22 abril 2020

Resistir sin odio ("Insumisos" de Tzvetan Teodorov)



En estos días de lecturas atrasadas, le ha tocado el turno a "Insumisos", un libro de Tzvetan Todorov tan atrasado que ni me acordaba de que lo tenía pendiente. Entre sus páginas guardaba la estupenda reseña de Rafael Narbona, titulada "Resistir sin odio", que me animó a comprarlo.

Antes de empezar la lectura, releyendo la crítica de Narbona para reavivar el apetito, me encuentro con esto:

... En el preludio de Insumisos, Todorov advierte que la democracia sólo puede sobrevivir como un ideal y cita una frase de Emmanuel Lévinas para identificar la esencia de lo ético: «El único valor absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad al otro sobre uno mismo»


Le daba vueltas a lo de conceder la prioridad al otro, que en principio como alegato contra el egocentrismo y el egoísmo salvaje está muy bien, pero la verdad es que no acababa de convencerme, quizá porque "prioridades" y "otros" los hay de muchos tipos y algunos de ellos nada aconsejables. 

Porque, a ver, la posibilidad humana de dar prioridad al otro, considerada en esos términos, como esencia de lo ético y "único valor absoluto" -ahí es nada-, es bastante cuestionable: Situaciones de sumisión, de sometimiento, de fanatismo o simplemente de obediencia debida al superior, como la invariablemente invocada en Núremberg, caben dentro de ese "dar prioridad al otro sobre uno mismo". Incluso podría considerarse que todos los totalitarismos se sostienen mediante la utilización en beneficio propio de ese supuesto valor absoluto: reconocimiento de la prioridad del líder y disposición entusiasta a la inmolación de uno mismo si fuera menester.

Claro que frente a tales prioridades peligrosas y demoledoras de uno mismo, existen otras buenas y aconsejables, como la prioridad concedida en un ejercicio de generosidad, anteponiendo la necesidad del otro a la propia, o la prioridad concedida por naturaleza, como la que cualquier madre otorga, inevitablemente, a sus hijos, o las prioridades que tienen su fundamento en el amor, por el que se antepone el bien ajeno al bien propio, o incluso se identifican (nada de tu bien es más importante que el mío, sino tu bien es el mío, que eso sí que podría rozar el valor absoluto). 

Pero entonces, a lo que iba, el valor absoluto no sería la posibilidad humana de dar prioridad al otro, como sostiene Lévinas (posibilidad que, por cierto, no es sólo humana, así que como esencia de la ética qué quieres que te diga), el valor absoluto sería... el de siempre: el amor. Y tampoco cualquiera, porque con los amores pasa lo mismo que con "las prioridades" y con "los otros", que los hay de muchos tipos: hay amores ciegos, hay amores que matan, hay amores inconvenientes... El único amor que tiene ese valor absoluto que Lévinas pretendía definir como esencia de la ética, es el dificilísimo y ese sí que solamente humano -si es que el humano lo alcanza- amor al enemigo. Como nos vienen recordando hace unos 2000 años. 

Mi admirada y muy querida Simone Weil, sin tanto rodeo, lo decía así de simplemente: "La gracia consiste en recibir el daño sin devolverlo". 

Al final de la reseña, que tenéis completa en este enlace, Narbona, después de presentarnos a los insumisos o "resistentes sin odio" escogidos por Todorov, recoge estas palabras del Dalai Lama: 
Cuando el Dalai Lama logró huir del Tíbet con ayuda norteamericana, celebró haber escapado de un grave peligro. «¿Qué peligro?», le preguntaron. Y contesto: «La amenaza de perder mi compasión por los chinos».


Y sin más divagaciones me meto con el libro, que hay mucho que aprender. 
Iba a titular la entrada "La amenaza de perder mi compasión por los chinos", pero mejor dejar las indirectas y tomarse el tema en serio.



4 comentarios:

Josefina dijo...

Hola, Cristina, con un poco de retraso comento esta entrada. Yo diría que el único amor con valor absoluto que puede tener el hombre es el amor a Dios. Y de este se desprende el amor al enemigo, que de otro modo es imposible. Y la gracia de recibir el daño sin responderlo. Y... también dejo las indirectas chinescas, je, para no arruinar demasiado el comentario.
¡Saludos!

Cristina Brackelmanns dijo...

Nada de retraso, Josefina, tu comentario siempre es bienvenido.
Estoy de acuerdo contigo, aunque yo creo que diría "el amor de Dios".
Creo que es el amor de Dios, más que el amor a Dios, el que nos salva. Afortunadamente. Y que es tan generoso con su gracia (y recibir el daño, no ya sin devolverlo, sino "sin responderlo", está claro que necesita de la gracia) que la concede incluso a quien no le ama, o no sabe que le ama.
Por ejemplo, precisamente, el Dalai Lama. No sé si podría decir que él "ama a Dios", pero puede que le ame, y lo que es seguro es que Dios le ama a él. No?
Me tocas temas difíciles, Josefina, yo ahí ya me pierdo :)

Josefina dijo...

Uy! sí, temas difíciles y acá es tarde. Pero... solo una cosa: creo que el amor de Dios no nos "sirve" (qué feo queda pero no se me ocurre en este momento otra expresión) sin el amor a Dios. Y para amarlo hay que conocerlo, pues no se ama lo que no se conoce. Claro que Dios ama a todos; somos sus creturas, y Dios es Amor, Verdad y Belleza.
Y acá entro en tema más difícil: El da la gracia, pero hay que pedirla, actualizarla podríamos decir, pidiéndola. En fin... como dije, es tarde y mejor seguimos otro día.
Aunque me encanta charlar.
¡Saludos!

Cristina Brackelmanns dijo...


Claro, Josefina, toda relación hay que cuidarla y puede que nos estemos refiriendo a momentos distintos.
Tú hablas como quien ya conoce. Pero yo leo "valor absoluto" y quizá son los tics de la afición a la filosofía, pero pienso en un valor para todos, en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Por eso te decía lo del Dalai Lama.
De todos modos, no te olvides de San Pablo. ¿Amaba a Dios cuando perseguía a los cristianos? Seguro que él lo creía, por eso los perseguía, y seguro también que no pidió la gracia de ser fulminado, pero lo fue.
Yo creo de verdad que el Espíritu sopla donde quiere y que Dios siempre va primero. Aunque después, claro, como tú dices está eso de cuidar la relación. Te dejo este enlace a un texto de Péguy, otro fulminado, sobre la Gracia, que creo que te gustará:

https://solyescudo.blogspot.com/2012/09/una-cicatriz-eternamente-mal-cerrada.html

Un abrazo,Josefina, y muchas gracias por comentar.