30 mayo 2022

De encuentros y nacimientos. Ludwig Wittgenstein (1)

 

L.Wittgenstein 1919
»Antes de viajar a Cambridge tuvo Wittgenstein en Viena una experiencia que lo marcaría para toda su vida. Cuando tenía aproximadamente veintiún años asistió en su ciudad natal a una representación de la obra de teatro Die Kreuzelsschreiber  [Los que firman con la cruz*], del autor austriaco Ludwig Anzangruber, que se había propuesto ilustrar a las masas mediante un teatro comprometido y educarlas para que llegasen a alcanzar un modo humano y libre de vivir. En muchos puntos se adelantó a su época; por otro lado, durante mucho tiempo no se le prestó atención, porque sus piezas aparecen a menudo ataques a la Iglesia institucionalizada. El personaje principal de la obra teatral antes mencionada es “Juan el picapedrero”, un hombre que vive al margen de las normas establecidas, en una sociedad formada por ricos terratenientes, a los que se les aparece como un hereje y un filósofo de la aldea. En cierta ocasión aquel hombre cuenta a la juventud aldeana de dónde saca su calma interior. Era hijo ilegítimo de una criada y por ello su vida había sido muy difícil. Cierta vez, después de una grave enfermedad durante cuyo transcurso estuvo completamente solo, abandonado por los vecinos de la aldea, tuvo una “inspiración”: le pareció que una voz interior le hablaba y le decía: “Tú formas parte del todo, y el todo forma parte de ti. ¡No  puede ocurrirte nada!”. 

Estas palabras se convirtieron para Wittgenstein en una experiencia mística fundamental, a la que una u otra vez regresaría en los últimos años de su vida; ella le había abierto una nueva posibilidad para la religión. A partir de aquel momento Wittgenstein se consideró completamente independiente de las circunstancias exteriores y del destino y se sintió “absolutamente cobijado”. (...) La raíz más profunda de la religiosidad de Wittgenstein era una experiencia mística no una evidencia intelectual. (...) Más tarde dijo a propósito de esta vivencia mística fundamental: “Ella me empujó a chocar con los límites del lenguaje, de igual modo que ha llevado a chocar con ellos, según creo, a todos aquellos seres humanos que alguna vez han intentado hablar o escribir sobre ética o religión. Este chocar con los límites de nuestra jaula es una empresa que no tiene ningún porvenir”. El joven estudiante superó gracias a esta vivencia la crisis que lo había llevado al borde del suicidio. Lo hizo madurar y adoptar una actitud tal, que los millones de su padre le resultaban indiferentes. A partir de ese momento apenas le interesarían las cosas del mundo; había nacido el filósofo»

*(Se refiere a los que no saben leer ni escribir su nombre y firman marcando una cruz)

Wilhelm Baum, Ludwig Wittgenstein: Vida y obras, Madrid, Alianza, 1988, págs. 55-57. 

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