13 julio 2010

Racionalismo, hipertrofia estatal y fobia del espesor

[Mi querido "blogueiro" Fernando, del recomendabilísimo Blog "O equilíbrio e a harmonia" dedicado en exclusiva a la obra de G.Thibon, entre los fastuosos documentos que no sé cómo localiza en la red y tiene la generosidad de enviarme (Por ejemplo el prefacio de T.S.Eliot a la edición inglesa de L'Enracinement de S.Weil, que colgaré en cuanto lo tenga traducido), me manda un pdf con el magnífico texto de R.Gambra que a continuación extracto, publicado como Epílogo a los "Diagnósticos de fisiología social" de Thibon. El epílogo se abre con estas palabras de Bonald que Gambra aplica al autor y le son de perfecta aplicación a él mismo: “Los hombres que por sus sentimientos pertencen al pasado y por su pensamiento al porvenir hallan difícilmente hueco en el presente”. Muito obrigada, F.]

"Durante dos siglos sopló sobre esta civilización llamada occidental o cristiana el viento del racionalismo, el designio de ajustar la vida de los hombres y de los pueblos a los dictados de la razón especulativa. El apogeo de esta eclosión racionalista correspondió al siglo XVIII, que alguien ha llamado “el siglo verdaderamente amotinado contra Dios”; el XIX fué su prolongación, y nuestra época, su menguante o retorno. Pero los efectos sobre el cuerpo social de esta profunda perturbación histórica es ahora precisamente cuando llegan a su fondo o límite, situación de la que, por desgracia, no es tan posible el retorno como en el mundo de las puras ideas individuales.
El espíritu racionalista ha hipertrofiado monstruosamente en la sociedad el papel del Poder público, a la vez que ha borrado el carácter personal o concreto que en otro tiempo tuvo, y, con él, sus límites o fronteras. (...) Los hombres, frente a este poder totalizador e impersonal, pierden el sentido de iniciativa y de responsabilidad, el amor a su trabajo y los sanos códigos del honor que regían las relaciones de unos con otros. “Así se realiza la síntesis de la opresión y de la corrupción; la vida se hace dura y, a la vez, malsana.” El crecimiento continuo del poder y de sus medios de opresión y de control resultarían perpetuamente insuficientes para restablecer el orden que no rige ya las conciencias...
Otro autor francés de hoy —Bertrand de Jouvenel— ha descrito en una obra impresionante —Du Pouvoir— el crecimiento ya ilimitado del Poder en la época moderna. Las páginas que preceden de Gustave Thibon describen la otra cara de esta eclosión racionalista: sus efectos sobre la sociedad misma, sobre las actitudes y las relaciones sociales. (...)
El moderno Estado racionalista, absorbiendo o destruyendo la vida de los ambientes y de las instituciones históricas, apoyándose siempre en el individuo-ciudadano, ha destruido las costumbres vigorosas, los espontáneos imperativos de convivencia, y se ha convertido en organizador o “planificador” de la sociedad.
La moral, actuante todavía por vía religiosa en muchas conciencias, viene a resultar ineficaz socialmente cuando actúa dentro de un medio sin costumbres donde, para cada decisión, habría de exigírselo todo a la voluntad individual y a la consciente influencia de los principios éticos... Y cuando la moral deja de ser socialmente actuante por no hallarse encarnada en costumbres ni sostenida por ellas, tiene que ser la legislación positiva la que ocupe su lugar como reguladora del orden social. Una legislación cada vez más minuciosa, más opresiva, más caprichosa y cambiante.
Para la mentalidad racionalista, y para su consecuencia, que es el estatismo socialista, las reservas vitales de la sociedad, las creencias y la sólidas costumbres que engendraron una humana y estable convivencia,son “prejuicios inmovilizadores”, “fantasmas del pasado” o “rémoras del progreso”. El socialismo, nos ha dicho profundamente Thibon, tiene la fobia del espesor. Su ideal es el de una sociedad fútil y vertiginosa, de apariencias brillantes, geométricamente planeada, centralmente manipulada: una sociedad de espíritus dóciles y triviales, de mentes ágiles e inestables, exentas de convicciones y de imperativos profundos. . .
Quizá nuestro país sea, contra lo que se cree, uno de aquellos en que el progreso del estatismo y la pérdida de las costumbres y resortes internos de convivencia han ido más lejos. La fe, todavia viva en muchos espíritus, palía en parte los efectos de este fenómeno de “erosión” social e institucional. Pero si se juzga por la total ausencia de costumbres colectivas y locales, por el número de disposiciones oficiales que son diariamente necesarias a la regulación social... cabría concluir que es el país del Occidente donde el progreso de individualismo y de trivialización de los espíritus se ha operado con mayor intensidad. (...)

...tanto en el origen de las buenas costumbres como en el de las vigorosas instituciones se encuentra la permanencia o estabilidad de hombres y de ambientes, sin cuyo concurso nada es posible en el mundo de las creaciones sociales. Esto engendró en el hombre de todos los tiempos el espíritu sanamente conservador, que es nota común a todas las sociedades históricas...Para el español o el francés del siglo XVI cualquier cosa era buena o conveniente en tanto que era ”costumbre antigua”o porque “fue fundada por los antepasados y se practica de tiempo prescrito e inmemorial”. En cambio, las "novedades" o "alteraciones" eran universalmente reputadas por inconvenientes o sinónimos de desorden... el parte militar normal o satisfactorio consiste, como es sabido, en negar acaecimiento de novedad. (...) Ese espíritu sanamente conservador ha sido extirpado de las mentes y de los corazones. La actitud humana, individual y colectiva, es hoy la diametralmente opuesta a ese sentimiento, y en esto radica quizá la más profunda raíz patológica de la sociedad contemporánea. Las palabras nimbadas de atractivo son hoy para todos los espíritus las de “nuevo” o “revolucionario”. El cambio es acogido y festejado por el hecho de ser cambio. El pasado, la continuidad y la costumbre han dejado de evocar para las mentes actuales valor alguno de respetabilidad o de legítimo orgullo. (...)

En una sociedad sin costumbres ni instituciones, a merced del absolutismo estatal, desarraigado de las almas el espíritu de estabilidad y conservación, sin un poder respetable capaz de re-crear el arraigo institucional, ¿habremos de ver ya al hombre moderno, como dice Chevallier, cogido definitivamente en su propia trampa? "

Rafael Gambra, Epílogo del libro de G.Thibon, Diagnósticos de fisiología social, Editora Nacional, Madrid, 1958.

2 comentarios:

Fernando dijo...

Cara Cristina,

Obrigado pelo elogio ao blog.
Tão bom quanto descobrir boas coisas e bons autores é compartilhar as descobertas.

Sempre costumo lamentar que autores como Gambra e Thibon sejam tão pouco conhecidos (assim como uma infinidade de outros bons autores). O blog é uma tentativa de divulgação, e mesmo sabendo que posso contar nos dedos (de uma mão!) meu número de leitores, não me desanimo. Nessa questão, como nas questões importantes, a quantidade conta pouco, e só de saber que tenho uma leitora de sua qualidade, fico plenamente satisfeito.

Um grande abraço,

Fernando.

Cristina Brackelmanns dijo...

Querido Fernando, muchas gracias a usted.

Creo, como Bonald, que hay autores que escriben para el futuro. El tiempo, que es un juez muy calmoso pero muy justo, los recuperará.

Acabo de recibir sus nuevos archivos y estoy feliz. Ese libro de Thibon, "Destin de l'homme", que se ha tomado el trabajazo de digitalizar, lo tengo en una edición de Desclée De Brouwer de 1941 que me da miedo manejar porque parece a punto de desintegrarse. Ahora podré leerlo sin miedo de que se me haga polvo en las manos. Junto con "Réalisme de la Terre", en un ejemplar precioso y destrozado, publicado en 1942 a cargo des Jeunes Aides Catholiques de Genève, son dos de las joyitas rescatadas antes de perder la biblioteca de mi padre.

Muchísimas gracias de nuevo por su generosidad y, como siempre, por su gentileza. Y otro fuerte abrazo.