15 agosto 2011

Dios guardó del lobo a nuestra cordera



"Cuando la Virgen María sintió acercarse su fin sobre la tierra llamó en oración, según se lo había encargado Jesús, a los apóstoles junto a su lecho. Tenía ahora 63 años de edad. Cuando nació Jesús tenía sólo 15 años. (...) Pedro, Andrés y Juan fueron los primeros en llegar a la casa de María la cual, próxima ya a la muerte, estaba tendida en el lecho... He visto que la criada de María se afligía: en un rincón y aun delante de la casa se echaba de cara al suelo, orando con gran afliccción y tristeza con los brazos levantados... He visto acudir a dos parientes próximos de María y a cinco discípulos. Todos parecían muy cansados. Tenían bastones de viaje... Algunos lloraban de alegría y de emoción al verse reunidos otra vez... Luego se acercaron con reverencia al lecho de María para saludarla. La Virgen pudo decir pocas palabras.

He visto que los primeros en llegar arreglaron, en la parte anterior de la casa, un lugar para celebrar la Misa y orar... He visto que la Virgen María estaba en su lecho, sentada, y que cada apostol venía y se hincaba, y que María oraba, y con las manos cruzadas sobre su cabeza los bendecía. Lo mismo hizo con los discípulos y las santas mujeres. Una, que se inclinó mucho sobre ella, fue abrazada...

TRÁNSITO Y SEPULTURA DE MARÍA

...Pedro dijo la Misa tal como yo lo había visto hacer en el altar de Betesda. María se mantuvo sentada en su lecho durante el acto, en silencioso recogimiento... Pedro llevó la Comunión a la Virgen María en la cruz que colgaba del cuello del Apostol. Juan le llevó sobre un platillo el sagrado cáliz... Tadeo traía un pequeño incensario. Primero dio Pedro a la Virgen la Extremaunción: lo hizo como se hace hoy. Luego le dio la santa Comunión, que María recibió derecha, sobre su lecho, sin apoyarse. Despoués se recostó y tras la breve oración de los apóstoles recibió el cáliz de manos de Juan. Después de la Comunión ya no habló María. Tenía vuelto hacia arriba su rostro, hermoso y fresco, como en su juventud. Yo no veía el techo de su habitación, La lámpara colgaba en el aire. Una senda de luz se dibujó desde María hacia la Jerusalén celestial y hasta el trono de la Santísima Trinidad. A ambos lados de esta senda luminosa había caras de innumerables ángeles. María levantó sus brazos hacia la celeste Jerusalén y el cuerpo se levantó tan alto sobre el lecho, que yo veía perfectamente todo lo que había debajo. Parecía que salía de ese cuerpo una figura resplandeciente que extendía sus brazos hacia lo alto. Los dos coros de ángeles cerraron por debajo ese nimbo de luz y subieron en pos del alma de María, separada de su cuerpo, que se inclinó suavemente, con los brazos cruzados sobre el pecho, en la cama desde la cual se efectuó su dichoso tránsito. Muchas almas de santos, entre las cuales reconocí a varias, vinieron a su encuentro. Allí estaban José, Ana, Joaquín, Juan el Bautista, Zacarías e Isabel. María se elevó entre estas almas hasta el encuentro de su divino Hijo, cuyas llagas brillaban más que la luz, envolviéndolo todo. Jesús recibió a su madre y le entregó el cetro, señalando el universo a su alrededor.

En el mismo momento he visto algo que me consoló mucho; salían muchas almas del Purgatorio en dirección al Cielo. Tengo la seguridad de que cada año, en el día de su Asunción, muchas almas devotas de María reciben la liberación de sus penas y suben al Cielo. El cuanto a la hora del tránsito de María, se me indicó que era la hora nona, en la cual murió también su divino Hijo. Pedro y Juan deben haber visto esta glorificación de María, pues noté que tenían los ojos elevados a los cielos, mientras las demás personas estaban postradas inclinadas hacia la tierra.
El cuerpo de María estaba resplandeciente, como en tranquilo reposo, con los brazos cruzados sobre el pecho, y tendido en su camilla, mientras los presentes, de rodillas, oraban con fervor y lágrimas en los ojos. Más tarde las santas mujeres cubrieron el cuerpo con una sábana. Reunieron todos los objetos de uso en una parte y lo taparon todo, hasta el hogar. Luego se cubrieron con sus velos y oraron largo tiempo, ya de rodillas, ya sentadas, en la primera sala. Los apóstoles se cubrieron la cabeza con la capucha que traían y se ordenaron para rezar en coro.

Mientras tanto Andrés y Matías estaban ocupados en preparar la sepultura, la cueva que María y Juan habían dispuesto como sepulcro de Jesús al final de las estaciones del Vía Crucis [un camino que María y Juan habían señalado con piedras en Efeso, y que recorrían recordando el de Jesucristo en su Pasión]. Esta gruta no era tan grande como la de Jesús. Tenía apenas la altura de un hombre y delante un jardincito cercado con estacas. Un sendero llevaba hacia la gruta donde había una piedra ahuecada para recibir el cuerpo, con una pequeña elevación donde descansaría la cabeza. La estación del monte Calvario estaba en la colina de enfrente; no había allí una cruz visible, sino sólo grabada en la piedra. Andrés, especialmente, trabajó mucho y colocó una puerta delante del sepulcro. El sagrado cuerpo fue preparado por las santas mujeres para la sepultura. Entre estas mujeres recuerdo a una hija de Verónica, y a la madre de Juan Marcos. Trajeron hierbas olorosas y esencias, y procedieron al embalsamamiento de acuerdo con la costumbre de los judíos. Lo hicieron con el mismo cuidado con que habían tratado el sagrado cuerpo de Jesús. El sagrado cuerpo de María fue colocado con su vestidura en un canasto, hecho según la forma del cuerpo, de tal modo que éste sobresalía del cajón. El cuerpo era blanco, luminoso, tan liviano y espiritualizado que se levantaba con toda facilidad. El rostro era fresco, rosado y juvenil. Las mujeres cortaban el cabello para conservar reliquias de la Virgen. Pusieron plantas olorosas en torno al cuello y la cabeza, bajo los brazos y en las axilas... Sobre la cabeza pusieron una corona de flores blancas, rojas y azul-celestes, como símbolo de su virginidad. Sobre el rostro pusieron un género transparente, de modo que se pudiera ver la cara. Los brazos estaban cruzados sobre el pecho... Así preparado el sagrado cuerpo, fue puesto finalmente en un cajón de madera blanca, con una tapa que por arriba, por el medio y por debajo se podía sujetar al cajón. Este cajón se colocó sobre unas andas. Todo se hizo con cierta solemnidad y emoción tranquila; el duelo también fue con mayor exterioridad y muestras de dolor que en la sepultura de Jesús, donde hubo mezcla de miedo y de apresuramiento por causa de los enemigos.

Para llevar el sagrado cuerpo hasta la gruta, como a media hora de camino, procedieron de este modo: Pedro y Juan levantaron el cuerpo de sobre las andas y lo llevaron hasta la puerta de la casa. Allí, puesto de nuevo sobre las andas, lo cargaron en sus hombros. El sagrado cuerpo colgaba de entre las barras de las andas, corridas entre correas y esteras, como una cuna. Delante de esta procesión iban parte de los apóstoles rezando y las santas mujeres detrás, cerrando el cortejo. Llevaban antorchas metidas en unas calabazas y levantadas sobre palos largos. Llegados a la gruta depositaron las andas. Los apóstoles introdujeron el cuerpo y lo depositaron en el hueco cavado de antemano. Todos desfilaron una vez más delante de los sagrados despojos para rezar y honrarlos. Luego cubrieron toda la sepultura con una estera. Delante de la gruta cavaron un hoyo y trajeron una planta bastante grande con sus raíces y sus bayas, la plantaron profundamente y la regaron abundantemente para que nadie entrara por delante en la gruta. Sólo podía llegarse a ella por los lados, por entre los matorrales.

LA GLORIOSA ASUNCION DE MARIA SANTÍSIMA

En la noche de la sepultura sucedió la Asunción de la Virgen al Cielo con su cuerpo. He visto a varios apóstoles y mujeres esa noche rezando ante la gruta o, mejor dicho, en el jardincito delantero. He visto bajar del cielo una senda luminosa y tres coros de ángeles rodeando el alma de María, que venía resplandeciente a posarse sobre la sepultura. Delante del alma venía Jesús con sus llagas luminosas. En la parte interior de la gloria donde estaba María, se veían tres coros de ángeles. La más interior parecía de caras angelicales de niños pequeños; la segunda hilera eran caras de criaturas de seis a ocho años, y la más exterior era de jóvenes. Sólo se distinguían bien sus rostros. El resto del cuerpo era como una estela luminosa algo indeterminada. En torno de la forma de la cabeza de María había una corona de ángeles. No podría decir que es lo que veían los presentes; yo sólo veía que miraban hacia arriba, llenos de admiración y emoción. A veces, llenos de maravilla, se echaban con los rostros al suelo. Cuando esta aparición se hizo más clara y se posó sobre el sepulcro, se abrió una senda desde allí con su cuerpo, resplandeciente de luz, y se dirigió triunfante, con el angélico acompañamiento, a la celeste Jerusalén. El alma de María, pasando delante de Jesús, penetró a través de la piedra en el sepulcro; luego se alzó de allí con su cuerpo, resplandeciente de luz, y se dirigió triunfante, con el angélico acompañamiento, a la celeste Jerusalén.

Días después, estando los apóstoles rezando en coro, llegó el apóstol Tomás con dos acompañantes... Tomás quedó muy afectado al oír que María había sido ya depositada en el sepulcro. Lloró amargamente y no podía consolarse de haber llegado tan tarde.... Los apóstoles, acudieron a consolarlo con cariño, lo abrazaron y le ofrecieron pan, miel y alguna bebida. Después lo acompañaron llevando luces al sepulcro. Dos discípulos apartaron las ramas del arbusto. Tomás y Eleazar oraron delante del sepulcro. Juan abrió las tres pretinas que cerraban el cajón. Dejaron la tapa de un lado y vieron, con gran maravilla, que estaba vacío. Sólo quedaban allí las sábanas y las telas con las que habían envuelto los sagrados restos. Todo estaba en perfecto orden. La sábana estaba corrida por la parte del rostro y abierta por la parte del pecho. Las ataduras de brazos y manos aparecían abiertas, puestas en buen orden. Los apóstoles alzaron las manos en señal de gran admiración, y Juan grito: “Ya no está aquí”. Los demás se acercaban, miraban, lloraban de alegría y admiración; oraban con los brazos levantados y los ojos en lo alto, y se echaban al suelo pensando en la luz que habían visto la pasada noche. Luego tomaron los lienzos y el cajón consigo, como reliquias, y llevaron todo hasta la casa, orando y cantando salmos de acción de gracias. Cuando llegaron a la casa, puso Juan las telas dobladas delante del altar. Tomás y los demás rezaban. Pedro se apartó un tanto, preparándose para los misterios. Luego celebró la Misa delante del crucifijo de María, vi a los demás apóstoles detrás de él, en orden, orando y cantando. Las mujeres estaban junto a la puerta y cerca del hogar...

Antes de separarse los apóstoles para volver a sus respectivos países, fueron a la sepultura, y cavando y echando tierra e impedimentos hicieron imposible el acceso a la gruta. De una parte de ésta dejaron un acceso hasta la pared con un pequeño boquete para mirar adentro. Este sendero era conocido sólo de las santas mujeres que habitaban allí. Sobre la gruta erigieron una capilla con maderas y esteras, cubierta con colgaduras. El pequeño altar interior era de piedra, con una grada también de piedra. Detrás del altar colgaron una tela donde estaba bordada la imagen de María en su vestido de fiesta...

En la casa sólo queda Juan Evangelista; los otros han partido. Ví a Juan, en cumplimiento de la orden de la Virgen María, repartiendo sus ropas a su criada y a otra mujer, que venía con frecuencia a ayudar en los quehaceres de la casa. En el armario Juan encontró algunos objetos procedentes de los tres Reyes Magos. Vi dos largas vestiduras blancas, varios velos, colchas y algunas alfombras. Vi también aquel vestido listado que María había llevado en las bodas de Caná y que se ponía cuando hacía el Vía Crucis... Con el hermoso velo nupcial celeste, bordado de oro y sembrado de rosas, se hizo un adorno sacerdotal para la Iglesia de Betesda. En Roma quedan todavía reliquias de esta prenda. Yo las veo allí , pero ignoro si alguien conoce estas reliquias. María llevó estas prendas en la época de sus esponsales y nunca más."

Visiones y revelaciones de la Ven. Ana Catalina Emmerick. Tomo XII (desde la Resurrección de Jesucristo hasta la Asunción de María Santísima). Editorial Surgite. [ http://issuu.com/jonaer/docs/emmerick_xii ]


4 comentarios:

enrique baltanás dijo...

Yo tengo la edición de Vozdepapel,2010, que se presenta como "traducción íntegra del original alemán, presentación y notas de José María Sánchez de Toca cAtalá, y prólogo del cardenal Antonio Cañizares, pero este pasaje no viene.
El libro lleva el título de "La amarga Pasión de Cristo" y en la solapa se afirma que es "la primera que se publica en castellano traducida directamente del alemán y en su integridad".
???

Cristina Brackelmanns dijo...

Esa tengo yo también, pero cubre sólo las visiones sobre la Pasión. Las notas que Brentano le tomó a Emmerick ocupaban unos 40 volúmenes y abarcan desde la Creación hasta los últimos tiempos.
Que yo sepa, hay unas obras completas publicadas por una editorial mejicana hace ya bastante, y otras, en 10 vol., de la Librería Nación de Buenos Aires. Así que la primera que se publica en castellano, desde luego no; traducida directamente del alemán, a lo mejor sí.
De todos modos las encuentras también en internet aquí: http://issuu.com
Pones después 'emmerick' en la casilla de Search y al momento aparecen los quince volúmenes de Surgite (creo que es una edit.peruana, al menos el imprimatur es del Obispo de Cajamarca-Perú)y otro más con la biografía.
Todo lo que cuenta sobre la Virgen es deslumbrante, y lo que dice sobre el tema de la Asunción, tan confuso (por qué hay una tumba de la Virgen en Getsemaní y una basílica de la dormición junto al Cenáculo si vivía en Éfeso, y qué es eso de la dormición, murió o no murió...), es tan detallado, luminoso y sencillo como sólo puede serlo la verdad. Hasta aclara el porqué de todas las confusiones (como que unos años antes de morir quiso acompañar a San Juan a Jerusalén para volver a recorrer los lugares de la Pasión, y se puso tan mala al revivirlo todo que creyeron que moría y le prepararon una tumba. Después se repuso y volvió a Éfeso)
Quería haber hecho una segunda parte para la octava, pero todo se me queda en "quería".
Ahora añado la dirección de internet a la entrada. Gracias, Enrique.

enrique baltanás dijo...

Gracias a ti por tus detalladas observaciones.

Cristina Brackelmanns dijo...

Bueno, es cierto, la concisión no es mi fuerte, pero es que eran nada menos que tres interrogaciones...
Si llegas a poner una más, te cuento hasta lo de los frutales amarillos de Efeso con los frutos caídos por el suelo y lo de la colina del ruiseñor.