28 febrero 2012

Como nosotros perdonamos (1)

Añadido del 29.2 a las 22.30:
Acabo de hablar con Suso Ares. Lo de más abajo no era un mediterráneo, era sólo un espejismo. Imaginación calenturienta, cabeza cuadrada y prisa en resolver los puzzles hacen mala mezcla. Mañana me retracto en regla. Doctores tiene la Iglesia -que si de algo no han hablado no es porque sea obvio, sino porque no es-, y teólogos en Salamanca, y buenas personas con prudencia y paciencia dispuestas a echar la tarde explicando y haciendo entrar en razón. Mil perdones .

[Hay una petición en el Padrenuestro que siempre me ha parecido inquietante y no terminaba de entender, que es la de: "perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Cada vez que la pronunciaba, no podía evitar una voz al fondo que añadía: " ...aun así, si es posible, no te cortes por favor y perdónanos mejor".

Y es que no tendría sentido pedirle a Dios que nos perdone las ofensas, o las deudas (como antes se decía quizá mejor dicho ), del mismo modo, exactamente del mismo modo, que nosotros perdonamos a nuestros deudores. En primer lugar porque el perdón suyo y el nuestro son completamente diferentes: el suyo borra, el nuestro, simplemente, no tiene en cuenta. Y en segundo lugar porque sería poner límites a la misericordia de Dios, como si se lo quisiera someter a medida humana.

Sería suicida pedirle a Dios que nos perdone en la medida, y solamente en la medida, en que nosotros somos capaces de perdonar, cuando lo que pedimos desde el fondo del alma es que nos perdone como únicamente Él sabe y puede: del todo, sin merma en el amor y sin tachón en el juicio. Es decir, no como nosotros (habría tanto que hablar sobre nuestra capacidad real de perdonar, y es tan comprensible a veces la incapacidad... Pienso, por ejemplo, en la madre de esa niña asesinada en atentado terrorista que increpaba hace poco al asesino ante el Tribunal, o en tantos otros casos terribles). Es decir, nunca como nosotros, que en el mejor de los casos, aquel en el que el daño no se anota en el "debe", no podemos evitar su pequeña huella en el "haber" (ese triste "te conozco, bacalao, aunque te haya perdonao"). El verdadero perdón, de sobra lo sabemos, es el que dice lo que sólo Dios dice: "esa ofensa no eras tú".

En definitiva, sentía que pedirle a Dios que nos perdone menos de lo que Él es capaz, además de absurdo, es imposible. Imposible, sobre todo, porque se trata de la oración que Cristo nos enseñó, y si nos enseñó a orar así, no pudo ser para limitar la Misericordia del Padre, sino para todo lo contrario.

Por todo eso, durante muchísimos años he pensado (con mucha incomodidad y sin querer pensarlo, pues al fin y al cabo se trata del Padre Nuestro y llevamos más de veinte siglos rezándolo así) que tenía que haber un error de traducción en ese “así como”, y que la única petición posible y natural sería la de que perdonase nuestras deudas y nos hiciese capaces de perdonar del mismo modo a nuestros deudores. Y en eso estaba, en buscarle los tres pies al "así como", a ver si en griego decía otra cosa, que no, o quizá en arameo, que, por lo que me han dicho, tampoco. Hasta que hace unos días descubrí, justo a continuación, el "nosotros". Vaya cosa ¿no? Ahí estaba, desde siempre, bien a la vista: "así como nosotros". Otro de esos mediterráneos que inmediatamente sospecho que todo el mundo conoce, menos yo que a todos los mares les llego siempre tarde. Y bueno, sí, seguramente es otra de esas muchas obviedades con las que me alegro como el que encuentra un tesoro, obviedades que no se cuentan, como no se va contando que la noche sucede al día o viceversa (que más bien creo que es viceversa, pero ese es otro tema).

“Como nosotros”, dijo, y allá arriba en el monte, Él encabezaba el “nosotros”: Mírame a mí que estoy al frente, decía, no les mires tanto a ellos, que no saben lo que hacen ni lo que no hacen. Cada vez que pedimos al Padre que nos perdone “como nosotros perdonamos”, Cristo se nos pone delante. Él es el que da la cara, como en aquel monte. Y no nos permitiría rezarlo solos, ni una sola vez, ni siquiera a la carrera o sin pensarlo mucho, porque sería una temeridad. Cada vez que rezamos el Padrenuestro, estoy profundamente convencida, Cristo lo reza con nosotros.

¿Cómo iba a haber un error de traducción en la oración que Cristo nos enseñó, la que repetirían desde aquel primer momento y se transmitiría con el mayor de los cuidados? ¿Y cómo vamos a proponernos de medida y pedirle al Dios de la Misericordia que sea tan mezquino como lo somos nosotros y nos perdone sólo a medias? ¿Y cómo puede pasarse uno años dándole vueltas, sin verlo, a lo que tiene delante, más claro y mucho más grande y más emocionante que el mar mediterráneo?

Simone Weil, que decía que no se puede rezar el Padrenuestro con atención plena "sin que un cambio quizá infinitesimal, pero real, se opere en el alma", al comentar la petición de perdón al Padre "como también nosotros perdonamos", solamente insiste en la necesidad de haber perdonado previamente las ofensas recibidas, y aún es más: de haber renunciado a todo lo bueno que creemos que el prójimo y la vida nos deben, antes de pronunciarla (Attente de Dieu, p.155-157, Exposé à propos du"Pater"). Y sin embargo, de otra forma lo sabía , lo supo desde que empezó a rezarlo: que Cristo reza al Padre a nuestro lado: Parfois aussi, pendant cette récitation ou à d'autres moments, le Christ est présent en personne... (Att.de Dieu, p.40, Lettre IV-Autobiographie spirituelle).

"Nosotros" somos Él y nosotros. Cuando lo rezamos a solas, no lo rezamos a solas, ni utilizamos un genérico "nosotros". Cuando lo rezamos en grupo, tampoco lo rezamos solos: Como en aquel monte, Él se pone delante, mira al Padre y empieza: Padre nuestro ... Y entonces sí, bien arrimados, al abrigo de ese compasivo, generoso, tremendamente desigual y dulcísimo "nosotros", podemos pedirle, nos atrevemos a pedirle, que nos perdone "como nosotros perdonamos", exactamente así.]

13 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Ahora que lo dices, yo creo que no había caído del todo en la cuenta de que no es una oración individual (como las oraciones de la fe, el 'Credo' o las promesas bautismales, que sí que lo son), sino en primera persona del plural. Uff, el reto de Simone ayuda (pero merece la pena).

Y te agradezco muchísimo que hayas escrito esta entrada: a ver si me ayuda a enterarme.

Adaldrida dijo...

Qué bueno, qué grande. Gracias por estos textos, C.B.

Cristina Brackelmanns dijo...

Es una oración con sentido comunitario, la oración comunitaria por excelencia, así se ha entendido siempre. A lo que yo al menos he tardado en llegar es a darme cuenta de que no se trata de la comunidad de los hombres solos, que, aunque sea comunitariamente, perdona bastante mal.
La "atención absoluta" de Simone sí que era un absoluto reto, sobre todo con prevenciones y apostillas como las que yo añadía: por favor, por favor, perdónanos más. Ahora lo rezo mucho más tranquila. Tranquila es poco, ahora lo rezo sólo por decir ese "nosotros".
Aunque, claro, como tú dices: Uff.
Gracias a ti, Ángel.

Cristina Brackelmanns dijo...

Rocío, sudo mares, como esos a los que siempre llego tarde, para escribir estas cosas, y mares para dar a "publicar entrada".
Llevaba una semana deshojando la margarita: la saco, no la saco... Asi que, si de algo te ha valido, muchísimas gracias a ti

enrique baltanás dijo...

Luminoso comentario. A mí siempre me había "chirriado" este pasaje del Padrenuestro, y no lograba saber por qué. Ahora ya lo sé. De pronto lo veo claro. Gracias.
Y por cierto, hay otro pasaje, el último (sed libera nos a malo), en que tengo dudas de si la traducción, en vez del Mal, debería decir "del Malo". ¿Qué opinas tú, querida CB?

Cristina Brackelmanns dijo...

Lp mismo que tú, querido enrique: ...a malo.
Aunque, al decir "del mal", en el fondo decimos lo mismo. Siempre que no lo cambien por "líbranos de los males", que eso sí que sería otra cosa distinta.
Hablar del Malo es políticamente incorrecto. Seguro que sabes que antes, al final de la Misa, se rezaba una oración del Papa Leon XIII a San Miguel Arcángel, pidiendo lo mismo, que a partir del VaticanoII se suprimió (de eso no es que me acuerde, eh, es sólo que lo sé).
Gracias, Enrique, me alegro infinito, los chirridos le hacen sentir a uno verdaderamente mal.

Jesús dijo...

Yo también he sentido esta incomodidad desde siempre, pensando para mis adentros que, aunque no hiciera lo que me pide que haga, perdonar, me perdonaría igualmente. Recuerdo que esto mismo lo decía un colega, allá en mis años salmantinos.
El “así como” puede interpretarse de otra manera: si perdonáis como yo perdono, entonces también yo os perdonaré, con lo que nos está ordenando que lo hagamos, que intentemos que nuestro perdón sea también un perdón que borre y no uno que meramente no tenga en cuenta, pues hemos de ser perfectos como es perfecto nuestro Padre, perdonando perfectamente como lo hace él. ¿Significa esto que si no ejecutamos, si no lo intentamos al menos, este perdón perfecto, divino, él no nos perdonará, en un “si perdonáis, perdono; si no perdonáis, no perdono? Aquí es donde me pierdo.
Por lo que yo estudié, en ese “nosotros” no puede incluirse Cristo, al menos desde un punto de vista dogmático, porque él es el Hijo, el Unigenito, el Engendrado, y nosotros somos los hijos, los adoptados.
De todos modos, desde algún punto de vista, el tuyo, el de Weil, lo que dices debería ser verdad, porque ese “nosotros” canta mucho.
Todo lo que acabo de escribir necesitaría de una más profunda reflexión. Son apuntes a vuela pluma, mal pensados, a bote pronto. Por la tarde repasaré lo que dice el teólogo y exégeta alemán, uno de los grandes, Schürmann, en su libro sobre el Padre Nuestro, a ver si me aclaro algo más.
Tu reflexión, hermosísima, y cierta, eso es seguro.

Cristina Brackelmanns dijo...

Esa no me parece otra manera de interpretarlo, Suso, sino la misma, o peor: un perdón condicionado (si perdonáis como perdono, entonces...). Peor digo porque a ver quién perdona como Él perdona.
En cuanto a que en ese "nosotros" no puede incluirse Cristo desde el punto de vista dogmático, ahí sí que me pierdo yo. ¿Ni siquiera si es Él mismo quien lo pronuncia, quien nos hace don del plural? ¿No quiere decir "Padre nuestro" Padre de "nosotros"? ¿Te parece que lo decía como dice el profesor: copiad, niños, "hablaremos a nuestro profesor con respeto" o "mantendremos en orden nuestras cajoneras"?
La desigualdad y el distinto modo de ser hijos está clarísima. Y también que de ese "nosotros" que sólo Él puede pronunciar -y que obliga como sólo obliga el amor- hay que intentar hacerse dignos, pero si toda la vida de Cristo, desde su encarnación, no está diciendo "nosotros", yo no entiendo nada de nada.
Mira por favor lo que dice ese teólogo, que me interesa mucho, pero a la vez intenta verte en ese monte: Él enseñando cómo orar al Padre y tú repitiendo frase a frase. Intenta escucharlo cuando dice "como nosotros perdonamos a nuestros deudores", y piensa en lo que ya sabía. Puede que hasta alguno de esos que más tarde escupían o clavaban anduviera por aquel monte. Y luego dime, aunque no sea dogmáticamente, si en ese nosotros no está Él, el Hijo, a la cabeza; nosotros, los hijos, detrás.

Ángel Ruiz dijo...

Yo me acordé de eso de Mt. 6.9: 'rezad vosotros así', que en principio nos deja a nosotros de este lado (y recordando lo de Jn. 20.17 'Padre mío y padre vuestro') rezando el Padre Nuestro. Pero por otro lado no veo otro modo de rezar que 'por Cristo, con Él y en Él'.

Esperaré con curiosidad la nueva versión, aunque ya digo, lo que escribiste me parece fundamentalmente bien; pero quedo pendiente de la escuela de Salamanca.

Cristina Brackelmanns dijo...

Salamanca y Suso hilan muy fino, ´
Ángel, a ver si soy capaz de reproducir los argumentos, que son muchos (enttre ellos los que tú citas: "Vosotros orad así" en Mateo,6:9; y "cuando oréis, decid" en Lucas,11:2). Y otras cosas que muy suaveme y pacientemente me dijo, a pesar de que lo mío era peor que lo de Guardini, que más o menos vienen a decir "Tu confonds tout... tu mélanges tout!"
Hoy estoy de cumple familiar, mañana lo explico, que no quiero seguir disparatando.

Mora Fandos dijo...

Hola, creo que aún llego a esta interesantísima conversación, muchas gracias, cb, por ponerla en marcha. A mí me sonó una campanilla: ¿dónde he leído algo de esto? En Jesús de Nazaret, de BXVI. Ahí desmenuza el Padrenuestro. Así que me he ido allí. No aborda directamente la cuestión, en los términos en que estamos haciendo aquí; pero la contesta señalando la idea de que para atrevernos a pedir a Dios que nos perdone, primero hay que estar dispuesto a perdonar al hermano. Es decir -y esto ya es mi interpretación-, el sicut et nos no se refiere a nosotros como causa ejemplar para la acción de Dios, sino como un recordatorio para nosotros cuando hacemos esta petición, y que nosotros "le contamos a Dios": como decirle, "y sabemos, Padre, que al pedirte el perdón, tenemos nosotros que tener primero la actitud de perdonarnos entre nosotros".

Y pensando lo de et libera nos a malo, también en el mismo libro se plantea esa doble posibilidad de que se refiera al Mal y al maligno. Y dice: "¿De qué mal queremos ser redimidos? En las traducciones recientes del Padrenuestro, "el mal" del que se habla puede referirse al "mal" impersonal o bien al "Maligno". En el fondo, ambos significados son inseparables".
Muy interesante lo de Weil. Otro motivo más para leerla. Ay, sigo llegando tarde.

Cristina Brackelmanns dijo...

Así es, José Manuel, qué bien lo explicas. Es más o menos lo que dice San Agustín en su carta sobre el Padrenuestro:
"Cuando decimos: perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden nos movemos a recapacitar tanto sobre lo que pedimos como sobre lo que en realidad practicamos, para que se nos conceda recibir lo que pedimos [y practicar lo que corresponde]".
Es importante recapacitar, también para darse cuenta de que no conviene forzar las cosas.
Si tú llegas tarde a Weil, yo llego tarde al Jesús de Nazaret de BXVI. Mira por dónde -nunca es tarde si la dicha es buena- creo que le ha llegado su momento.
Te agradezco mucho la "campanilla" y tus comentarios, José Manuel.

Mora Fandos dijo...

A ti, Cristina. ¡A por Weil!