05 abril 2012

Getsemaní


"Hasta el fin de los tiempos continuaremos meditando los gestos de Cristo en Getsemaní que nos han transmitido los evangelistas", afirma Ernesto Juliá en La agonía de Cristo (Edic. Cristiandad, 2008).
Comienza el autor dando cuenta en este libro -todo un hallazgo- de las diferentes líneas de interpretación del sufrimiento de Cristo en el Huerto de los Olivos, del significado de sus palabras o de su sentimiento de soledad (y trae a san Efrén, Lutero, Bossuet, Mauriac, Guardini, Benedicto XVI...). A continuación, E. Juliá pasa a rebatir algunas afirmaciones que le parecen insostenibles, como las que nos presentan a un Hijo demasiado humano, asustado y temeroso de la muerte, o a un Padre vengativo y airado que necesita de los padecimientos del Hijo para saldar las cuentas del hombre (es decir, las psicologistas, las jurídicas, las reduccionistas, las que olvidan la doble naturaleza de Cristo o la pretenden enfrentada y en conflicto...). Por último, nos presenta unas reflexiones personales sobre "el misterio encerrado en el corazón de Cristo en Getsemaní, que en su aparente miedo guarda sin duda misterios más profundamente ocultos", que me alegró enormemente encontrar. Porque esas reflexiones, centradas en la unión del Padre con el Hijo, aun haciendo más hondo el misterio de lo sucedido esa noche, apuntan a un modo de considerar el misterio como algo siempre más allá de nuestra capacidad de entender, pero nunca contrario a  ella. Y contrario a ella y a esa chispa del amor de Dios inscrita en la naturaleza que brilla, por ejemplo, en el amor de los padres por los hijos, parece el admitir que el Padre pudo abandonar al Hijo en ese trance o exigir su sufrimiento.
 
[y me gustaría haber puesto como ilustración la foto de una columna románica con una Piedad trinitaria: el Hijo muerto sobre las rodillas del Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma sobre los dos, que vi hace tiempo en el Blog En Compostela, pero no doy con ella. (P.S.: Al final me la ha enviado amablemente Ángel Ruiz. Me aclara que es un relieve del cruceiro de la iglesia de San Jorge en Coruña)]. Aquí os dejo con E.Juliá  :

Pienso que no resulta demasiado osado afirmar que el misterio más profundo de la vida de Cristo, de su Encarnación, está oculto en esos dos momentos de su estancia en la tierra: Getsemaní y la Resurrección.
¿Ha concedido Dios al pecado, a la acción de una criatura, tanto poder como para infundir temor tal en la Humanidad de Cristo, para hacerle temblar a Él mismo, Dios? ¿Es comprensible, creíble, un Dios que manifiesta miedo ante la muerte? ¿No sabía acaso Cristo que ese momento tenía que llegar? ¿No había llegado al mundo para cumplir la voluntad del Padre?
Cristo no sufre por ser rechazado, sufre por el mal que se hacen los pecadores, los obstinados contra el Espíritu Santo; y porque quienes se apartan de Él no gozan de la Redención. Cristo sufre por el dolor de Dios Padre al no poder dar a todas las criaturas la plenitud de la salvación: "Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón de nadie lo que Dios tiene preparado para los que le aman" (1Cor 2,9).
Una persona que ama no sufre por algo que le afecta sola y personalmente a ella; sufre más bien por algún mal, algún dolor, que padece la persona amada. el sufrimiento que se centra en el propio dolor es egoísta e impropio de un verdadero amante. Una madre sufre por sus hijos, no por ella. el padre del hijo pródigo padece la miseria y las penas de su hijo, no el haber sido abandonado. Cristo en Getsemaní es el amador del mundo que sufre. No sufre ni por la muerte que se le avecina, ni por los dolores de la pasión ya anunciada. Ni siquiera sufre por los pecados de los hombres, por la ofensa a Dios que los pecados comportan.
La humanidad de Cristo en Getsemaní vive el infinito abismo de la misericordia divina. Vive el dolor de Dios Padre por el mal que los hombres se hacen con el pecado. Dios no se preocupa de las ofensas recibidas. Se las recuerda a los hombres para que no olviden nunca dónde está el bien y dónde está el mal, y se arrepientan: su corazón misericordioso siempre los acogerá. Es por la compasión -padecer con- de Dios Padre en el padecer de Dios Hijo, por lo que la humanidad de Cristo sufre hasta "el sudor de sangre". El hombre Cristo está ante el dolor y la pena en la Santísima Trinidad.
Cristo vive en la perspectiva eterna de su vida, la desesperación de los condenados, y el "fracaso" de Dios en cada condenado...Cristo no "se angustia" por el rechazo del hombre, ni por la muerte, ni por la tiniebla; "se angustia" por el vacío del hombre que Él ha creado y que le rechaza. Cristo hombre vive, y sufre, la soledad del hombre que rechaza el amor de Dios Padre, y la soledad de Dios Padre al no poder abrir sus entrañas misericordiosas sobre el corazón de cada criatura: "Yo quise y ellos no quisieron". Después de Getsemaní, Cristo cargará su cruz, llegará con ella al Calvario; y repetirá una y otra vez: "Perdónales, porque no saben lo que hacen".
Lejos de ver la Pasión de Cristo como una "exigencia" de Dios Padre para "cancelar" las deudas del pecado y "restablecer toda justicia" es posible pensar de esta otra manera: En la unidad de la Trinidad, el Padre quiere vivir con el Hijo todo el dolor de la Redención, y no dejar, por tanto, solo al Hijo en su sufrimiento... Si esto es así ¿Cómo se entiende la queja de "Por qué me has abandonado"? Quizá la respuesta está en las palabras de abandono de Cristo al Padre "en tus manos encomiendo mi espíritu". Sólo Cristo puede hacerse pecado, ya que como hombre vive el pecado de toda la humanidad. Y en este hacerse pecado, Dios Padre no puede con-vivir con Cristo su sufrimiento... Dios Padre vivió con su Hijo la "redención de la muerte" y lo dejó solo en la "redención del pecado"... El abandono, la soledad, le acercan si cabe más a Dios Padre; y surgen entonces de sus labios las palabras "en tus manos encomiendo mi espíritu"; señal de confianza plena en Dios Padre misericordioso que Cristo en la Cruz enseña a vivir a todos los hombres. Jamás está el hombre más cerca del amor de Dios que después de sufrir la "noche oscura del espíritu" que vence al pecado, vence también todo temor al castigo y a la muerte, y entrega su alma serena y confiadamente a Dios.

4 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Qué impresionante texto: tengo que leerlo más despacio y pensarlo más despacio todavía.

Cristina Brackelmanns dijo...

Todo el librito es densísimo e impresionante. Me lo recomendó un sacerdote hace unos cuantos años . Me dijo que pensara en lo que supone "entregar al Hijo". Supone que no es Cristo solo el que se sacrifica, y que nunca llegaremos ni a acercarnos a lo que significa la Pasión. Todos los años por estas fechas le doy una vuelta para pensarlo despacio, como dices.
No he encontrado la imagen que colgaste de aquella columna románica que era un resumen perfecto del libro.

Ángel Ruiz dijo...

Qué gran homilía la de B16 ayer en los Oficios en la Cena del Señor.

Cristina Brackelmanns dijo...

"Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos".
Y "forcejea" con su Abba...
Y el "éxodo" de Jesús en Jerusalén!!

Muchísimas gracias, Ángel. También por la imagen, a ver si se traerla.