19 junio 2012

La filantropía moderna

Quant à la bonté générale, tant prônée aujourd’hui, elle indique davantage la haine des riches que l’amour des pauvres. Car la philanthropie moderne exprime trop souvent une prétendue bienveillance avec les formes propres à la rage ou à l’envie.

[Por lo que se refiere a la bondad general, tan pregonada hoy en día,  es indicio más bien del odio a los ricos,  que del amor a los pobres. Por ello, la filantropía moderna expresa demasiado a menudo su presunta benevolencia mediante las formas propias de la rabia o la envidia]

Auguste Comte, Catéchisme positiviste, 1852, p. 24.

6 comentarios:

enrique baltanás dijo...

No conocía este texto de Comte. Y me sorprende. La idea que yo tenía de este señor era otra.

Fernando dijo...

No entiendo el comentario, CB. Ante todo, la filantropía parece más propia de los ricos que de los pobres o de la clase media: da más quien más tiene, al menos en España. Y si el pobre o el de clase media da ¿cuál puede ser la conexión con el odio a los ricos? Quizá en Francia, en el XIX, con tanta revolución, fuera distinto.

Más claro me parece que la filantropía es una manifestación de la bondad natural que todos tenemos en el corazón. Sin la fuerza de la fe tal bondad no se convierte en caridad, en sacrificio por los otros, sino en dar unas moneditas que nos hacen creernos buenos.

Muy poco, en definitiva.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Es muy oportuno su texto en estos tiempos cuando se tratan de buscar las causas de la crisis. Se vuelve a la condena de la riqueza y del mercado, a la reprobación del espíritu burgués. La nostalgia de la edad de oro, de la tribu, se da la mano con el marxismo de prontuario. Malos tiempos para los popperianos y demás liberales.

Saludos doña CB.

Cristina Brackelmanns dijo...

A mí me pasó lo mismo, Enrique.
La diosa Razón tiene muchas caras (o no tiene ninguna, que viene a ser igual).

Debe de ser efecto de la perspectiva, que vemos las líneas comunes y minimizamos las diferencias. Este señor las tenía irreconciliables con Voltaire, con Rousseau, con los metafísicos y sobre todo con los utópicos.

En su crítica al utopismo (la que le llevó a salir tarifando con Saint-Simon, el supuesto padre del socialismo moderno, después de trabajar como secretario suyo un montón de años) es fino fino.

Cristina Brackelmanns dijo...

La filantropía, que no es nada más que el amor a la humanidad, en principio no debería excluír a nadie, ni a ricos (que también lloran) ni a pobres, Fernando. Lo que pasa es que siempre acaba excluyendo. Al final existen sociedades filantrópicas a las que van las marquesas a tomar el té, y movimientos revolucionarios cortacabezas igual de filantrópicos.

Con lo segundo que dices, aunque lo de la bondad natural habría que matizarlo, pones el dedo en la llaga. Es lo mismo que decía Chateaubriand, más o menos que la filantropía es la falsa moneda de la caridad.

Cristina Brackelmanns dijo...

Ay, sr. del Retablo, supongo que en plenas consecuencias es difícil distinguir bien las causas.
O que más que buscar las causas lo que se intenta con urgencia es imputarlas, al vecino si es posible.

Entre la nostalgia de la tribu y el marxismo de prontuario, malos tiempos para todos, efectivamente (salvo para los especialistas en pescar en ríos revueltos).

Saludos cordiales, don Retablo.