Enrique Andrés Ruiz, crítico de arte, poeta, novelista, pensador y ensayista, escritor de pura cepa y una de las mentes más claras del país, autor de Los montes antiguos, los collados eternos (Edit. Encuentro), en mi opinión y sin ninguna duda una obra maestra y la mejor novela publicada el pasado 2011 en lengua castellana, en la más limpia, rica, gozosa y verdadera lengua castellana -porque un castellano de madre, sólo comparable al de Jiménez Lozano: vivido, mamado, no rebuscado en la chamarilería, es el que gasta Enrique Andrés-, acaba de publicar una antología de poesía española e hispanoamericana de tema pictórico, bajo el título Las dos hermanas, en las ediciones del Fondo de Cultura Económica.
Nadie como Enrique Andrés, poeta y -pinte o no pinte, que no lo sé- pintor él mismo, con ojos y con alma de pintor (no hay más que abrir Los montes antiguos, los collados eternos por cualquiera de sus páginas y “ver”, ver mucho mejor de lo que solemos, lo que allí se narra), para llevar a cabo esta antología, en la que una de las dos hermanas, la en tiempos considerada mayor y hoy convertida en menor: la poesía, nos habla sobre la otra: la pintura.
Con motivo de este último libro, en La Gaceta de hoy aparece la entrevista que aquí os enlazo, realizada por Ignacio Peyró. Habla en ella Enrique Andrés sobre ese totum -y ese tótem-denominado "arte contemporáneo", sobre poesía y pintura, sobre la belleza ideal y la hermosura o resplandor de lo real, sobre algunos de los autores presentes en la antología: Sánchez Mazas, M.Machado, R.Gaya, Alberti ... Habla en ella finalmente, respondiendo a una pregunta relacionada con Los montes antiguos, los collados eternos -una "ronda de historias en el sentido antiguo" según su autor-, sobre el hambre de destino y la redención literaria de "las criaturas huidizas", que diría María Zambrano. No os la perdáis, no tiene desperdicio. A continuación, unas breves muestras:
"...no podemos hablar hoy por las buenas de la subsistencia de la vieja hermandad entre poesía y pintura, por la sencilla razón de que ya "no hay" (institucionalmente, me refiero) pintura o escultura o dibujo, sino el dominio absoluto de una totalización estética llamada "arte contemporáneo", construida precisamente sobre la abolición o la ruina de aquellas viejas prácticas artísticas concretas. Este arte expandido es, así pues, producto más bien de la estética y sus reflexiones, por tanto un postulado ideológico, más concretamente político, no una inocente evolución estilística como las de la historia del arte. A eso se debe que los propios términos "arte contemporáneo" o "cultura contemporánea" tengan enseguida ese característico aire connotativo, como una especie de contraseña, que sugiere enseguida el propósito de transformación radical que no ha sido posible en la realidad. "
"Belleza, o la idea de belleza, no es algo, como decían mis viejos profesores, "pacífico en la doctrina", y en realidad, la estética arranca de la cancelación de aquella noción metafísica y su diseminación o relativización en el gusto y el juicio modernos. Pero esto no puede invitar, como parece hacerlo tantas veces, a desgarrarse las vestiduras. San Agustín mismo tenía una idea muy concreta sobre la belleza en el sentido clásico (otra cosa es la hermosura o resplandor de lo real). Pero no hemos perdido la belleza o la verdad como se pierde un paraguas."
"Aquellas dos viejas hermanas tenían sus talleres independientes como oficios independientes que eran. El arte total de hoy no es un oficio. Y luego tenían una intención común, que era la imitación de lo real, de lo creado, y en ese objetivo venían a confluir complementariamente. Esto tampoco puede existir hoy, porque el lema del
nuevo arte totalizado es precisamente su pretensión creativa y creadora de lo real (la realidad como obra política), que no se reclina ante ninguna otra creación previa."
"En la literatura los héroes y los personajes siempre han hallado el destino (como decía Walter Benjamin), el éxito, es decir, la redención o significado que a cualquier vida real le niega el infortunio y la muerte. Yo he querido recoger [en Los montes antiguos, los collados eternos], ciñéndome a un trozo de una España ya desaparecida (mi vieja Soria natal, entre ciudad y campo), las historias sin redención literaria de muchas gentes, pero también los sueños de lo contrario, es decir, las esperanzas
siempre fracasadas que toda aquella gente antigua tuvo de redención, de salvación, de gloria, de destino novelesco, de que su vida tuviera ese sentido imposible. "
4 comentarios:
Es una entrevista extraordinaria. La leí en el periódico hoy, y me encantó. Gracias por colgarla aquí.
Un abrazo,
E.
Sí que lo es.
A mí me encanta la representación familiar en el poema de tu hermano Jaime.
Gracias a ti, Enrique, aunque contigo siempre llego tarde.
Otro abrazo.
Efectivamente, una entrevista extraordinaria. Gracias.
No he visto "Los montes antiguos..." en ninguna de las listas de mejores libros del 2011, pero, conociendo su buen criterio, lo buscaré.
No obstante, tengo que manifestarle un ligero desacuerdo en lo referente a la chamarilería: ¿No le parece a usted que rescatar palabras caídas en desuso es tarea muy loable y el mejor modo de hacer frente al empobrecimiento, aparentemente inevitable, del lenguaje?
Un saludo afectuoso.
Gracias a usted, amable anónimo.
Que "Los montes antiguos, los collados eternos" no figure en esas listas no quiere decir absolutamente nada, por lo general ni son lo que están, ni están los que son; y en algún caso más particular y fiable, puede que le haya pasado desapercibido, es imposible leerlo todo.
Es un libro bellísimo, perdon: hermosísimo, con el resplandor de lo real, profundo, emocionante e inolvidable. De esos libros a los que se vuelve y se vuelve.
En cuanto al rescate de palabras en desuso, tiene usted razón, siempre que se necesiten y encuentren su hueco, que no se expongan como un muestrario de curiosidades, de objetos raros para epatar al lector. Usted ya me entiende.
Un saludo muy cordial, y gracias por su amabilidad.
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