desde Lutero nos acosa y nos inquieta interiormente". Aquí hay que notar dos cosas: de la idea de una protesta profética no se puede deducir el derecho a una existencia cristiana fuera de la Iglesia. Es sabido cómo los profetas permanecían profetas en Israel, y en él sufrían su pasión hasta convertirse en testigos de Dios, en mártires. El mismo Jesús realizó su misión en Israel (Mt 10,5 ss.) y reconoció, a pesar de todo, la autoridad de los maestros de Israel (Mt 23,2 ss). Los Apóstoles comenzaron su predicación en Israel; y sólo después de dura lucha se atrevieron a dar el paso hacia los paganos que supuso un giro en la Historia de Salvación y el fin de la antigua alianza. Para dar este paso se necesitó una decisión de la Iglesia entera, y la convicción de que la nueva acción de Dios en su Hijo autorizaba a ello. Pero los capítulos 9-11 de la carta a los Romanos, testifican el profundo sufrimiento que supuso esta separación para los primitivos cristianos.

Con esto hemos aludido ya a la segunda observación: los cristianos comprenden que se ha realizado, ya ahora, la alianza escatológica definitiva e irrevocable; que el antiguo pacto ha envejecido pero el actual no puede envejecer.
El porqué de esta diferencia lo ha esbozado san Pablo en el capítulo cuarto de la carta a los Romanos, y puede resumirse así: el antiguo pacto era condicional, el nuevo es absoluto. En el antiguo, Dios prometía la salvación si Israel, por su parte, cumplía la Ley. La salvación depende de la moralidad y esta es la razón profunda de la existencia de los profetas: han de recordar que toda la magnificencia cultual no sirve de nada si no se cumple toda la Ley. Todo cambia en el NT. Dios se hace hombre y, en el hombre Jesucristo, acepta a la humanidad que cree en Jesús. Con esto se decide definitivamente -y en sentido afirmativo- el drama de la historia universal. Dios cierra un nuevo pacto, y acepta a la Iglesia no apoyándose en la condición siempre oscilante de la moralidad humana, sino en virtud del absoluto de la acción salvadora y gratuita de Cristo (Rom 4, 16). La Iglesia no descansa en el esfuerzo de los hombres sino en la gracia, descansa en el a-pesar-de-todo dicho por Dios y, en él, es para siempre Iglesia santa. La Iglesia presenta en su interior el a-pesar-de-todo de la gracia divina y, con él, un absoluto: la definitiva voluntad salvífica de Dios. (...)
Los Santos Padres expresaron este hecho con la imagen atrevida de la casta meretriz: según su propio origen histórico la Iglesia es prostituta, procede de la Babilonia de este mundo. Pero Cristo el Señor la ha purificado, la ha convertido de prostituta en esposa. Urs von Balthasar ha mostrado en penetrantes análisis que esto no es una pura expresión histórica (algo así como: antes era impura, ahora es pura) sino que describe una permanente tensión histórica existencial de la Iglesia. Ella vive constantemente del perdón que la transforma de prostituta en esposa; la Iglesia de cada generación es la iglesia procedente de la gracia, a la que Dios hace salir constantemente de la Babilonia en que de por sí moran los hombres.

Esto se pone de manifiesto por un análisis del misterio de la Encarnación.
Estamos acostumbrados a considerar la Encarnación como una justificación teológica de la institucionalidad de la Iglesia (en cuanto representa la aparición de Dios en formas de esté mundo). Esto es mucha verdad pero debe ser completado por lo siguiente: la Encarnación no es un término, sino un principio que concluye en la Cruz. Junto a la teología de la Encarnación ha de ir la teología de la Cruz. Esto quiere decir que todas las organizaciones terrenas, para conseguir su perfecta realización, deben pasar por la Cruz: toda forma terrena es provisoria. Y así como sería falso concebir la Iglesia con esquemas de la antigua, alianza para protestar contra Ella en nombre de una Palabra que no puede darse sin Ella, es igualmente falso concebir la Encarnación como un término, y proclamar en consecuencia que la Iglesia es el reino perfecto de Dios, negando prácticamente su gran futuro escatológico y presentándola ya en este mundo como algo sin mancilla e incriticable. El a-pesar-de-todo de la gracia divina lleva en sí el precioso misterio de lo definitivo, pero no ha hallado aún su forma definitiva, sino que está ligado al signo de la Cruz: a los hombres que necesitan de la cruz para llegar a la gloria."


JOSEPH RATZINGER. "Crítica y Obediencia" ("Freimut und Gehorsam", Wort und Wahrheit núm.17, 1962).
Incluido en El nuevo pueblo de Dios, Herder, Barcelona, 1972.
Traducido aquí por José Valldeperas. http://www.unav.es/tdogmatica/ratzinger/

02 mayo 2013

El paso del primer al segundo Donoso Cortés (2)

(Seguimos con Donoso Cortés)

1. Lo que decía Donoso Cortés en 1845 ( Discurso Parlamentario 15 de enero ):
 la libertad no es otra cosa que la discusión; y en este punto soy tan exigente que me gustan hasta las discusiones peligrosas” 

2. Lo que dice Donoso Cortés en 1851 (Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo):

"La sociedad entonces se deja gobernar de buen grado por una escuela que nunca dice afirmo ni niego y que a todo dice distingo. El supremo interés de esa escuela está en que no llegue el día de las negaciones radicales o de las afirmaciones soberanas; y para que no llegue, por medio de la discusión confunde todas las nociones y propaga el escepticismo, sabiendo como sabe, que un pueblo que oye perpetuamente en boca de sus sofistas el pro y el contra de todo, acaba por no saber a qué atenerse y por preguntarse a sí propio si la verdad y el error, lo justo y lo injusto, lo torpe y lo honesto, son cosas contrarias entre sí o si son una misma cosa mirada desde puntos de vista diferentes."

 "La legitimidad de la razón son dos palabras, de las cuales la última designa el sujeto y la primera el atributo; yo niego el atributo y el sujeto. ¿Qué cosa es la legitimidad y qué cosa es la razón? Y en el caso que sean alguna cosa, ¿de dónde sabes que esa cosa esté en el liberalismo y no en el socialismo, en ti y no en mí, en las clases acomodadas y no en el pueblo? Yo niego tu legitimidad y tú la mía; tú niegas mi razón y yo la tuya."

"Cuando me provocas a discutir, te perdono, porque no sabes lo que haces; la discusión, disolvente universal, cuya virtud secreta no conoces, acabó ya con tus adversarios y va a acabar contigo ahora; por lo que hace a mí, tengo propósito firme de ganarla por la mano, matándola para que no me mate. La discusión es espada espiritual que revuelve el espíritu con ojos vendados; contra ella, ni vale la industria ni la malla de acero; la discusión es el titulo con que viaja la muerte cuando no quiere ser conocida y anda de incógnito.
Roma la sesuda la conoció, a pesar de sus disfraces, cuando entró por sus muros en traje de sofista; por eso, prudente y avisada, le refrendó su pasaporte.
El hombre, al decir de los católicos, no se perdió sino porque entró en discusiones con la mujer, ni la mujer sino por haber discutido con el diablo. Más adelante, hacia la mitad de los tiempos, dicen que este mismo demonio se apareció a Jesús en un desierto, provocándole a una batalla espiritual, o como quien diría, a una discusión de tribuna; pero aquí parece que tuvo que habérselas con otro más avisado, el cual le hubo de contestar: Vade Satanas, con cuya palabra puso fin a un mismo tiempo a la discusión y a los diabólicos prestigios."

3. ¿Qué ocurrió entre tanto, qué pudo transformar de ese modo la actitud,  las convicciones, la manera de ver y estar en el mundo del  brillante polemista Donoso Cortés?  Él mismo lo cuenta en la famosa carta de 21 de julio de 1849, dirigida a su amigo Alberich Blanche-Raffin:

"Yo siempre fui creyente en lo íntimo de mi alma; pero mi fe era estéril, porque ni gobernaba mi pensamiento, ni inspiraba mis discursos, ni guiaba mis amores. (/...) Tuve un hermano a quien vi vivir y morir, y que vivió una vida de ángel y murió como los ángeles morirían si muriesen. Desde entonces juré amar y adorar, y amo y adoro... –iba a decir lo que no se puede decir–, con ternura infinita, al Dios de mi hermano. Dos años van ya recorridos de aquella tremenda desgracia... Vea usted aquí, amigo mío, la historia íntima y secreta de mi conversión... Como usted ve, aquí no ha tenido influencia ninguna ni el talento ni la razón; con mi talento flaco y con mi razón enferma, antes que la verdadera fe me hubiera llegado la muerte. El misterio (porque toda conversión es un misterio) es un misterio de ternura. No le amaba, y Dios ha querido que le ame, y le amo; y porque le amo, estoy convertido. (...) ahora soy otro (...) Yo amo a Dios porque creo que me ha amado antes. Sin duda, la mayor elevación que siente el ser humano consiste en cerciorarse por la fe de que es amado por Dios.»

4. No se trata, naturalmente, de que Donoso rechace desde ese momento cualquier clase de discusión:  a la discusión de  las ideas socialistas y liberales dedica, de hecho, el Ensayo. En lo que ha dejado de creer Donoso es en la posibilidad de llegar a la verdad por medio de la discusión como pretende el liberalismo relativista: Ni la discusión, ni una razón viciada, insegura y tendenciosa, podrán por sí solas alcanzar a distinguir el bien y el mal en el orden moral,  político o social.
Donoso Cortés terminó siendo apodado por sus adversarios "Quiquiriquí de Extremadura". El liberal-progresista Modesto Lafuente decía que en Donoso el miedo de la revolución "rayaba en la locura"; otros lo llamaron apocalíptico o mártir plenipotenciario... Y sin embargo, anticipó las claves de la política europea del siglo XX  y fue el único que supo prever el auge de los totalitarismos y hasta sus tipos (que algo tienen que ver con la capacidad de discernir, o incluso de invertir, el bien y el mal) .  Mañana, o así,  Hannah Arendt, tan distante y tan distinta, pero...

29 abril 2013

Que no tiene lunar y es recto de suyo. Donoso Cortés (1)


"Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, re­lativa a Dios, y otra, relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga cuidado de sus criaturas, y del hom­bre, que sea concebido en pecado. Su orgullo ha dicho al hombre de estos tiempos dos cosas, y ambas se las ha creído: que no tiene lunar y que no necesita de Dios; que es fuerte y que es hermoso; por eso le vemos engreído con su poder y enamorado de su hermosura.

Supuesta la negación del pecado, se niega, entre otras muchas, las cosas siguientes: (...) que la luz de la razón sea flaca y vacilante; que la voluntad del hombre esté enferma;  que el dolor sea un bien, acepta­do por un motivo sobrenatu­ral, con una aceptación vo­luntaria; que el tiempo nos haya sido dado para nuestra santificación; que el hombre necesite ser santificado. Supuestas estas negaciones se afirman, entre otras mu­chas, las cosas siguientes: (...) que siendo sana la razón del hom­bre, no hay verdad ninguna a que no pueda alcanzar; y que no es verdad aquella a que su razón no alcanza; que no hay otro mal sino aquel que la razón entiende que es mal, ni otro pecado que aquel que la razón nos dice que es pe­cado; es decir, que no hay otro mal ni otro pecado sino el mal y el pecado filosófico; que siendo recta de suyo, no necesita ser rectificada la voluntad del hombre; que de­bemos huir el dolor y buscar el placer; que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es bueno y sano de suyo.

De aquí nace y aquí tiene su origen un vasto sistema de naturalismo, que es la contra­dicción radical, universal, ab­soluta de todas nuestras cre­encias. Los católicos creemos y profesamos que el hombre pecador está perpetuamente necesitado de socorro y que Dios le otorga ese socorro perpetuamente por medio de una asistencia sobrenatural, obra maravillosa de su infini­to amor y de su misericordia infinita. Para nosotros, lo so­brenatural es la atmósfera de lo natural; es decir, aque­llo que, sin hacerse sentir, lo envuelve a un mismo tiem­po y lo sustenta. (...)  Todo este vasto y esplén­dido sistema de sobrenaturalismo, clave universal y uni­versal explicación de las cosas humanas, está negado implí­cita y explícitamente por los que afirman la concepción inmaculada del hombre, y los que esto afirman hoy no son algunos filósofos solamente, son los gobernadores de los pueblos, las clases influyentes de la sociedad y aun la so­ciedad misma, envenenada con el veneno de esta here­jía perturbadora.

Aquí está la explicación de todo lo que vemos y de todo lo que tocamos, a cuyo esta­do hemos venido a parar por esta serie de argumentos.(...) Si la fe no es necesaria la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de la razón; los pro­gresos de la razón dependen de su ejercicio; su ejercicio consiste en la discusión; por eso la discusión es la verda­dera ley fundamental de las sociedades modernas y el único crisol en donde se se­paran, después de fundidas, las verdades de los errores.

Otros hay que ... buscan su salida en una transacción, aceptando de la religión y de la Iglesia ciertas cosas y desechando otras que estiman exageradas.  Estos tales son tanto más pe­ligrosos cuanto que toman cierto semblante de impar­cialidad propio para engañar y seducir a las gentes; con esto se hacen jueces del cam­po, obligan a comparecer delante de sí al error y a la verdad, y con falsa modera­ción buscan entre los dos no sé qué medio imposible. La verdad, esto es cierto, suele encontrarse y se encuentra en medio de los errores; pero entre la verdad y el error no hay medio ninguno; entre esos dos polos contrarios no hay nada sino un inmenso va­cío; tan lejos está de la ver­dad el que se pone en el va­cío como el que se pone en el error; en la verdad no está sino el que se abraza con ella.

Supuesta la inmaculada con­cepción del hombre, y con ella la belleza integral de la naturaleza humana, algunos se han preguntado a sí propios: ¿por qué, si nuestra razón es luminosa y nuestra voluntad recta y excelente, nuestras pasiones que están en noso­tros como nuestra voluntad y nuestra razón, no han de ser excelentísimas? Otros se preguntan: ¿por qué, si la discusión es buena como me­dio de llegar a la verdad, ha de haber cosas substraídas a su jurisdicción soberana?. Otros no atinan con la razón de por qué, en los anteriores supuestos, la libertad de pen­sar, de querer y de obrar no ha de ser absoluta. (...)

 Si un pavor religioso no me impidiera poner los ojos en esos tiempos formida­bles, no me sería difícil apo­yar en poderosas razones de analogía la opinión de que el gran imperio anticristiano será un colosal imperio de­magógico..."

 Juan Donoso Cortés (1809-1853) . Obras Completas, Tomo II. Carta al cardenal Fornari

22 abril 2013

Come già ti vedeva. Giuseppe Ungaretti


LA MADRE

E il cuore quando d'un ultimo battito
Avrà fatto cadere il muro d'ombra,
Per condurmi, Madre, sino al Signore,
Come una volta mi darai la mano.

In ginocchio, decisa,
Sarai una statua davanti all'Eterno,
Come già ti vedeva
Quando eri ancora in vita.

Alzerai tremante le vecchie braccia,
Come quando spirasti
Dicendo: Mio Dio, eccomi.

E solo quando m'avrà perdonato,
Ti verrà desiderio di guardarmi.

Ricorderai d'avermi atteso tanto,
E avrai negli occhi un rapido sospiro.


  ( "Sentimento del Tempo". 1930)

[Y cuando el corazón, con un último latido,/ Haya hecho caer el muro de sombra,/ Para conducirme, madre, hasta el Señor,/ Como entonces me darás la mano.
De rodillas, decidida,/ Serás una estatua delante del Eterno,/ Como ya te veía/ Cuando estabas todavía en vida.
Alzarás temblorosa los viejos brazos,/ Como cuando expiraste/ Diciendo: Dios mío, heme aquí.
Y sólo cuando me haya perdonado/ Te entrarán deseos de mirarme.
Recordarás lo mucho que me esperaste/ Y tendrás en los ojos un rápido suspiro.]


19 abril 2013

Lo acabado y lo inacabado

Oímos hablar de 'un trabajo acabado', 'una casa acabada', una labor o un cuadro 'acabados', y entendemos algo bueno, que el trabajo o la casa, la labor o el cuadro están completos, que no hay más que añadir.
Oímos hablar de  'una historia acabada' y  pensamos en una historia truncada, en una  historia infeliz.
Oímos hablar de 'un hombre acabado'  y sentimos lástima.

Y esto es lo que hay, lo acabado, lo que  no se acaba, lo finito y lo infinito,  la de cosas que sabemos sin saber que las sabemos... y una tarde bochornosa y  una pila inacabable de ropa por planchar.

11 abril 2013

El "correctivo" y el edificio. Kierkegaard (2.)


[Las críticas de Kierkegaard al luteranismo oficial, y a la iglesia de Copenhague en particular, siempre van dirigidas a lo que él consideraba sus arreglos con el mundo -o, mejor dicho, con la mundanidad-, tanto en su vertiente social como intelectual. Es decir, tanto a las pretensiones de identificar el cristianismo con el modus vivendi de la buena sociedad danesa, como a los intentos, personificados para Kierkegaard en el  teólogo y obispo Martensen, de compatibilizar la fe con "los vientos" hegelianos (*).
Kierkegaard, aunque nunca dejó de ser luterano, sostenía que el catolicismo, por su defensa del ascetismo, por su conocimiento del hombre más profundo y realista  (el hombre por lo general, más que un ser atormentado, es un tramposo) y por haberse librado de la práctica desaforada de la introspección y la interpretación subjetiva propias del luteranismo, es menos propenso a la contemporización con el mundo.]

(*) Los daneses tenemos un defecto que en la lengua danesa tiene una palabra que le corresponde: «windsluger» (tragavientos). Se emplea generalmente para los caballos, pero puede aplicarse también al hombre. Los alemanes producen el viento y los daneses se lo tragan; he aquí la relación en que se hallan desde hace mucho tiempo daneses y alemanes (Diario, 1854). 

Y a continuación proseguimos con el texto de la anterior entrada:

 ...  "Cuando el catolicismo degenera, ¿qué forma toma la corrupción? La respuesta es sencilla: gazmoñería hipócrita. Cuando el protestantismo degenera, ¿con qué clase de corrupción nos encontramos? La respuesta no es difícil: mundanalidad superficial. Sin embargo, ésta se mostrará con un refinamiento que no puede darse en el catolicismo. Pongámoslos uno frente a otro: la gazmoñería hipócrita y la mundanalidad superficial. Pero mantengo que, por añadidura, hay cierto refinamiento que no aparece en el catolicismo y que se debe a que el protestantismo se construye sobre una presunción. Ése es el refinamiento que quiero mostrar.

    Cojamos un ejemplo muy sencillo. Imaginemos a un prelado católico que es completamente mundano; naturalmente no hasta el extremo de que la ley pueda castigarlo o que la naturaleza misma se tome su venganza. No, pues es demasiado mundano para ser tan estúpido, no, todo está sagazmente calculado (y esto es precisamente lo más mundano de todo) para un disfrute sagaz y, a su vez, para el disfrute de esa sagacidad y, así, toda su vida consiste en el disfrute de todo placer posible de un modo insuperable para ningún epicúreo mundano. ¿Cómo lo juzgaria entonces un católico? Pues bien, supongo que diría (muy acertadamente): No me compete a mí juzgar al alto clero. Y, sin embargo, el católico se daría cuenta inmediatamente de que se trata de mundanidad. ¿Y por qué se daría cuenta enseguida?  Porque, simultáneamente, el católico ve expresado un lado completamente distinto del cristianismo, un hecho que el prelado tendrá que aceptar, pues a su lado camina un hombre que vive en la pobreza y, de este modo, el católico tiene la profunda sensación de que esto es más verdad que la manera de vivir del prelado que, desgraciadamente, no es más que pura mundanidad.

    Ahora imaginémonos, por otro lado, un país protestante, donde no hay ni rastro de catolicismo; donde la gente, hace mucho tiempo, ha aceptado la idea luterana, pero sin su premisa original; donde hace mucho tiempo que se han librado del ascetismo y el ayuno, de los monjes y los que predican el cristianismo en pobreza; y no sólo eso, sino que se han librado de todo ello a conciencia, como si fuera algo ridículo y estúpido, hasta el punto de que si apareciera una figura así, la gente se echaría a reír como si se tratara de una extraña bestia. Se han librado de ello como de una concepción inferior e imperfecta del cristianismo. Imaginémonos ahora en este país protestante a un prelado protestante que es el exacto homólogo del prelado católico. Entonces ¿qué? Pues que en este caso, el prelado protestante disfruta de un refinamiento en el placer, un refinamiento por el que al prelado católico se le haría la boca agua en vano, puesto que en todo el ambiente protestante no hay ni una sola alma viviente que tenga un sentido profundo de lo que significa renunciar al mundo (la suerte de devoción que tenía su parte de verdad aunque fue exagerada en la Edad Media), porque la religión del país está construida sobre el resultado del protestantismo (sin su premisa original), a saber, que la devoción no es más que el honesto disfrute de la vida (que sin duda es maravilloso cuando uno ha sido testigo del miedo, el temblor y la tribulación de Lutero). Así, el prelado protestante posee un refinamiento en el placer, a saber, el refinamiento que supone que sus contemporáneos consideren su disfrute mundano devoción. Mirad, se dicen sus contemporáneos entre ellos (y recordemos que en el catolicismo la situación era que uno le decía al otro: No lo consideremos ni nos mortifiquemos por ello, no es más que simple mundanidad), contemplemos al luterano franco, miradle con su sopa de tortuga, no hay nadie tan entendido como él, miradle en el banquete de ostras, mirad como sabe disfrutar de cada situación que se le presenta y cómo sabe velar astutamente por sus asuntos, así pues ¡admiremos al luterano franco! ¡Vuela alto, muy por encima del inferior e imperfecto ideal de ingresar en un monasterio, de ayunar, de predicar el cristianismo en pobreza, vuela alto por encima de todo ello, en libertad de espíritu y luteranismo franco! Lo noble no es abandonar el mundo, escapar de él, no, el luteranismo genuino es como el prelado, pues esto es devoción. Sus contemporáneos no lo soportan a regañadientes, ni se esfuerzan por ignorarlo, no, lo contemplan con admiración...

    Lutero estableció el más elevado principio espiritual: la introspección pura. Puede llegar a ser tan peligrosa que podemos hundirnos hasta el más bajo de los paganismos bajos (no obstante el más elevado y el más bajo son iguales)... Y así se se puede alcanzar un punto en el protestantismo en que la mundanidad sea venerada y altamente valorada como piedad. Y eso, tal como sostengo, no puede darse en el catolicismo.

   Pero ¿por qué no puede darse en el catolicismo? Porque el catolicismo sostiene la premisa universal según la cual nosotros, los hombres, somos unos granujas. ¿Y por qué se puede dar en el protestantismo? Porque el principio protestante está relacionado con una premisa en particular: un hombre que está angustiado por la muerte, temeroso, tembloroso y atribulado. Y de éstos no hay muchos en una misma generación."

El pensamiento vivo de Kierkegaard. Edición y Prólogo de W.H.Auden. Ediciones Duomo, 2012, traducc. Sofía Pascual,  pp.186-189.

09 abril 2013

El "correctivo" y el edificio. Kierkegaard (1)


 "¿Acaso el catolicismo y el protestantismo no están relacionados el uno con el otro como, por ejemplo -puede parecer extraordinario, pero en realidad es tremendamente físico-, un edificio que no se sostiene, con un contrafuerte que no puede sostenerse solo, aunque el todo que conforman sea incluso muy firme y seguro siempre que el edificio y el contrafuerte se mantengan unidos?  Dicho de otro modo, el protestantismo, el luteranismo, es realmente un correctivo y el resultado de haberlo convertido en regulador ha sido una gran confusión.
[...]
Intentemos desarrollar la idea de manera más clara. Fue después de que un yugo muy pesado hubiera oprimido a los hombres durante mucho tiempo, después de que fueran asustados con la muerte, el Juicio Final y el infierno de generación en generación, con ayunos y azotes, fue entonces cuando se rompió la cuerda. El hombre Lutero se fugó de la celda de un monasterio. Ahora bien, procuremos no separar lo que va junto, el primer y el segundo plano, procuremos no quedarnos con un paisaje sin segundo plano, sin trasfondo, no saquemos conclusiones que carezcan de todo sentido. Lo que Lutero osó hacer fue lo correcto dadas las circunstancias,  pues lo opuesto había sido falsamente exagerado. Entonces, decíamos que Lutero escapó del monasterio. Pero ésta no era realmente la mejor ocasión para contemplar con dulce sensatez cuánta verdad había en lo opuesto cuando no era exagerado. Lutero sabía que no estaba precisamente a salvo y, por lo tanto, era más bien una cuestión de aprovechar la ventaja ganada en la fuga para herir a lo opuesto lo más profundamente posible.

 Ahora veamos el orden de las cosas, tal como estaban cuando Lutero se escapó: estaban equivocadas. Eliminemos la suposicion necesaria para Lutero, y el luteranismo carecerá absolutamente de sentido.  Intentemos imaginar el ataque de Lutero contra lo que consideraba excesivo, en un estado de extrema tensión,  y que ese ataque se convierte en una especie de Resultado, hasta tal punto que desaparece la extrema tensión, y el luteranismo será un absoluto sinsentido. Imaginemos un país, aislado de cualquier influencia católica, al que este Resultado luterano ha sido llevado. Allí la generación actual nunca ha oído hablar de ese aspecto de la cuestión religiosa, expresado a través del monasterio, el ascetismo, etc. y que la Edad Media exageró; al contrario, es educada desde la infancia, suavizada desde la infancia con la idea luterana de calmar las conciencias intranquilas. Sin embargo, es importante señalar que no hay ni una sola alma cuya conciencia necesite ser calmada, ni lejanamente. Entonces ¿qué es el luteranismo? ¿Tiene sentido calmar la conciencia inquieta cuando la suposición "conciencias inquietas" simplemente no existe? ¿Acaso no pierde el luteranismo su sentido y, lo que es peor, no se convierte en un refinamiento que denotaría la diferencia entre la corrupción de un protestantismo degenerado y la de un catolicismo degenerado?

 Y eso es precisamente lo que pretendía mostrar, junto con el hecho de que el protestantismo no está hecho para sostenerse solo."
(Continuará)

El pensamiento vivo de Kierkegaard. Edición y prólogo de W.H.Auden. Ediciones Duomo, 2012, pp.184-186 (en ninguno de los textos seleccionados, titulados y agrupados según el criterio de Auden, se cita la obra de la que provienen. Éste, con el título "Catolicismo-Protestantismo", forma parte del capítulo 6: "Cristo, el tropiezo").
 [La obra de Auden, en tono académico y escrita por encargo,  es una presentación de las ideas centrales kierkegaardianas (lo existencial, el individuo, las tres categorías o estadios, el instante, la angustia, etc). Lo más personal del libro está en  la comparación de Kierkegaard con J.H.Newman, "ese otro gran predicador del S.XIX",  y en la selección en sí.  Auden, según la solapa del libro, nació en el seno de una familia anglocatólica de clase media.]

01 abril 2013

Aurora lucis rutilat: Él sale como esposo de su alcoba

 El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
 Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

 Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como esposo de su alcoba,
contento como un héroe,
a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

... El estupendo salmo 18, cuya primera parte se acaba de proclamar, no sólo es una plegaria, en forma de himno, de singular intensidad; también es un canto poético al sol y a su irradiación sobre la faz de la tierra. En él el salmista se suma a la larga serie de cantores del antiguo Oriente Próximo...
Pero para el hombre de la Biblia hay una diferencia radical con respecto a estos himnos solares: el sol no es un dios, sino una criatura al servicio del único Dios y creador. Basta recordar las palabras del Génesis: «Dijo Dios: haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años; (...) Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche (...) y vio Dios que estaba bien» (Gn 1,14.16.18). [...]
Consideremos ahora la primera parte del salmo. Comienza con una admirable personificación de los cielos, que el autor sagrado presenta como testigos elocuentes de la obra creadora de Dios. En efecto, «proclaman», «pregonan» las maravillas de la obra divina. También el día y la noche son representados como mensajeros que transmiten la gran noticia de la creación. Se trata de un testimonio silencioso, pero que se escucha con fuerza, como una voz que recorre todo el cosmos. [...]
Luego el himno cede el paso al sol. El globo luminoso es descrito por el poeta inspirado como un héroe guerrero que sale del tálamo donde ha pasado la noche, es decir, sale del seno de las tinieblas y comienza su carrera incansable por el cielo (vv. 6-7). Se asemeja a un atleta que avanza incansable mientras todo nuestro planeta se encuentra envuelto por su calor irresistible.
Así pues, el sol, comparado a un esposo, a un héroe, a un campeón que, por orden de Dios, cada día debe realizar un trabajo, una conquista y una carrera en los espacios siderales. Y ahora el salmista señala al sol resplandeciente en el cielo, mientras toda la tierra se halla envuelta por su calor, el aire está inmóvil, ningún rincón del horizonte puede escapar de su luz.
La liturgia pascual cristiana recoge la imagen solar del salmo para describir el éxodo triunfante de Cristo de las tinieblas del sepulcro y su ingreso en la plenitud de la vida nueva de la resurrección. La liturgia bizantina canta en los Maitines del Sábado santo: «Como el sol brilla, después de la noche, radiante en su luminosidad renovada, así también tú, oh Verbo, resplandecerás con un nuevo fulgor cuando, después de la muerte, dejarás tu tálamo». Una oda (la primera) de los Maitines de Pascua vincula la revelación cósmica al acontecimiento pascual de Cristo: «Alégrese el cielo y goce la tierra, porque el universo entero, tanto el visible como el invisible, participa en esta fiesta: ha resucitado Cristo, nuestro gozo perenne».  Por último, otra (la cuarta) concluye: «Cristo, nuestra Pascua, se ha alzado desde la tumba como un sol de justicia, irradiando sobre todos nosotros el esplendor de su caridad».
La liturgia romana no es tan explícita como la oriental al comparar a Cristo con el sol. Sin embargo, describe las repercusiones cósmicas de su resurrección, cuando comienza su canto de Laudes en la mañana de Pascua con el famoso himno: «Aurora lucis rutilat, caelum resultat laudibus, mundus exsultans iubilat, gemens infernus ululat»: «La aurora resplandece de luz, el cielo exulta con cantos de alabanza, el mundo se llena de gozo, y el infierno gime con alaridos» (*)
Juan Pablo II. Catequesis sobre el Salmo 18A. Audiencia general del Miércoles 30 de enero de 2002

 (*) Se trata de un antiguo himno ambrosiano:
Aurora lucis rutilat/ Caelum resultat laudibus/ Mundus exsultans iubilat/ Gemens infernus ululat.
Cum rex ille fortissimus/ Mortis confractis viribus/ Pede conculcans tartara/ Solvit catena miseros.
Ille, quem clausum lapide/  Miles custodit acriter/  Triumphans pompa nobili/  Victor surgit de funere.
Inferni iam gemitibus/ Solutis et doloribus/ Quia surrexit Dominus/ Resplendens clamat angelus.
Esto perenne mentibus/ Paschale, Iesu, gaudium/ Et nos renatos gratie/ Tuis triumphis aggrega.
Iesu, tibi sit gloria/ Qui morte victa praenites/ Cum Patre et almo Spiritu/ In sempiterna saecula.