17 abril 2011

Domingo de Ramos: el burro y las despensas

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1. ...la Iglesia une hoy, con admirable sabiduría, la procesión y la Pasión. La procesión suscita vítores y la Pasión lágrimas... Que el hombre mundano observe y comprenda que la alegría termina en el pesar. Por eso aquel que practicó y enseñó tantas cosas, cuando se hizo hombre quiso demostrar personalmente con su palabra y su ejemplo lo que nos había dicho mucho antes por boca del Profeta: Toda carne es hierba, y su belleza como flor campestre.
Aceptó, pues, el triunfo de la procesión, consciente de que ya estaba inminente el día terrible de su muerte.
¿Podrá alguien fiarse de la gloria versátil del mundo si contempla al Santo por excelencia y además Dueño supremo del universo, pasando tan rápidamente de la victoria más sublime al desprecio más absoluto? Una misma ciudad, las mismas personas y en unos pocos días le pasea triunfal entre himnos de alabanza y le acusa, le maltrata y le condena como a un malhechor. Así acaba la alegría caduca y a esto se reduce la gloria del mundo.

2. Vosotros, en cambio, podéis captar un mensaje más espiritual: por eso os presentamos en la proce­sión la gloria de la patria celeste, y en la Pasión el camino que a ella conduce. Ojalá que la procesión te recuerde el gozo y alegría incomparables de nuestro encuentro con Cristo ... el día glorioso en que Cristo entrará en la Jerusalén celestial.(...)
La procesión te dice a dónde nos dirigimos, y la Pasión nos muestra el camino. Los sufrimientos de hoy son el sendero de la vida, la avenida de la gloria, el camino de nuestra patria, la calzada del reino, como grita el ladrón crucificado: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Lo ve caminar hacia el reino y le pide que, cuando llegue, se acuerde de él. Tam­bién él llegó, y por un atajo tan corto que aquel mismo día mereció estar con el Señor en el paraíso. La gloria de la proce­sión hace llevaderas las angustias de la Pasión, porque nada es imposible para el que ama.

3. Y no te extrañe nada oír que esta procesión es símbolo de la celestial, ya que al mismo se le recibe en ambas, aunque las personas y el modo sean muy diversos. En esta procesión Cristo va sentado en un bruto animal; en aquélla, en cambio, habrá animales racionales, como dice la Escritura: Señor, tú salvas a hombres y animales. Recordemos aquel otro pasaje: Soy como un animal ante ti y estaré siempre contigo. Y conti­núa, refiriéndose a la procesión: Tú agarras mi mano derecha, me guías según tus planes y me llevas a un destino glorioso.

4. Y ya que hemos hablado del asno, de los mantos y de las ramas de árboles, quiero fijarme con más atención en las tres clases de ayuda que se le ofrecen en esta procesión al Sal­vador. La primera se la da el jumento en que va montado, la segunda los que tienden sus vestidos y la tercera los que cor­tan ramas de árboles. ¿No os parece que todos le presentan lo que les sobra, y honran al Señor sin molestarse ellos en nada, a excepción del jumento que se le ofrece él mismo?
... Yo creo que ese asno en que Cristo va sentado sois vosotros que, en frase del Apóstol, glorificáis y lleváis a Cristo con vuestro cuerpo. Los hombres del mundo cuando hacen limosna de sus bienes, no le ofrecen al Señor su cuerpo, sino lo que usa o necesita el cuerpo. Los prelados cortan ramas de árboles cuando hablan de la fe y obediencia de Abrahán, de la castidad de José, de la mansedumbre de Moisés o de las virtudes de otros santos. No hacen más que tomarlo de sus bien surtidas despensas; y deben distribuir gratuitamente lo que recibieron de balde. Si todos cumplen fielmente su minis­terio, es indudable que participan en la procesión del Salvador y entran con él en la ciudad santa (...) ¿Quién va más cerca de Jesús en la procesión? Creo que es muy fácil comprenderlo.

San Bernardo. Sermones litúrgicos (EN EL DOMINGO DE RAMOS. Sermón Primero: Sobre la procesión y la Pasión).

8 comentarios:

marinero dijo...

Respecto al punto 3, a mí me resulta muy difícil concebir un Paraíso en el que no haya pájaros. No sé si ellos, y todos los "hermanos animales" (qué bien lo dijo San Francisco) merecerán la salvación, o si eso no va con ellos; pero, si no estuvieran, yo los echaría de menos. También el prisionero del célebre romance ("Que por mayo era, por mayo...") echa de menos a la "avecilla / que me cantaba al albor". Nosotros, todos nosotros, ¿no somos de algún modo ese prisionero?

Cristina Brackelmanns dijo...

A mí también me resulta difícil concebirlo, Sr. Marinero.
Pero es que, además, San Bernardo le da la razón. Hay un parrafito precisamente en este sermón... que luego le busco.
Y sí que somos, sí que somos. De prisioneros, avecillas y ballesteros está hecho el mundo.

Luego le digo. Me alegra volover a verle, le hacía surcando la mar.

Cristina Brackelmanns dijo...

Sr. Marinero, vea lo que comenta San Bernardo en ese mismo sermón: "...como dice la Escritura: Señor, tú salvas a hombres y animales". Incluso añade que en esa otra procesión celestial no han de faltar pollinos.
Y si en la Jerusalén celestial hay pollinos, ¿Cómo no va a haber pájaros... y perros, y hasta algún que otro gato?
San Bernardo, como usted sabe, era un gran contemplativo y amante de la naturaleza, a la que tenía por la mejor maestra: la de los leídos y los no leídos.
Suya es también esta observación que aquí le dejo por si le gusta: "Hallarás en los bosques algo más que en los libros. Los árboles y los pedruscos te enseñarán cosas que no podrás aprender de ningún maestro".

Un abrazo, sr. Marinero de la mar.

marinero dijo...

Gracias, amiga Cristina, por los textos ahora añadidos, tan significativos. Hay un haiku de José Cereijo, al que he visto comparecer otras veces por este mismo blog, que dice: "¿Habrá en el Cielo / nostalgia de la dura / y hermosa tierra?". Yo creo que es comprensible que, de algún modo, la haya; que uno se acuerde de esa, digamos, casa de su infancia. Y los animales son parte decisiva de esa tierra y esa nostalgia; qué atracción tienen, por ejemplo, para los niños. Me acuerdo de un sobrino mío, que debía tener entonces como 5 años, y que, después de un tiempo de no verme, en cuanto me echó la vista encima no me dijo nada de "buenos días" ni esas engorrosas formalidades de adulto, sino directamente "¿dónde está tatito?". Aclaro que "tatito" era el gato (gata, en realidad) que entonces teníamos en casa.

Cristina Brackelmanns dijo...

"...nostalgia de la dura/ y hermosa tierra". Qué buen poeta es Cereijo. También me parece un acierto poético su hermosa manera de referirse al mundo como "esa casa de nuestra infancia", Sr. Marinero.

Y claro que la nostalgia es comprensible; es más, yo diría que es un clamor, el de cualquiera al que la vida le produzca asombro y agradecimiento: el que pide la salvación de todo lo bueno del mundo, animal, vegetal o mineral. Yo creo que cualquier creador aspira a que su obra perdure, que ninguno se goza en su destrucción, sobre todo cuando el público la disfruta y se la aplaude tan calurosamente. ¿Cómo se resistiría Dios a salvar los pájaros, los árboles, los ríos, los perros (como los del poema de Enrique Andrés: "...la locura que espera, saltando sobre el tiempo,/volver a acariciarlos, cuando el tiempo termine"), los tatitos....

Me alegra ir encontrando coincidencias, Sr. Marinero. Muchas gracias, naturalmente, a usted por sus comentarios.

marinero dijo...

Recuerdo, a propósito del creador al que el público aplaude, lo que cuenta Santiago Rusiñol acerca de los crepúsculos, no pocas veces gloriosos, que se veían desde su terraza o patio (no lo recuerdo bien), y cómo la familia, cuando les parecían especialmente logrados, aplaudía entusiasmada. Incluso, si la cosa era ya excepcional, él mismo reclamaba a grandes voces: "¡El autor, el autor!". Puede suponerse que, en su infinita modestia, jamás compareció..., al menos visiblemente.

Mora Fandos dijo...

Sobre esto último de Marinero, recuerdo haberlo leído en el libro de Josep Pla, Santiago Rusiñol y su época, que sitúa la escena en los acantilados de Valldemosa, en Mallorca. Y muy de acuerdo con la humildad del Autor, que está presente de algún modo en sus propias obras.

Y felices pascuas a los dos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Muchas gracias, José Manuel.
Feliz Pascua también para ti.