29 abril 2013
Que no tiene lunar y es recto de suyo. Donoso Cortés (1)
"Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, relativa a Dios, y otra, relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga cuidado de sus criaturas, y del hombre, que sea concebido en pecado. Su orgullo ha dicho al hombre de estos tiempos dos cosas, y ambas se las ha creído: que no tiene lunar y que no necesita de Dios; que es fuerte y que es hermoso; por eso le vemos engreído con su poder y enamorado de su hermosura.
Supuesta la negación del pecado, se niega, entre otras muchas, las cosas siguientes: (...) que la luz de la razón sea flaca y vacilante; que la voluntad del hombre esté enferma; que el dolor sea un bien, aceptado por un motivo sobrenatural, con una aceptación voluntaria; que el tiempo nos haya sido dado para nuestra santificación; que el hombre necesite ser santificado. Supuestas estas negaciones se afirman, entre otras muchas, las cosas siguientes: (...) que siendo sana la razón del hombre, no hay verdad ninguna a que no pueda alcanzar; y que no es verdad aquella a que su razón no alcanza; que no hay otro mal sino aquel que la razón entiende que es mal, ni otro pecado que aquel que la razón nos dice que es pecado; es decir, que no hay otro mal ni otro pecado sino el mal y el pecado filosófico; que siendo recta de suyo, no necesita ser rectificada la voluntad del hombre; que debemos huir el dolor y buscar el placer; que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es bueno y sano de suyo.
De aquí nace y aquí tiene su origen un vasto sistema de naturalismo, que es la contradicción radical, universal, absoluta de todas nuestras creencias. Los católicos creemos y profesamos que el hombre pecador está perpetuamente necesitado de socorro y que Dios le otorga ese socorro perpetuamente por medio de una asistencia sobrenatural, obra maravillosa de su infinito amor y de su misericordia infinita. Para nosotros, lo sobrenatural es la atmósfera de lo natural; es decir, aquello que, sin hacerse sentir, lo envuelve a un mismo tiempo y lo sustenta. (...) Todo este vasto y espléndido sistema de sobrenaturalismo, clave universal y universal explicación de las cosas humanas, está negado implícita y explícitamente por los que afirman la concepción inmaculada del hombre, y los que esto afirman hoy no son algunos filósofos solamente, son los gobernadores de los pueblos, las clases influyentes de la sociedad y aun la sociedad misma, envenenada con el veneno de esta herejía perturbadora.
Aquí está la explicación de todo lo que vemos y de todo lo que tocamos, a cuyo estado hemos venido a parar por esta serie de argumentos.(...) Si la fe no es necesaria la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de la razón; los progresos de la razón dependen de su ejercicio; su ejercicio consiste en la discusión; por eso la discusión es la verdadera ley fundamental de las sociedades modernas y el único crisol en donde se separan, después de fundidas, las verdades de los errores.
Otros hay que ... buscan su salida en una transacción, aceptando de la religión y de la Iglesia ciertas cosas y desechando otras que estiman exageradas. Estos tales son tanto más peligrosos cuanto que toman cierto semblante de imparcialidad propio para engañar y seducir a las gentes; con esto se hacen jueces del campo, obligan a comparecer delante de sí al error y a la verdad, y con falsa moderación buscan entre los dos no sé qué medio imposible. La verdad, esto es cierto, suele encontrarse y se encuentra en medio de los errores; pero entre la verdad y el error no hay medio ninguno; entre esos dos polos contrarios no hay nada sino un inmenso vacío; tan lejos está de la verdad el que se pone en el vacío como el que se pone en el error; en la verdad no está sino el que se abraza con ella.
Supuesta la inmaculada concepción del hombre, y con ella la belleza integral de la naturaleza humana, algunos se han preguntado a sí propios: ¿por qué, si nuestra razón es luminosa y nuestra voluntad recta y excelente, nuestras pasiones que están en nosotros como nuestra voluntad y nuestra razón, no han de ser excelentísimas? Otros se preguntan: ¿por qué, si la discusión es buena como medio de llegar a la verdad, ha de haber cosas substraídas a su jurisdicción soberana?. Otros no atinan con la razón de por qué, en los anteriores supuestos, la libertad de pensar, de querer y de obrar no ha de ser absoluta. (...)
Si un pavor religioso no me impidiera poner los ojos en esos tiempos formidables, no me sería difícil apoyar en poderosas razones de analogía la opinión de que el gran imperio anticristiano será un colosal imperio demagógico..."
Juan Donoso Cortés (1809-1853) . Obras Completas, Tomo II. Carta al cardenal Fornari
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