(Cont.)
"...No obstante, trataré de darte algún consejo. Me dices que lo que más te aleja de la Confesión es la extrema mediocridad de tantos sacerdotes. Es decir, que querrías que Dios gobernara su Iglesia por medios humanos, pero sigamos. Desearías que el sacerdote fuese un profundo moralista. Pero, desdichada criatura, si es diez mil veces mejor que eso... Añades que querrías una penitencia proporcionada a la falta. Esta última frase, perdóname que te lo diga, no es más que charlatanería sentimental. Santa Catalina de Génova caía desfallecida cuando Dios consentía en mostrarle a la vista el horror de un solo pecado venial. ¡Y tú, tú querrías ser juzgado! Me empiezas a dar miedo. ¿Cómo podríamos vivir si Dios nos mostrara a nosotros mismos tal como somos? Por eso es necesario que nos hayamos vuelto inmortales antes de que llegue la hora de nuestro Juicio. Acuérdate bien, ese es el triple fondo de la doctrina. Me dices, en fin, que es posible que el orgullo tenga algo de parte en tus consideraciones. ¡Desde luego! ¡Puedes estar seguro! Y sobre todo tiene parte la mucha ignorancia. La confesión no debe ser discutida por almas tan nobles como la tuya ni siquiera en la práctica. Eso hay que dejarlo para los bribones. Lo que hay aquí de particularmente inaudito es la debilidad misma del instrumento. Si un sacerdote fuera completamente imbécil, sólo me parecería aún más sublime. Pensaría que el Hijo de Dios, con la Sabiduría del Todopoderoso y del Dios de la Ciencia, escoltado por novecientos millones de espíritus celestiales, desciende cada día de lo alto de los cielos hasta la voz de esa pobre criatura, y quedaría deshecho de admiración y de fe.
Sólo me quedan dos cosas por decirte y ojalá puedan llegarte al corazón. En primer lugar: No existe ningún caso en el que un alma arrepentida no termine por encontrar la dirección que necesitaba. Dios jamás permite que una inquietud tan santa permanezca estéril. En segundo lugar: Hay tres personas en la Confesión: Jesucristo, el confesor y el penitente. Es una imagen absolutamente exacta y profunda de la Santísima Trinidad (si tuviera tiempo intentaría desarrollarte esta idea, que es prodigiosa). Estas tres personas concurren en una sola acción, pero son perfectamente distintas unas de otras, y cada una de ellas tiene su propia función. Nuestro Señor Jesucristo y el confesor no lo hacen todo. Es necesario que tú, el penitente, te esfuerces en volar un poco con tus propias alas. Dios ha concedido libertad al alma del hombre para que haga uso de ella. Tienes que procurar leer libros capaces de transmitirte la admiración de Dios, de provocarte al amor. Tú tienes imaginación, pues bien, lee libros elocuentes: los Sermones y las Meditaciones de Bossuet, las Cartas espirituales de Fénelon, el Amor a Dios de san Francisco de Sales, lee al Padre Faber, ese segundo Shakespeare que ha dado Inglaterra. Reza mucho y confiésate por obediencia. Comulga por obediencia. Muy pronto lo harás por amor.
Y con esto he terminado. ¿Qué más podría decirte? He puesto mi corazón en esta carta. Si algunas de las cosas que en ella has de encontrar, te parecen duras y te causan pena, perdóname, te lo ruego. He hecho cuanto estaba en mis manos. Dentro de algunos días te estrecharé entre mis brazos. Llegaré a París el sábado próximo... Ese día es la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, es decir, la conmemoración del día en que santa Elena, madre de Constantino, encuentra la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén; esa reliquia más preciosa que todos los mundos, cuya sola visión hizo expirar de amor a un santo que acudió a verla. Yo no escogí el día de mi llegada a París, así que nuestro encuentro me parece muy significativo. Voy a París, para quedarme y sin proyecto alguno. Baste con decirte que yo también encontraré la Cruz. Vuelvo tan pobre como cuando lo dejé, pero quizá con un poco más de coraje y de confianza en Dios, que, así lo espero, me dará fortaleza. Ya te explicaré cuando hablemos por qué se me ha hecho imposible alargar la estancia aquí. ¡Pero fíjate qué extraño! He sufrido mucho en Périgueux, he deseado con todas mis fuerzas abandonarlo, y resulta que en el momento de partir siento que mi corazón se quiebra. La alegría de volveros a ver, mis buenos y fieles amigos, esa alegría que habría juzgado capaz de consolarme de todo, no endulza de ninguna manera la amargura inexplicable y horrorosa de esta marcha. ¡Ya ves! Había echado raíces. ¡Me admira lo admirablemente organizado que estoy para no ser jamás feliz en el mundo!"
-Léon Bloy, Lettres de jeunesse, 1870-1893, Lettre IX. Périgueux, 25 avril 1873 [ la traducción es mía; los subrayados, suyos]
Sólo me quedan dos cosas por decirte y ojalá puedan llegarte al corazón. En primer lugar: No existe ningún caso en el que un alma arrepentida no termine por encontrar la dirección que necesitaba. Dios jamás permite que una inquietud tan santa permanezca estéril. En segundo lugar: Hay tres personas en la Confesión: Jesucristo, el confesor y el penitente. Es una imagen absolutamente exacta y profunda de la Santísima Trinidad (si tuviera tiempo intentaría desarrollarte esta idea, que es prodigiosa). Estas tres personas concurren en una sola acción, pero son perfectamente distintas unas de otras, y cada una de ellas tiene su propia función. Nuestro Señor Jesucristo y el confesor no lo hacen todo. Es necesario que tú, el penitente, te esfuerces en volar un poco con tus propias alas. Dios ha concedido libertad al alma del hombre para que haga uso de ella. Tienes que procurar leer libros capaces de transmitirte la admiración de Dios, de provocarte al amor. Tú tienes imaginación, pues bien, lee libros elocuentes: los Sermones y las Meditaciones de Bossuet, las Cartas espirituales de Fénelon, el Amor a Dios de san Francisco de Sales, lee al Padre Faber, ese segundo Shakespeare que ha dado Inglaterra. Reza mucho y confiésate por obediencia. Comulga por obediencia. Muy pronto lo harás por amor.
Y con esto he terminado. ¿Qué más podría decirte? He puesto mi corazón en esta carta. Si algunas de las cosas que en ella has de encontrar, te parecen duras y te causan pena, perdóname, te lo ruego. He hecho cuanto estaba en mis manos. Dentro de algunos días te estrecharé entre mis brazos. Llegaré a París el sábado próximo... Ese día es la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, es decir, la conmemoración del día en que santa Elena, madre de Constantino, encuentra la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén; esa reliquia más preciosa que todos los mundos, cuya sola visión hizo expirar de amor a un santo que acudió a verla. Yo no escogí el día de mi llegada a París, así que nuestro encuentro me parece muy significativo. Voy a París, para quedarme y sin proyecto alguno. Baste con decirte que yo también encontraré la Cruz. Vuelvo tan pobre como cuando lo dejé, pero quizá con un poco más de coraje y de confianza en Dios, que, así lo espero, me dará fortaleza. Ya te explicaré cuando hablemos por qué se me ha hecho imposible alargar la estancia aquí. ¡Pero fíjate qué extraño! He sufrido mucho en Périgueux, he deseado con todas mis fuerzas abandonarlo, y resulta que en el momento de partir siento que mi corazón se quiebra. La alegría de volveros a ver, mis buenos y fieles amigos, esa alegría que habría juzgado capaz de consolarme de todo, no endulza de ninguna manera la amargura inexplicable y horrorosa de esta marcha. ¡Ya ves! Había echado raíces. ¡Me admira lo admirablemente organizado que estoy para no ser jamás feliz en el mundo!"
-Léon Bloy, Lettres de jeunesse, 1870-1893, Lettre IX. Périgueux, 25 avril 1873 [ la traducción es mía; los subrayados, suyos]
20 comentarios:
Hay en el texto una reflexión muy profunda sobre la naturaleza de los sacramentos. No constituyen un simple ritual sino una manifestación evidente de lo sagrado.
Sobre el origen de la confesión es interesante el estudio histórico de Jean Delumeau: La confesión y el perdón, publicado en Alianza.
Reciba usted mis saludos.
Bloy es así, profundo y furioso. Un señalador furioso de lo sobrenatural en un mundo que no le deja sitio. Unos por rechazo, y otros -los que más furioso le ponen-, los católicos acomodaticios, porque lo degradan y hacen de lo sagrado un uso social.
Yo siempre he relacionado con la confesión y el perdón esas palabras de Cristo: Venid a mí los que estais agobiados que yo os aliviaré. Eso es el perdón.
Muchas gracias por su comentario, señor del Retablo, y por la recomendación del libro.
Saludos para Vd.
Es una carta admirable (y muy bien traducida): muchísimas gracias -que conste.
Es una carta larga larguísima -y eso que dice que no sabía qué responder- y llena de fogonazos, como todas las de "juventud". Todavía no tenía deudas, ni amenazas de desahucio, ni niños enfermos con la despensa vacía (a veces da pena leerlo sabiendo lo que le espera). Tampoco se había encontrado con Jeanne Molbech, y se le nota (eso da alegría saberlo).
Hablando con Suso sin saber defenderlo bien -es curioso que casi siempre haya que defenderlo: de pedigüeño, de apología del sufrimiento, de violento, de bocazas... -, me di cuenta de lo abandonado que le tenía. Voy a traerle más a menudo(y no creas, cuando lo lees en francés tiene un nervio y un brillo..., pero gracias, que conste).
Por cierto, la respuesta de Arcadi Espada a ese artículo de Cercas en defensa del género periodístico "mixto", tan peligrosamente cercano a una defensa de la "mistificación", en la que desde luego cae con la alusión a Hitler como "cruzado contra el embuste" (!) y el golpe bajo de que "el énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso" (!!!), me recordó completamente a Bloy. Bloy habría hecho lo mismo que Espada, darle a probar de su propia medicina, a ver qué cara de "agélastes" se le ponía. Aunque, teniendo en cuenta su consideración por la figura de "la prostituta", el bulo (ahora sí lo llaman "bulo") lo habría mandado a otro sitio.
Afortunadamente siempre habrá Bloys.
Yo estoy siguiendo con muchísimo interés lo de Arcadi Espada. Rico y Cercas son unos tontos que se escoden en la literatura sin saber que también es verdad.
Sobre todo, que no puede ser "mentira", que la "mentira" niunca puede ser un recurso literario. Lo gracioso es que, cuando son ellos los que "mienten", lo llaman imaginación, humor, ficción..., cuando "el humor" les cae sobre la cabeza, lo llaman "calumnia".
Hacía mucho tiempo que no me sublevaba un artículo (hasta el próximo de Pecesbarba) como ese de Cercas justificando a Rico. El recurso a Hitler es innoble, y la burla y la descalificacion general de todo el que ponga empeño en la defensa de la verdad es algo vomitivo.
Y también le toca de cerca a Cercas otro tema interesante, que es el de la justificación de las "manos sucias" ("es imposible terminar con 40 años de sangre y de mierda sin herirse ni mancharse", dice en "Adiós, amigos" que también es para cogerlo con pinzas), el mismo que está en el fondo de la última preguntita de Leguina "¿de verdad queremos que desaparezca la corrupción?". En fin...
Bloy decía "on ne voit bien le mal de ce monde qu'a condition de l'exagérer". Eso es lo que ha hecho Espada.
Gracias, Ángel, me preguntaba cómo lo veías.
Suelo estar callado cuando paso por aquí, pero tengo que agradecerte esta carta tan magnífica de Bloy. Es curioso lo que me pasa con este escritor. Lo he leído poco y con prejuicios. Me cae muy mal desde que leí su diario, no lo puedo evitar. Pero aquí y allá leo fragmentos suyos, citados por otros, que son geniales. Lo he leído mal, claro, o no le he sabido sacar todo el partido.
Es lo que pasa con Bloy, Javier, que además de acuerdos o desacuerdos, provoca afectos o desafectos, y muchas veces en correspondencia inversa. Hay gente que está fundamentalmente de acuerdo pero a los que les cae fatal, y viceversa. Supongo que tiene que ver con que es demasiado visceral, y eso despierta sintonía o rechazo al mismo nivel. Algo de eso hay. A mí que me cae de miedo, además de por bueno, clarividente, genial y muerto de hambre, precisamente por visceral y bocazas, me sorprende un montón esa especie de antipatía o prevención generalizada, pero es cierto que la despierta.
Intentaré remediarlo, quizá es que la primera imagen que tuve de él fue a través de los ojos de su mujer, ya viuda, en el prólogo de las Cartas a la novia..., quizá es que él se vende muy mal, vamos, que no se vende en absoluto... tengo que pensarlo, a ver si consigo que os caiga mejor.
Muchas gracias, Javier.
Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con Cercas, o con Rico, o con ambos; es cosa de cada cual. Ahora, considerar que porque Rico mintiese sobre su condición de fumador (que, en cualquier caso, no deshonra a nadie) y Cercas defendiera su actitud, se puede contestar a esa defensa con una calumnia (que lo es, porque se trata de una atribución deshonrosa, condición que, repito, no estaba ni en la falsedad de Rico ni en la defensa de Cercas) es, para mí, no saber dónde están ciertos límites. Límites que Arcadi Espada claramente ha traspasado con su actitud.
No, oiga: yo no sé si a alguno de los que aquí lo apoyan le daría igual una mentira sobre la condición de fumador de alguien -un hermano o un hijo, digamos- o la de haber sido detenido en una redada en un burdel. Yo veo una diferencia clarísima, la que hay entre la simple mentira y la mentira dicha con la intención expresa de difamar -la calumnia, por tanto. La ética cristiana, y la simple ética civil, las distinguen perfectamente, a mi parecer. Y Arcadi Espada, al olvidar deliberadamente algo tan obvio, ha quedado como un... (aquí, ponga cada uno el término que mejor le parezca ajustarse al caso).
El fin no justifica los medios; y el medio empleado por él en este caso es viscoso y repugnante, como el fango en que él mismo se sumerge al emplearlo.
Le contesta el mismo Cercas: "Por lo demás, tampoco niego que algún lector pueda confundir las cosas y creer que Rico no fuma y que la madre de Millás es una enana borracha y porrera, igual que no puedo negar que ha habido perturbados que, después de ver Superman, se han tirado por la ventana convencidos de que volarían; lo que sostengo es que ese es un riesgo que merece la pena correr, y que escribir para agélastes y perturbados es una falta de respeto al lector."
Pues bien, ¿cree usted que hay algún perturbado que se haya creído lo del burdel? Según Cercas, aunque lo hubiera, es un riesgo que merece la pena correr.
La supuesta "calumnia" está confeccionada siguiendo al pie de la letra todo lo defendido por Cercas, que le recuerdo que comienza su artículo calificando a su oponente en la "polémica pública sobre el uso de la ficción en el periodismo" (así la califica el País: "polémica pública") de mentiroso indudable y de nazi.
¿Le parece a usted que después de esas acusaciones, que zanjan definitivamente la posibilidad de seguir dialogando, queda otro recurso que el de hacerle ver al acusador en sus propias carnes el alcance de las memeces que está diciendo?
Lo que no tiene nada de cristiano es abrir la puerta a la mentira y al tratamiento "imaginativo" de la realidad que Cercas abre, sobre todo porque el común de los mortales, susceptible de ser tratado "imaginativamente", no tiene al País detrás para rasgarse las vestiduras a los dos minutos de publicado el bulo. El común de los mortales tendría que echárselo a la espalda, Cercas ya se sabe que no.
¿Le parece a usted de recibo este parrafito?: "Exigimos una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las diseminan a través de la prensa". ¿Quién escribió eso? Adolf Hitler, en 1920. ¿Qué significa eso? Significa, al menos, que hay que desconfiar de los cruzados contra el embuste, porque el énfasis en la verdad delata casi siempre al mentiroso". ¿No le parece que son esos precisamente los medios viscosos y repugnantes -equiparar la censura, el abuso de poder y el terror al énfasis en la verdad- que sumergen en el fango a quien los emplea?
La respuesta a la pregunta última de Cristina es que no, que no me lo parece. Todas las afirmaciones sobre lo que uno ha dicho pueden formar parte, con mejores o peores modos -eso es discutible- de una polémica; la mentira deliberada, y con intención de difamar, inventando algo que uno no ha hecho, es asunto completamente distinto: pertenece a otro orden de cosas, en absoluto comparable con el primero. Vuelvo a repetirle que se ponga en la piel de la persona así agredida (porque ésa es la palabra). ¿Le parece que yo en nada cambiaría mi planteamiento o mi actitud si, abandonando brutalmente la polémica que podemos sostener sobre este asunto, pasara a acusarla en público, a ella personalmente y con nombre y apellidos, de cualquier asunto más o menos deshonroso? ¿No ve, de veras, ninguna diferencia entre una cosa y otra? Pues entonces yo debo ser muy raro, porque para mí no hay ninguna duda: quien hace lo segundo, como el "señor" Espada (que en esto demuestra no serlo) simplemente se salta las reglas del juego, rompe la baraja y saca un arma. Eso no es continuar, aunque sea por otros medios, la partida de cartas: es interrumpirla brutalmente y dejar de respetar cualquier norma. Es pasar de ser un jugador, más o menos criticable en sus modos, a ser un gángster. Y quien hace eso pierde toda justificación; no vale que diga después que "jugaba de un modo que me ponía nervioso". Puede, pero jugaba, es decir, sostenía un intercambio de pareceres, todo lo discutibles que se quiera; pero lo que usted ha hecho, señor Espada, digo señor gángster, es otra cosa, y le pone fuera de la ley. No confundamos los términos.
Si Cristina hubiera utilizado los argumentos del señor Cercas, si se hubiera burlado y tildado de Hitler a los que dicen que una cosa es la ficción, otra cosa es la opinión y otra cosa es la noticia, defendiendo el género "potaje", y después se viera de ingrediente en un guiso "deshonroso" (suponiendo que algún perturbado se lo tragara y teniendo la prensa a mi disposición para devolverme la honra, insisto), Cristina pensaría que le está bien empleado y se replantearía sus posturas.
El arma cargada, según yo lo veo, la puso el Sr. Cercas sobre la mesa, el sr. Espada la giró para que viera que los disparos pueden hacer pupa.
Si se dirige al Sr. Espada, deberá ir a su Blog, porque por aquí sólo entran cuatro gatos y un marinero.
Cristina le desea buenas noches y dulces sueños.
Bien, termino. Es evidente que no nos entendemos. Recuerdo un viejo chiste gráfico de Gila, publicado en "Hermano Lobo": se veía en él a un individuo apuñalando a otro; y, como un tercero se lo recriminaba, su respuesta era: "Pues que deje de llamarme asesino". Evidentemente, estaba equivocado: lo que el otro hubiera podido decirle no justificaba la agresión.
Esa idea de que la calumnia es sólo, a la manera de Clausewitz, la continuación de la polémica por otros medios (o, visto lo que a veces se lee sobre este asunto, por los mismos medios) es falsa: se trata de dos cosas completamente distintas.
Y eso nada tiene que ver con la posible orientación política: si el calumniado hubiera sido Arcadi Espada, y Cercas el calummniador, pensaría exactamente lo mismo.
Repito, y termino: el fin no justifica los medios; hay medios que envilecen sin remedio a quien los emplea.
Sí, envilece equiparar la campaña legal exigida por Hitler al énfasis en la verdad, y envilece sostener que hay que desconfiar de "los cruzados contra el embuste" (que le recuerdo que murieron a miles o a punto estuvieron y le hablo de muy primera mano), porque tras ellos se oculta un mentiroso.
Eso, y que se quiera dar carta blanca al embuste, que podría caer sobre cualquiera sin los medios de defenderse con que cuenta el sr. Cercas (de quien no hay nadie que al instante no supiera que nunca pisa un burdel), es vil y repugnante.
Desde el principio estaba claro que no nos íbamos a entender, y bien que lo siento.
Hay un pequeño detalle curioso en toda esta historia. Cercas había presumido de ir a prostíbulos, de modo que su presencia en el de Arganzuela no debería ser calumniosa para él. Lo que le ofende, supongo yo, es la postura ridícula del detenido por la policía en ese trance. Sigo con interés la polémica, pero no sé si esto se ha dicho.
Por lo demás, acierta CB al ver un rasgo muy Bloy en la jugada de Arcadi Espada.
Qué bueno. Iría para tomar notas, para "documentarse".
Que, como me comentaban con guasa hace unos días, es lo que hacen ahora los novelistas. Se meten un año en un barco, o se van a hacer un tour por Siberia creyendo que a la vuelta les van a salir unas Memorias del subsuelo a lo Dostoievski. Al sr. Cercas lo mandaría yo para documentarse a los años de las "campañas legales contra los que propagan mentiras deliberadas" de Hitler, para que entendiera quién era quién, viera los 'agélastes' caídos en la acera, después de que los arrojaran desde un quinto piso, y se le quitaran las ganas de broma y juegos con la verdad.
Sólo una precisión, en un asunto que requeriría muchas: el "documentarse" un novelista no es cosa de "ahora". Es sabido, él mismo lo contó, que exactamente eso hacía Galdós para escribir sus novelas, y que por ejemplo para "Misericordia" estuvo visitando repetidamente el tipo de ambiente madrileño en que la novela se desarrolla. La información no es mala; lo decisivo es la capacidad de transformarla en conocimiento, y, si son (tan) propicios los astros (Borges dixit), en sabiduría.
Lo que Borges dixit no lo sé, pero al autor de La Roca y de esa gradación, o degradación: sabiduría-conocimiento- información, creo que le parecía más bien un viaje sin retorno. Ese es el tema, sr. marinero, qué más le voy a contar si ha puesto usted el dedo justo en la llaga.
Un abrazo.
No sé si a Eliot le parecería realmente un viaje sin retorno. Pero sí sé, o por lo menos creo con toda convicción, que no sólo el viaje tiene retorno, sino que sólo se puede llegar a la sabiduría por el conocimiento, y al conocimiento por la información. O sea, me parece un proceso natural. No digo "normal", porque es, entiendo, cosa extraordinariamente difícil; pero también, efectivamente, natural y posible.
Tendríamos que empezar por ponernos de acuerdo en la definición de los términos. Qué es información, y si lo entendemos como mera acumulación de datos o como otra cosa. Qué es conocimiento, y si lo entendemos como la integración de esos datos en una estructura de sentido o como otra cosa. Y qué es sabiduría, y si lo entendemos como algo que no pertenece estrictamente al orden intelectual, sino al moral, un saber hecho vida, o como otra cosa. Lo que espero que me concederá es que de la información al conocimiento hay un salto que puede darse o no darse, luego no es la información la que produce el conocimiento. Y del conocimiento a la sabiduría otro salto, éste mayor aún (todos conocemos eruditos perdidos en su erudición que se olvidan de ser personas) Luego no es el conocimiento el que produce la sabiduría. Como todo esto sería muy largo y acabaríamos llegando a un punto en el que una vez más no podríamos estar de acuerdo, sólo le digo, a propósito de Eliot, que observe que lo que dice es: "Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,/toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,/ pero la cercanía a la muerte no nos acerca a Dios./¿Dónde esta la Vida que hemos perdido viviendo?/ ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?/ ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?/ Los ciclos del cielo en veinte siglos/nos alejan de Dios y nos acercan al Polvo....
Es decir: Eliot habla de un proceso de pérdida, de sustitución de realidades por sucedáneos, de cosas que ocupan el lugar de otras y no dejan ver su falta... Por eso es difícil el retorno, sobre todo porque la pérdida es general, social, y el retorno es uno a uno. Dicho en otros términos: las cuestas abajo, de Dios al Polvo, las rodamos nosotros de miedo (rodar sí es un proceso natural), pero las cuestas arriba necesitan Gracia.
Saludos y buena noche, sr. Marinero.
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