En el metro, en la estación de principe de Vergara, junto a las escaleras mecánicas, hay un hombre que todas las mañanas se sienta a cantar canciones de amor. Tiene un ipod conectado a un altavoz en el que selecciona las canciones, mirando la pantallita y moviendo una rueda con mucha concentración, como si no valiera cualquiera, como si cada momento requiriese una y solamente una; y cuando encuentra la necesaria, conecta, se yergue, se desparraman los primeros acordes por los andenes y las escaleras, y empieza. Lo hace tan bien, con un porte tan digno y señorial, y con una distancia, casi diría conmiseración, mientras canta y nos observa correr y transbordar y subir y bajar, que da apuro acercarse a dejarle algo en el platillo. Es él quien parece que nos lo deja. A veces la canción se me queda pegada y me paso todo el día canturreándola, todo el día con el gato que está triste y azul, o con el millón de amigos. No hace falta decir que tiene predilección por Roberto Carlos.
Esta mañana estaba cantando esa canción de Perales que dice "cada vez que te beso me sabe a poco...", y mientras las escaleras nos subían a todos bien apiñados, atacó el estribillo : "Te quiero, te quiero... ". Y ahí, al oírselo cantar, al empezar a seguirle para mis adentros, me di cuenta. Sentí, oyéndole pronunciarlo, que lo que él decía no era lo mismo que lo que canturreaba yo. Que había una diferencia inevitable. Que el "te quiero" del hombre dice algo distinto del "te quiero" de la mujer. Cuando el hombre dice "te quiero", está diciendo "te quiero para mí" -ahí estaba, ese punto de ansia, ese requerimiento urgente en la voz del cantante. Cuando es una mujer, lo que está diciendo es "aquí estoy para ti". Eso se canta de otro modo. Al llegar arriba, terminaba el estribillo: "...como la tierra al sol". Justo. Más claro, agua.
Que esa canción la ha escrito un hombre, es evidente. La mujer no quiere como la tierra al sol, las mujeres quieren como el sol a la tierra.
16 comentarios:
¡Fantástico!
Suso, venía a añadir que hay excepciones, para curarme en salud. Pero si a ti te parece fantástico, tal cual se queda. Muchas gracias.
Yo también creo que hay excepciones, pero ya se sabe... la excepción confirma la regla.
Conclusión inevitable: la autora es un sol, y sus congéneres igualmente; y los hombres, modestos (en comparación) planetas que giran en torno a ellas. Bueno, digo yo. No sé, no sé, creo oír decir, bajito, a la modestia.
Haberlas, haylas, Sr. Marlow, entre ellos y entre ellas, pero yo también creo que confirman la regla.
Y que conste que no lo digo para provocar, aunque sabía que iba a hacerlo, lo digo desde el fondo del alma.
¿Por qué le parece a usted que la tierra es más modesta que el sol, Sr. marinero? ¿Quién sirve a quién?
Me alegra verle por aquí. Es más, como que le esperaba.
Gracias por lo de la espera. Y hombre, todo puede discutirse; pero, en principio, el sol parece más, digamos, relevante que los planetas que giran en torno a él. Prueba de ello, si hiciera falta alguna, el puñado de planetas que lo hacen, y la falta, hasta donde se sabe, de un puñado de soles que giren en torno a un planeta. No es seguro, pero sí probable, que nuestro sol pudiera subsistir sin ellos (muchas estrellas lo hacen); el futuro que esperaría a los planetas, y en particular a la Tierra, si el sol desaparece, semeja bastante oscuro. Y frío.
Marinero, me quedé pensando y venía a corregir la respuesta añadiendo un 'más?: ¿Quién sirve, más, a quién? Porque un sol sin tierra a la que calentar es un triste y absurdo sol.
Los otros planetas...mmmm, no sé qué decirle.
Se me ocurre ahora que lo del amor de la tierra y el sol, como todo, viene de lejos. Déjeme usted que guglee un poco, que no me acuerdo bien de la relación que existía entre Gea y Helios, y a ver si me aclaro con lo del resto de los planetas.
¡Cuidado con las analogías estelares, señora mía! La mayoría de las estrellas (es decir, de los soles) al acabar su vida se convierten supernova, estallando y fagocitando todo lo que tienen alrededor...
No es buena la analogía, no. Están las radiaciones ultravioleta, tan peligrosas (aunque es verdad que hay mujeres muy peligrosas), y esa capa de ozono que necesita la tierra para protegerse del sol, a la que prefiero no buscarle equivalencia. Tampoco por el lado mitológico tiene arreglo, entre otras cosas porque por lo general la tierra es femenina y el sol masculino...
Tendré que hablar con Perales.
Por mi parte lo dejo en que, aunque digamos lo mismo, no decimos lo mismo. Muchísimas gracias
Fantástico el relato, quería decir. Que uno sea tierra y la otra sol, o no, o al revés, pues da un poquito igual si hay amor y las cosas rulan bien.
Besos.
Eso es, Suso, que rulen. Con todo yo sostengo, aunque tenga que ampararme en la quinta enmienda, que el "te quiero" de la mujer es distinto del "te quiero" del hombre (Y mira que tengo dos veinteañeros que me cuentan y me insisten en que las chicas son guerreras y "ya" no son así...)
Lo que también te digo es que ese hombre del metro canta tan bien y con tanto sentimiento que se transparentaba todo el fondo del "te quiero", y ahí había algo que no habría estado si hubiera sido una mujer quien lo cantara. Por guerrera y veinteañera que fuera.
Besos también para ti.
"te quiero para mi" y "aqui estoy para ti". Parece un encuentro perfecto.
De ser siempre así sería perfecto, las cosas empiezan a no encajar cuando alguno ya no dice "te quiero", que suele ser pronto.
Hombre -¿o mujer?-, claro, el enamoramiento recíproco es perfecto. Esos son los "te quiero" de los que hablaba, los del enamoramiento: él y ella mirándose a los ojos y el mundo esfumado. Si eso no encaja....
Lo que ocurre es que no puede -ni me parece que deba- "ser siempre así". Para la vida de diario, vueltos los dos al mundo, rigen otros principios, no sé si me explico. Ahí las cosas encajan, o "rulan", como dice Suso Ares, de otro modo.
Los "te quiero" también van siendo de otro modo. A veces se dicen menos porque se quiere más.
Gracias por la visita.
Yo no sé si estoy de acuerdo con que vosotras amáis de un modo y nosotros de otro, ni si el afán posesorio es más masculino que femenino, ni siquera que la mujer ame como el sol.... Porque, ay, se te ve el plumero germánico: die Sonne, no podía ser de otro modo. Hay algo fascinante en eso de que los latinos veamos al sol con barba, los germanos con largas pestañas, y los anglos asexuado.
Pero lo mejor de tu entrada ha sido la multitud y celeridad de comentarios, de donde se deduce que la entrada es, como todas las tuyas, preciosa, y que a la gente el tema de los amores le importa, y mucho.
Mira, Santiago, que estaba extrañada de que nadie, sobre todo varón, me negase la principal, que viene a decir exactamente lo que tu dices: "afán posesorio" por una parte y "entrega" por la otra.
Ya sé que por la primera parte suena mal, y por la segunda anticuado, pero creo que es una verdad como un pino, algo así como un instinto básico y primitivo que sale de los adentros en el "te quiero" de los enamorados y en los arranques de pasión. Otra cosa es el quererse posterior, que es verdad que hay hombres muy entregados, y también mujeres muy déspotas.
Y tú, que dices que no sabes, hazte una composición de lugar, imagínala a la luz de la luna con el mar de fondo, tan sonriente y guapísima como está, mírala a los ojos, y escúchate decir ese "te quiero" primitivo. ¿Le estás diciendo "soy tuyo" o "ven p'acá pa'mí"? Pero si hasta se le nota a Fischer-Dieskau cantando en alemán, que no existe la ambivalencia del "quiero"... Bueno, pues ella no te dice lo mismo; y si no, pregúntale.
Sí que es curioso lo de la sol y el luna, la tierra, sin embargo, es claramente femenina. La culpa la tiene Perales que me lió.
Muchas gracias, Santiago, y mil enhorabuenas.
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