01 septiembre 2019

La rosa es sin porqué, florece porque florece

SIN PORQUÉ:
La rosa es sin porqué, florece porque florece
No está pendiente de sí misma, no se pregunta si alguien la ve.
     I.289- OHNE WARUM: 
    Die Rose ist ohne warum, sie blühet weil sie blühet,
    Sie acht nicht ihrer selbst, fragt nicht ob man sie sieht

 Jorge Luis Borges, cuyas noches es sabido que estaban llenas no sólo de Virgilio sino "también de Hölderlin y de Angelus Silesius", en un texto de 1933, titulado Elementos de preceptiva, dice:
"Die Ros ist ohn Warum, la rosa es sin porqué, leemos en el libro primero del Cherubinischer Wandersmann de Silesius. Yo afirmo lo contrario, yo afirmo que es imprescindible una tenaz conspiración de porqués para que la rosa sea rosa. Creo que siempre pasan de una las causas de la instantánea gloria o del  inmediato fiasco de un verso. Creo en los razonables misterios, no en los milagros brutos."
[Jorge Luis Borges en SUR (1931-1980) -textos de Borges publicados en Sur- págs. 123-124]

Algunos años después, en 1964, vuelve a citar estos versos,  aunque ahora, como vemos, ya no afirma lo contrario: "Die Rose ist ohn Warum. (...) la sentencia del místico nos advierte la posible profanación que encierra todo análisis de lo bello."

Las referencias al místico alemán Johann Scheffler (1624-1677), más conocido como Angelus Silesius, médico y filósofo luterano convertido al catolicismo en 1653 y autor de los más de 1600 dísticos que forman El peregrino querubínico, son constantes en la obra de  Borges desde aquel día de 1923 (Borges tenía 24 años), en que se topó con el librito en una librería de Ginebra y lo convirtió en uno de sus autores de cabecera.

Y una piensa que las personas que comparten autor de cabecera, por distantes y distintas que parezcan, por fuerza comparten algo más. Y pienso en que algo profundo, pese a las enormes diferencias aparentes, de nacionalidad, mentalidad, profesión, recorrido vital... tendrán que tener en común el argentino Borges y otra gran figura  para la que el encuentro con la obra de Silesius resultó no menos determinante. Hablamos de Ludwig Wittgenstein, nacido en Viena en 1889, hijo menor del dueño de una de las mayores fortunas del imperio austrohúngaro, cuyas noches estuvieron llenas llenas de Tolstoi, de Kierkegaard y de Angelus Silesius.
No somos lo que leemos, leemos demasiadas cosas absurdas que no dejan ninguna huella. Somos lo que leemos y nos cambia, y por alguna misteriosa razón se queda con nosotros para siempre.
  
Wittgenstein, antipositivista furibundo, la mejor cabeza lógica, matemática y filosófica del pasado siglo, del que bebieron sin entenderlo o entendiéndolo al revés los analíticos de Cambridge y los Positivistas del Círculo de Viena (o dicho de otro modo, del que tomaron lo que les convenía haciendo caso omiso de lo que no compartían),  no mencionaba a Silesius, no era un literato y no hacía citas, pero en las proposiciones del Tractatus, algunas de ellas casi aforismos como los dísticos de Silesius, se advierte claramente su presencia,  como la de Kierkegaard, o como la de Tostoi en su vida. Por poner un ejemplo:

SE DICE CON SILENCIO:
Hombre, si quieres expresar el ser de la eternidad
antes tienes que interrumpir por completo tu charla.
   QW.II.068- Mit schweigen wird's gesprochen:
   Mensch, so du willst das Sein der Ewigkeit aussprechen /
   so musst du dich zuvor des Redens ganz entbrechen
Tractatus  6.522: Hay, efectivamente, cosas que no pueden ser puestas en palabras. Se hacen a sí mismas manifiestas, son aquello que es místico. 
O el famoso Tractatus 7: Acerca de aquello de lo que no se puede hablar, hay que callar.

Y volviendo al SIN PORQUÉ: Tractatus 6.52:  Sentimos que, aunque todas las posibles preguntas científicas estuvieran resueltas, los problemas de la vida seguirían estando completamente sin tocar. Por supuesto no quedaría ninguna pregunta más, y esto en sí mismo es la respuesta.

Sabemos que Wittgenstein leía a Silesius por una carta en la que Bertrand Russell, tras reencontrarse con él al terminar la primera guerra mundial (Wittgenstein, con 25 años, se había alistado como voluntario después de estudiar aeronaútica, patentar un nuevo motor, preguntarse por el sentido de su inútil vida, abandonar la aeronaútica para dedicarse a la filosofía, corregir algunas cuestiones de lógica matemática que los especialistas no conseguían resolver y escribir unas notas con el resultado de sus investigaciones que fascinaron a Russell), comenta horrorizado que ese chico brillante "se ha convertido en un místico en pleno sentido del término, lee a Kierkegaard y a Silesius y piensa seriamente en hacerse monje". Russell creyó que su genial pupilo se había vuelto loco. Y loco no, pero, efectivamente, Wittgenstein, tras renunciar a su fabulosa herencia y antes de dedicarse a la enseñanza pública en una aldea de los Alpes siguiendo la estela de Tolstoi, intentó ingresar en un monasterio benedictino en el que estuvo un tiempo trabajando de jardinero. Ninguno de los dos intentos cuajó. No llegó a ser monje (aunque puede decirse que la americana marrón que nunca se quitó y lleva en todas sus fotos fue su hábito en el siglo), y como profesor rural no duró más de 3 años.
1947
1923

1930

Otro genio de la lógica y de la matemática, Pascal, encontró cobijo y apoyo en Port-Royal. Wittgenstein acabó viviendo y desempeñando su trabajo, salvo esporádicas huidas a su choza en los fiordos, en el centro del foco antimetafísico y empirista de Cambridge, en el que sus preocupaciones sobre el sentido de la vida o como él decía "la vida digna de ser vivida", la ética, el arte o la religión, resultaban simplemente absurdas. Poco más o menos como si Pascal hubiera tenido que desarrollar sus Pensamientos tomando el té cada tarde con Descartes.
Unos años antes, cuando, pese a la invitación de Russell y de Moore para trasladarse a Cambridge , decidió dedicarse a la enseñanza primaria, su hermana le dijo que imaginárselo como maestro de escuela, con una mente como la suya, era para ella "como si alguien utilizara un instrumento de precisión para abrir cajones”. Se ve que las dotes para la analogía eran de familia, como el talento musical o la tendencia al suicidio (tres de sus hermanos se suicidaron, el mayor de ellos cuando Ludwig tenía 13 años). Wittgenstein le respondió: “Me recuerdas a alguien que está mirando a través de una ventana cerrada y no puede explicarse los movimientos extraños de quien pasa por delante. No sabe qué tipo de tempestad hace estragos fuera ni que esa persona tal vez sólo con muchos esfuerzos puede tenerse en pie.”

Después de lo cual, no creo que haya nada más que decir. Ni sobre Wittgenstein, ni sobre Borges, ni sobre Pascal, ni sobre Silesius, ni sobre Santo Tomás, otro gran defensor del silencio frente a la paja, ni sobre Simone Weil, ni sobre Péguy...Todos ellos se mueven al otro lado del cristal. Nosotros sólo los miramos desde la ventana mientras fuera la tempestad hace estragos.
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[Si alguien tiene interés por la relación de J.L.Borges con la mística, le recomendaria esta entrevista a Luce López Baralt, en la que habla sobre el tema]

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por el interesante artículo 👏 👏

Cristina Brackelmanns dijo...

Gracias a ti. Un saludo.