18 abril 2012

Melancolías ocultas

"Desde niño estuve bajo el hechizo de una inmensa melancolía, cuya profundidad encuentra su expresión verdadera en la habilidad que se me ha concedido, en el mismo grado inmensa, de ocultarla bajo una aparente lozanía y alegría de vivir. Desde siempre, o desde donde alcanza mi memoria, mi única alegría se cifraba en que nadie podía descubrir lo desdichado que me sentía...
...Todo esto estaba ligado a la relación que mantenía con mi padre, el hombre al que más he amado. ¿Y qué quiere decir esto? Significa que fue precisamente este hombre quien me hizo desgraciado, a causa de su amor. Su defecto no era que careciera de amor sino que confundía a un niño con un anciano."

Es Kierkegaard quien habla, pero inmediatamente nos hace pensar en Mozart, en la melancolía oculta bajo la, seguramente más aparente que cierta, alegría de vivir.
Kierkegaard y Mozart, dos infancias estragadas, por el exceso de talento, por el exceso de responsabilidad, o porque ser un genio no debe de resultar fácil.
El pequeño Wolfgang, paseado por su padre de corte en corte con la casaca roja de botones dorados, y el pequeño Søren, confidente abrumado de los escrúpulos y los temores paternos: dos niños geniales dispuestos a inmolarse para no defraudar las grandes expectativas depositadas sobre sus hombros, dos cabezas con peinado inverosímil y mirada triste, dos genios emparentados: nunca niños del todo y, sin embargo, siempre niños.
Hay una relación misteriosa entre la genialidad y la capacidad de mantenerse niño. Por eso hay genios histriónicos -como lo son ellos dos- pero nunca cínicos; y genios caprichosos, vanidosos y vulnerables -como lo son ellos dos- pero nunca astutos, calculadores o fríos... Eso me parece al menos.
Kierkegaard y Mozart, dos almas afines. Lo que nos confía el primero en Mi punto de vista, es lo mismo que, volcado en un pentagrama, nos revela el segundo, muy especialmente en las Sonatas para piano, las más íntimas: talento desbordado, alegría, ligereza... y en los movimientos intermedios, encajonado entre prestissimos y vivaces, este río subterráneo de melancolía:

(Mozart. Sonata en do menor nº14, K.457/ 2. Adagio- F.Gulda)

16 comentarios:

gatoflauta dijo...

No recuerdo las palabras exactas; pero leí hace ya tiempo que un genio era alguien que, siendo un persona madura, conservaba vivo dentro de sí el niño que fue una vez. Eso tiene un severo inconveniente práctico: un niño es una persona básicamente inerme, a la que es fácil dañar. Pero, supongo, también está en ellos la capacidad de sobreponerse -en su creación al menos- a ese daño, y aun de convertirlo en algo valioso; como, según la vieja comparación, una ostra ha de ser invadida, y de algún modo herida, por un cuerpo extraño, antes de que en torno a él se forme la perla. No creo que, entendido así, el genio sea una promesa de felicidad para quien lo posea; más bien lo contrario. Pero es lo que hay, y supongo que es preciso convivir con ello. Quizá haya algún consuelo en pensar que no sólo a los genios les hieren ciertas cosas, y que quienes no tienen su capacidad han de convivir también con la herida, sin el consuelo de la perla, o sólo con alguna que otra fea, desmedrada e inválida. Nunca es fácil vivir, si se vive de veras.

Adaldrida dijo...

Maravilloso, CB.

Cristina Brackelmanns dijo...

Como yo no soy un genio, sr. Gatoflauta, no sé de perlas ni de consuelos geniales, y de heridas tampoco me gusta presumir. Cada cual, genio o tonto, vivo de verdad o vivo de mentira, supongo que tiene las suyas y las lleva como buenamente puede.
Muchas gracias por su comentario.

Cristina Brackelmanns dijo...

Gracias, Rocío. ¿Verdad que es precioso el adagio de la K457?

E. G-Máiquez dijo...

"Ese río subterráneo de melancolía". Qué bien oído.

gatoflauta dijo...

De nada. Y una pregunta: ¿soy yo demasiado susceptible, o hay en la respuesta un cierto tono, no diré de irritación, pero al menos de incomodidad? Y, si es así, ¿puedo preguntar por qué? Gracias.

Cristina Brackelmanns dijo...

Un río que asoma en cuanto deja de hacer cabriolas, pero que discurre siempre con amabilidad y como con disimulo, sin querer arrastrar. Por eso enternece.
Me alegra que tú también lo oigas, hay quien no lo encuentra nada melancólico.
Gracias, Enrique.

Cristina Brackelmanns dijo...

Ni irritación ni incomodidad, sr. Gatoflatuta ¿Por qué podría tenerla?
Quizá es únicamente que cuando no acabo de entender bien algo (y me perdí un poco con lo de que los no genios se consuelan de la infelicidad de los genios siendo infelices sin poder consolarse con la perla de los genios), salgo por peteneras y contesto a la buena de Dios.

Debe de ser eso. Saludos, sr,gatoflauta.

gatoflauta dijo...

Mi frase quiere decir esto: quizá haya un consuelo para la infelicidad que puede ir asociada al genio en la idea de que dicha infelicidad no es sólo cosa suya (también alcanza a los que no son genios), pero el genio cuenta al menos con sus logros. Es un poco la idea tradicional, y seguramente ficticia, de Salieri sufriendo doblemente: por el genio de su supuesto rival Mozart, y también (sobre todo) por la conciencia de que él mismo no era un genio. Pero, en resumidas cuentas, no creo que el genio sea una lotería para aquel a quien le toca. Cuando Pessoa habla de "la terrible y religiosa misión que todo hombre de genio recibe de Dios con su genio", posiblemente no le falte razón; en todo caso, la suya es una opinión de veras autorizada: sin duda, él lo era.

Y me alegro de veras de haberme equivocado. Perdón por mi excesiva susceptibilidad.

Cristina Brackelmanns dijo...

ahora ya creo que lo entiendo mejor.
gracias de nuevo, sr. gatoflauta.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Para profundos los tristes, decía el pobre Nietzsche.

Mis saludos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Y para más profundos todavía los tristes que bromean y sonríen, que también podría haberlo dicho el pobre Nietzsche.
Me gusta lo del pobre Nietzsche. No hace mucho, trasteando en google, me encontré unas hojas de la biografía de Nietzsche de Zweig y desde luego partía el alma; me quedé con ganas de más, lo tengo en la lista de pendientes.
Gracias, señor del Retablo, mis saludos también para usted.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Lo del "pobre Nietzsche" es de Unamuno. Y yo también creo que tenía razón en llamarlo así.

Mis saludos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Es usted un misterio, sr. del Retablo. Todo el día entre archivos y legajos, la gracia de Cervantes, y sabiendo de filosofía, de toros, de literatura y de alemanes lo que no está escrito.
Así que es del pobre Unamuno... (que, por cierto, él también habría merecido un buen biógrafo, lo menos como Zweig).

Muy agradecida.

Anónimo dijo...

Ya que se cita a Cervantes, ahí tiene otro genio con una gran melancolía oculta entre risas.
Es posible que una de las características del genio sea esa disposición a reírse de sus heridas, y no tanto a lamérselas o a consolarse con la idea de que tiene el don de transformarlas en una perla sin tacha, mientras que el resto de los mortales no tiene ningún don o a lo sumo el de fabricar pedruscos. Idea que me parece impropia de un genio y absolutamente inconcebible, por ejemplo, en Cervantes.

Cristina Brackelmanns dijo...

Sí señor, o señora, qué bien traído el ejemplo de Cervantes.
Completamente de acuerdo con usted, es difícil imaginarlo pensando así.
Es más, es difícil imaginar una verdadera perla en la que no brillen la simpatía y la piedad por las heridas (y las ridiculeces, y los anhelos, y las debilidades, y las victorias.... que tanta herida, tanta herida, esto parece la Cruz Roja) de todos los mortales, incluídos los "inútiles", o sobre todo ellos.
Muchas gracias por su comentario, señor Anónimo