19 noviembre 2011

"Tan bella, tan cerca" de José Manuel Mora Fandos, y su presentación en Madrid

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El jueves pasado estuve en la presentación, a cargo de Enrique Andrés Ruiz, de Tan bella, tan cerca (Ediciones de la isla de Siltolá), el último libro de José Manuel Mora Fandos, a quien hasta ahora sólo conocía de modo virtual. Un modo de conocer algo frío, pero muy certero, según he podido ir comprobando en todos los casos en los que, tras la voz, he tenido el privilegio de conocer a la persona.
José Manuel Mora Fandos es pura cordialidad, con ese punto de timidez infantil vencida que se encuentra en el fondo de la gente encantadora y de la amabilidad más exquisita. La timidez, aunque haya que vencerla, más que nada por lo que hace sufrir, si es que no es una virtud, viene siempre en compañía de grandes virtudes compensatorias. Una de ellas suele ser la generosidad. Mora Fandos la derrocha. No hay más que verle llegar desde Valencia cargado con el saxo, más el estuche de carboncillos, las acuarelas y hasta el spray fijador, para dedicarnos un dibujo a cada uno y despedirnos con esos tres solos de saxo tan increíblemente evocadores y bien tocados. Tristes y consoladores (que bien puede ser triste y ser consuelo, diría Salazar y Torres) como solamente pueden serlo unos solos de saxo bien tocados. Y aún se lamentaba de no haber podido traer unas rosquillas con las que tenía pensado convidarnos.
La presentación fue la demostración práctica perfecta de lo que realmente significa ese hallazgo de José Manuel Mora: la vida entendida como co-ser y en-cantar.
Impagable fue también escuchar a Enrique Andrés, con ese don para llegar directo al corazón de los asuntos, para trazar las grandes líneas y la vida de las ideas, de esa media docena de ideas que son las que siempre nos ocupan, para descubrir relaciones sorprendentes y delimitar posiciones irreconciliables. Y el asunto en este caso, el que vertebra el libro de José Manuel Mora, era la Belleza: la Belleza eterna e inmutable por un lado, la “belleza caediza” -así dijo- por el otro, y, entre una y otra, la forma bella de una vida: una forma que se traduce en sentido, y un sentido que tiene siempre carácter narrativo. Por allí desfilaron Homero y la generación de las hojas que el viento esparce por el suelo, Platón, la Poética de Aristóteles, don Quijote, Unamuno, Hegel, W.Benjamin, H.Arendt , la teleología cristiana y el fin último de cada vida, la postmodernidad, esa que ha expulsado la narratividad de las aulas, como observa en su libro Mora Fandos… A todos ellos, y convocado por el profesor José Antonio Millán, que matizaba a Enrique Andrés, se sumó Baudelaire con sus poemas en prosa, a los que tengo que volver sin falta en cuanto termine Tan bella, tan cerca.
A continuación, José Manuel Mora Fandos, atendiendo a la pregunta de Corina Dávalos, nos explicó cómo había ido creciendo el libro, nos habló de la importancia de la pintura y la música en su vida y en su escritura, nos contó que cinco meses antes de nacer ya daba clases de música en el vientre de su madre, profesora de piano, y , finalmente, dedicó un cariñoso agradecimiento a los tres Enriques con los que su libro, como si fuera una caja de corn-flakes, se ha visto “enriquecido”: a Enrique Andrés por su presentación, a Enrique Baltanás que le sugirió el precioso título, y a Enrique García Máiquez que firma el magnífico prólogo.
Al filo de las diez, tras el perfecto broche musical y la estupenda velada, que fue un continuo sentirse regalado, me fui con mi Tan bella tan cerca, tan dedicado con su rama de almendro florecido al carbón compuesto y a la acuarela roja, tan feliz y tan agradecida.
Y eso es todo. Como salí corriendo y no le di las gracias al cordialísimo Mora Fandos como las merecía, aprovecho para dárselas desde aquí.

12 comentarios:

Mora Fandos dijo...

Bueno, bueno, bueno... esto sí es generosidad. Yo, casi que me voy a esconder detrás del sol y el escudo. Y muchas gracias por referir el acto: solo que más que dar clases de piano, yo las recibía, de mi madre y sus alumnos... luego, ya se sabe, en casa de pianista, boquilla de saxo. Pero tengo una sobrina que ha tomado el relevo de mi madre, y lo hace muy bien. Ya se ve que las tradiciones se transmiten discontinuamente.

Espero que te guste el Tan bella..., ya comentarás. Y gracias de nuevo.

Cristina Brackelmanns dijo...

Hombre, José Manuel, esa distinción sí que es completamente alemana. Mi padre, que también daba (impartía) clases de piano, cuando le llamaba alguien diciendo que quería dar clases de piano, le contestaba que muchas gracias, que él ya sabía. Después le explicaba que en Alemania el que da las clases es el profesor y que el alumno las toma.
Y sí, las tradiciones se transmiten discontinuamente. En mi caso el piano le llegó a mi hija, yo no pasé de Schlaf Kindlein schlaf, una nana, y die Tiroler sind lustig, que es una cancióncilla cervecera. Sin embargo, necesito escucharlo.
El libro es una maravilla, ando por el silencio personicida. Me está ayudando mucho a pasar esta jornada "de reflexión".

Muchas gracias a ti.

Anónimo dijo...

Ay, qué envidia.
EB

E. G-Máiquez dijo...

Qué suerte estar en la presentación, aunque sea en diferido. Muchas gracias a los dos por vuestras respectivas generosidades.

Mora Fandos dijo...

Qué coincidencia de progenitores pianistas. Igualmente, en Valencia no es infrecuente escuchar que una madre le pregunte a su hijo sobre la clase de música: ¿Ya has ido a dar la clase? Y otra coincidencia, la de las tradiciones. Por cierto, mi madre tiene un premio de piano con su nombre, "Amparo Fandos", del Conservatorio de Torrent, cada dos años. Si tu hija se plantea el piano como concertista, que no deje de presentarse.
Y está muy bien que TBTC te haya servido para la jornada de reflexión. Muchas gracias por la lectura.

Cristina Brackelmanns dijo...

Claro, EB, es que tendrías que haber estado allí como enriquecedor titular. Lo habrías disfrutado y te habríamos dado tu ración de aplausos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Lo mismo que a EB te digo, Enrique. Se os echó de menos.
Y es verdad que el prólogo es magnífico.
Muchas gracias a ti.

Cristina Brackelmanns dijo...

Muchas gracias, José Manuel. Mi hija no sigue los estudios oficiales en el conservatorio, no es pianista a ese nivel, aprende en casa con una profesora particular.
Pero me alegro mucho de conocer ese premio que será un orgullo para toda tu familia. Lo seguiré de cerca, y también a tu sobrina. Muchísimas gracias.

Mora Fandos dijo...

Pues gracias a ti, Cristina. La "verdad" musical no está solo en los conservatorios, así que me alegro de esas clases. Me parece que lo importante es que la vivencia de la música sea algo ajustado a la propia personalidad, entonces es cuando se disfruta (aunque esto siempre lleva un esfuerzo, está claro).

Y gracias por el seguimiento del premio y mi sobrina. Sí que es un orgullo familiar. Tengo que decir que mi madre, después de toda una vida profesional dedicada al piano, ahora invierte su tiempo libre en pintar platos de cerámica a su aire, toda feliz. Y el piano lo toca cuando le da alguna clase a mi sobrina, o en algún otro rato. Lo importante es esa música que se adapta a la circunstancia vital.

Cristina Brackelmanns dijo...

Así es, José Manuel. Tendrías que haberla visto cuando tuvo el accidente y creíamos que perdía la mano derecha, intentando tocar el piano sólo con la izquierda. Esa es la verdad de la música.
Seguro que los platos de cerámica de tu madre son una preciosidad. El verdadero artista siempre es polifacético, como también lo eres tú.

Tenemos nuevo presidente. A ver...

Mora Fandos dijo...

Menudo milagro, y hoy, día de Santa Cecilia, qué buen día para recordarlo. La música de la vida, sí.
Los platos de mi madre son simpáticos, lo mejor es que son de mi mamá y que ella está allí, tanto o más que en las teclas. Creo que la creatividad es una condición, que tiende a aparecer por donde encuentra una rendija, y si le podemos abrir puertas en vez de rendijas, mejor para todos.

A ver el presidente... Mentiría si dijera que no me alegro, aunque huyo de las etiquetas y las afiliaciones.

Cristina Brackelmanns dijo...

Yo lo recuerdo cada vez que se sienta y la escucho con las dos manos. Tu madre entenderá muuy bien lo que es un nervio cubital cortado.
Y yo también me alegro, aun con todas las prevenciones, y aunque, laboralmente, no sepa dónde voy a ir a parar.
En fin, gracias por todo, José Manuel, y por recordarme a Santa Cecilia, que no había caído.