15 noviembre 2011

El carácter español visto por un alemán (1)

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"Lo que en España ocupa siempre el primer lugar es el hombre, al que quedan supeditados, incluso, la obra y la profesión. Si comparamos el retrato de un rey pintado por un artista español con un cuadro análogo de pintor francés, echamos de ver que el francés pinta en primer lugar un rey, cuya humanidad aparece enteramente absorbida por la realeza. En cambio, el retrato del autor español representa ante todo un hombre, que es rey por casualidad... Pero este mismo concepto lo hace extensivo a los más humildes, incluso a los mendigos y aun a los caídos por culpa propia, pues a ellos también les considera como a hermanos, sus hermanos infortunados. Un proverbio muy significativo dice: "Todos somos hijos de Adán y Eva, sino que nos diferencia la lana y la seda"... Esta ideología profundamente católica y cristiana es la que ha venido plasmando al hombre español a través de los siglos, imprimiendo a su carácter los rasgos más sobresalientes. Ella ha orientado su manera de pensar y de sentir, incluso en aquellos, en los muchos, que hoy reniegan conscientemente del contenido católico de tal pensar o sentir.

Tanto en la vida personal como en la pública, las relaciones personales siempre han resultado de eficacia mayor que todos los hechos y consideraciones de carácter objetivo. Cabe decir, pues, que el español es hombre subjetivo en el mejor sentido del vocablo, pues en su criterio no prevalece nunca la cosa, sino el hombre de carne y hueso. "En Alemania, escribe el satírico Julio Camba, se sacrifican los hombres a las ideas; nosotros, por el contrario, sacrificamos las ideas a los hombres". En 1925, tras innúmeras negociaciones, se logró concertar el tratado de comercio entre Alemania y España. Ninguno de los políticos alemanes se explicaba entonces el motivo de tanta dilación, que algunos achacaban a malévolas maquinaciones de ciertos órganos marcadamente aliadófilos. Más tarde supe que el verdadero motivo de lo que tanto disgusto causó en Alemania era de índole bien distinta. Era, sencillamente que, por razones de orden puramente técnico, el Gobierno alemán había enviado a cada sesión de las varias que al efecto se celebraron, un representante distinto. Pues, según criterio alemán, lo esencial era la misión en sí y no la persona que enviaban a desempeñarla. En España, por el contrario, donde no se concibe tal deslindamiento entre cosa y persona, el procedimiento alemán suscitó el enojo y la suspicacia de los contrincantes peninsulares... En España, desde luego, lo que decide, más que las cosas en sí, es el cómo éstas se hacen, o en otros términos: el criterio subjetivo prevalece sobre el objetivo.

Esto nos hace comprender también la importancia de lo convencional dentro de la sociedad española. El hombre del norte, de suyo más objetivo, especialmente el alemán, propende a menospreciar el importante papel que lo convencional desempeña en la vida de los pueblos latinos. Esto se refiere, sobre todo, al lenguaje diario. Un ejemplo concreto: cuando un español se halla en el caso de tener que dar una negativa, le repugna hacerlo de una forma concisa y tajante... Para amortiguar el golpe, el español suele emplear circunloquios o frases veladas. Ahora bien, las gentes del norte, habituadas a una franqueza más ruda, y poco habituadas a distinguir el lenguaje convencional de la expresión literal, fácilmente salen engañadas cuando se atienen al pie de la letra a las palabras de un español, y entonces es fácil que se quejen de las pretendida mentirosidad de este pueblo, cuando en realidad el español, lejos de engañar al extranjero, por el contrario, ha querido evitarle un disgusto. Así, por ejemplo, las evasivas al tenor de "veremos", o "bien podrá ser" y otras análogas, en el estilo convencional, equivalen, casi siempre, a una negativa rotunda y terminante. Y es que, entre españoles, aun de las más ínfimas capas sociales, las noticias desagradables suelen comunicarse generalmente de un modo velado e indirecto. Es este un detalle que revela las exquisiteces espirituales de una cultura muy antigua. Llama la atención la pasmosa facilidad y prontitud con que el español más humilde suele comprender una indirecta y con qué oportunidad sabe replicar a ella. En los países del norte, sólo entre los hombres más cultos y de sensibilidad muy refinada, podría encontrarse tanta flexibilidad de espíritu."

Werner Beinhauer, El carácter español, I."La supremacía del hombre", Ediciones Nueva Época, Madrid (Prólogo del autor para la edición española fechado en septiembre de 1944, Colonia).

8 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Estupendo el fragmento, aunque no sé si me hará mucho bien. A veces me exaspera mi tendencia al circunloquio, pero ahora, viendo que es una característica patria, uf, a ver cómo me quito o me modero. A pesar de todo, muchas gracias.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Me parece que el autor tiene toda la razón. Y explica muchas de nuestras virtudes y también muchos de nuestros defectos. Lo bueno (la fidelidad personal, el igualarnos en lo que es, en el fondo la condición humana) y lo malo (el enchufe, la recomendación y el apaño. Con todo,y bien que lo siento, creo que muchas de nuestras atribuidas cualidades se han perdido. No hay razones para ser muy optimista.

Reciba mis saludos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Amable que eres, Enrique, para qué te vas a quitar.
El asunto, como siempre, está en la intención. Beinhauer nos quería mucho y lo interpretaba como deseo de no disgustar, de no ser brusco, de no hacer daño. Otros menos benevolentes (seguramente españoles, porque nadie nos gana a autoflagelarnos)podrían verlo como bienquedismo, darlarguismo, cobardía... Pero yo estoy con Beinhauer, y más si te pones de ejemplo.

Cristina Brackelmanns dijo...

Señor del retablo, ya veo que tiene usted el librito, porque de los enchufes y de los intereses individuales antepuestos a la buena organización, tocaba hablar mañana.

El mismo Beinhauer ya se planteaba esa pega, la de si los rasgos de carácter resisten y permanecen en el tiempo (además de la de si puede hablarse de un carácter español, habiendo tantas diferencias regionales, que esa es la pega que yo veo más gorda), y se contestaba que sí, que pese a todo, hay un fondo que ha permanecido y seguramente permanecerá. Yo también lo creo, aunque ese fondo esté cada vez más al fondo.
Saludos cordiales y arriba los corazones.

Jesús dijo...

1. O sea que el "al pan pan y al vino vino" no es universalmente aplicable. Mejor es muchas veces un "pan sí, pero bueno, vino, sí, claro, aunque", con lo que estoy de acuerdo.

2. O sea que el "sí es no" de los gallegos, que no se sabe si suben o bajan la escalera, es una virtud nacional. Vaya, vaya. ¿Con qué gentes estaría el señor Beinhauer?

Cristina Brackelmanns dijo...

Me iba a tirar a decirte que una cosa es no mojarse a la gallega y otra echarle azúcar a la medicina amarga, pero lo pienso mejor y no es eso, no. No es que no os mojéis (que os mojáis mucho, y no sólo por el chirimiri).
Creo que lo vuestro es diferente, que tiene más que ver con vuestra manera de ver las cosas, así como abierta o alérgica a las conclusiones rotundas (pan sí, pero bueno...), y no con envolverlas, que es lo que dice Beinhauer que hacemos, pero déjame pensarlo unos años como dice aquel, que no lo veo nada claro...

A Beinhauer le gustaba el pueblo llano, que es el que habla más sabroso y al que le tomaba notas. Sé que anduvo mucho por las Castillas y por Andalucía, pero gallegos hay más fuera que dentro de Galicia, así que seguro que los trató. Tengo que echarle a un ojo a El español coloquial, que ya no me acuerdo si habla de vosotros.

Anónimo dijo...

Lo q dice este hombre en 1944 suena a camaradería. No querer criticar a la gente de un país con quien comparte una ideología que hoy en día resulta muy cuestionable (o acaso no?). Pero realmente es una crítica que hasta "el español más humilde" debería comprender.

Cristina Brackelmanns dijo...

No tengo ni idea de lo que quiere decir usted.