" ... Aquí se toma a veces como postre compota de manzanas en puré, sin ninguna mezcla, como nosotros.
Las mezclas se llaman fruit fool. Es un poco de compota de frutas en puré, mezclada con muchas custards (químicas) o gelatina, o con otra cosa. El nombre es delicioso.
Pero estos fools no son como los de Shakespeare. Mienten, haciendo creer que son fruta, mientras que en Sh. los locos son los únicos personajes que dicen la verdad.
Cuando vi aquí Lear, me pregunté cómo es que desde hacía tiempo no había saltado a la vista de la gente (yo incluida) el carácter intolerablemente trágico de esos locos. Su dimensión trágica no consiste en las cosas sentimentales que se dice respecto a ellos; sino en esto:
Cuando vi aquí Lear, me pregunté cómo es que desde hacía tiempo no había saltado a la vista de la gente (yo incluida) el carácter intolerablemente trágico de esos locos. Su dimensión trágica no consiste en las cosas sentimentales que se dice respecto a ellos; sino en esto:
En este mundo sólo los seres caídos en el último grado de la humillación, muy por debajo de la mendicidad, no sólo sin consideración social, sino mirados por todos como desprovistos de la primera dignidad humana, la razón - sólo ellos tienen de hecho la posibilidad de decir la verdad. Todos los otros mienten.
En Lear es chocante. Incluso Kent y Cordelia atenúan, mitigan, edulcoran, le ponen un velo a la verdad, andan con rodeos, mientras no están forzados de decirla o de mentir lisa y llanamente.
No sé lo que pasa con las demás obras que ni he visto ni he releído aquí (a excepción de 12th Night). Darling M., si releyeras un poco a Sh. con esta idea, encontrarías quizá aspectos nuevos.
El extremo de lo trágico es que, como los locos no tienen ni título de profesor ni mitra de obispo, y como nadie piensa que haya que prestar atención al sentido de sus palabras -estando todos, por adelantado, seguros de lo contrario, puesto que se trata de locos-, su expresión de la verdad ni siquiera es escuchada. Nadie, incluidos los lectores y espectadores de Sh. desde hace cuatro siglos, sabe que dicen la verdad. No verdades satíricas o humorísticas, sino simplemente la verdad. Verdades puras, sin mezcla, luminosas, profundas, esenciales.
¿Es ese también el secreto de los locos de Velázquez? La tristeza de sus ojos ¿es la amargura de poseer la verdad, de tener, al precio de una degradación sin nombre, la posibilidad de decirla, y de no ser escuchados por nadie? (excepto Velázquez). Valdría la pena volverlos a ver con este interrogante.
Darling M., ¿sientes la afinidad, la analogía esencial entre esos locos y yo -a pesar de la Escuela, la cátedra y los elogios a mi "inteligencia"? [...] Es bien sabido que una gran inteligencia es a menudo paradójica y a veces disparata un poco... Los elogios de la mía tienen como finalidad evitar la pregunta: "¿Dice la verdad o no?". Mi reputación de "inteligencia" es el equivalente práctico de la etiqueta de locos de esos locos. ¡Cuánto más me gustaría su etiqueta! "
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SIMONE WEIL, Escritos de Londres y últimas cartas (Carta a sus padres del 4 de agosto de 1943), Madrid, 2000, Editorial Trotta, Traducción de Maite Larrauri.
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[Hace unos días tuve la oportunidad de asistir en el Museo del Prado a la presentación del último libro del escritor Santiago Miralles: Velázquez y Rubens, conversación en el Escorial, publicado por la editorial Turner. La presentación se abrió con la escenificación de uno de los diálogos que podrían haber sostenido los dos pintores a lo largo de los nueve meses que Rubens pasó en Madrid, corriendo el año 1628, en su doble calidad de diplomático y solicitadísimo pintor. Una conversación entre dos pintores de diferente edad, diferente status y, sobre todo, diferente visión del mundo, con el telón de fondo de la Historia, de la vida en la corte de FelipeIV y del Madrid de aquellos años (el mismo de Lope, Quevedo, Calderón... una conjunción comparable a la de la Atenas de Pericles, apuntó Santiago Miralles), que vale por varios tomos de Historia y dos buenas y voluminosas biografías de los dos pintores puestos frente a frente, como bien dijeron en la presentación. Impresiona escuchar a quienes sólo estamos habituados a ver - y a ver no "a ellos", sino "desde ellos". Fue como caer de repente en la cuenta de que los dueños de esos ojos y esas manos en vida también hablaban. Todavía con el eco de las palabras de los dos pintores, palabras en las que Rubens recrimina a Velázquez su afición a los asuntos menores, como pintar bufones y gentecilla, y le recomienda tratar temas más elevados, cojo anoche mi librito nuevo de S.Weil, como quien vuelve a la patria, y me encuentro estas consideraciones sobre "los locos" de Velázquez en la penúltima carta que dirige a sus padres, ocultando su grave enfermedad, pocos días antes de morir. Aquí van, pues, dedicadas a Santiago Miralles, que hace hablar con amor a Velázquez de sus bufones.]
8 comentarios:
Oh.
Gracias.
Sabía que te gustaría, Enrique. Sin querer matar dos pájaros de un tiro, va también por ti.
Por razones varias.
Gracias.
Yo de Shakespeare estoy pez.
Del que me he acordado es de Gaya: de este texto de Eloy Sánchez Rosillo tan emocionante.
Qué bien que a nuestra Weil le gustasen esos cuadros de Velázquez.
Lo que no me imagino es a Rubens criticándole a Velázquez esos temas, con lo que amaba la vida, toda. Pero ya me leeré ese libro, que tiene muy buena pinta.
Gracias, Crista, me dejas abrumado con esta entrada. Gracias por el texto de Simone Weil y por la dedicatoria.
Está muy bien traída la relación entre los "fools" de Shakespeare y los "hombres de placer" de Velázquez: hoy por hoy los llamamos a todos "bufones", y con esa palabra perdemos muchos matices. Eran, tanto en Shakespeare como en Velázquez, miembros de la Casa del Rey, parte casi casi de su familia, y por eso el uno no se despega de Lear y habla la verdad que el rey no sabe formular, y los otros dan la visión radicalmente humana y sincera de la corte de Felipe IV. No me extraña que Gaya se quedara mudo ante el Niño de Vallecas, mudo y lloroso (gracias a Ángel Ruiz por esa cita). A Velázquez debió de pasarle algo parecido, y por eso lo representó. Rubens (y muchos de sus contemporáneos) seguramente no entenderían ese gusto por el lado sombrío de la luminosa vida del barroco.
Sí, los pintores hablaban, y discutían, y se reían y se equivocaban. Velázquez no se reduce a sus cuadros, ni Shakespeare a sus obras de teatro. Pero es lo que tenemos para intentar imaginarnos cómo eran.
Gracias otra vez,
De Shakespeare puedo decir lo mismo, un par de obras y hace demasiados años, pero dan ganas de seguir el consejo de Weil a su madre y leerlo despacio a la luz de esa idea.
Y su comentario sobre "los locos" de Velázquez, además de recordarme la conversación recreada por S.Miralles, también me hizo acordarme -cómo no- de Gaya.
En su libro "Velázquez, pájaro solitario", y en su distinción entre arte-artístico y la creación que se escapa del molde de "lo artístico", podrías encontrar una de las claves de la diferencia entre Rubens y Velázquez. Lo que sí es cierto es que de esas dos salas bien atestadas de la exposición de Rubens, que podía visitarse después del acto, salí apabullada, como necesitando aire, y Velázquez nunca apabulla. Y sin embargo, está aquella "Ana Dorotea" de Rubens, que me encontré en tu visita al museo ¿Wellington?, con esa mirada, que ya no es cuadro... Yo qué sé. Buscaremos ese libro, que claro que tiene muy buena pinta.
Gracias, Ángel.
Muchísimas gracias a ti, Santiago.
No entiendo como al bajar tu comentario, que me ha dado una alegría para empezar la mañana, se coloca antes de la respuesta a Ángel. Anoche cuando apagué no estaba, que si no, ni loca me acuesto sin contestarte y agradecértelo.
Misterios del Google, mucho menos interesantes que los de los dos pintores.
Tienes razón, sus cuadros, eso es lo que tenemos. Y de Rubens, con esa vida tan rica, puede que algo más, pero Velázquez es un completo misterio. Por eso, verlo cobrar carne, y hablar, y oírlo conversar con Rubens -dos genios frente a frente, que no es lo mismo que enfrentados, lo que compartían, lo que nunca podrían compartir...-, verlo, como en su pintura, pero hecho palabra, fue impactante. Y apasionante.
Y Weil es otro genio. Es muy significativo que precisamente hable sobre esos "locos" a sus padres y en una de sus últimas cartas. Murió pocos días después. Los moribundos también dicen la verdad, como los locos. Me alegró mucho encontrármelo justo después de la presentación de tu libro.
Muchas gracias siempre a ti, enhorabuena y un abrazo.
Muy buen paralelismo entre Shakespeare y Velázquez: lo veo muy acertado. En Shakespeare, me parece que el significado es especialmente "coral", y lo que dice el loco/bufón contrapesa lo de los demás, de modo que tenemos esas visiones "multifocales" que siempre te dejan un tanto indeciso sobre qué pensaba Shakespeare en el fondo sobre el sentido de la obra, de la vida.
Es muy interesante lo que dices sobre el significado coral, José Manuel. Estaría bien, entonces, releerlo (o leerlo, que me están entrando muchas ganas) rastreando lo que sugiere Weil: que el Shakespeare más auténtico se manifiesta en las palabras de esos locos. A mí me hizo acordarme del discurso de Tersites en la Iliada: bizco, cojo, contrahecho... y la voz de los que siempre pierden y no acaban de entender lo que pintan allí. Y de cómo le arrean con el cetro y todos acaban riéndose de él. Un pasaje en el que, cómo nos enseñó el sabio Ángel Ruiz, Homero parece criticarlo, pero bien que le deja hablar.
Es un gran tema ése, el de la verdad y sus a veces obligados ropajes, pero verdad que ahí queda.
Que disfrutes de tu estancia mallorquina y gracias por ese taller de escritura, que es un placer seguirlo aunque sea a distancia.
12:34
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