24 marzo 2011

O lo uno o lo otro (o quizá todo a la vez)

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-O lo que dice Vinzenz Viktor Karsky, el de las denominaciones soberbias: que una sola primavera basta:
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-Creedme, todo depende de esto: haber tenido, una vez en la vida, una primavera sagrada que colme el corazón de tanta luz que baste para transfigurar todos los días venideros. Todos estaban tendidos hacia él, como si esperaran algo más. Pero Karsky calló, brillándole los ojos. Nadie lo había comprendido, y sin embargo sobre todos ellos flotaba como un encanto misterioso. Hasta que el más joven vació su vaso de un trago, dejándolo ruidosamente sobre la mesa y exclamando: -¡Creo que os ponéis sentimentales, niños! ¡De pie! Os invito a todos a mi casa... -

-O lo que dice Francesca de Rimini: que no hay dolor mayor:

E quella a me: "Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice ne la miseria; e ciò sa 'l tuo dottore..."

Rainer Maria Rilke, Primavera sagrada (relatos juveniles)/ Dante Alighieri. Divina Comedia. Inf.V, 121-123.

***

¿Y qué será más cierto, lo que dice Francesca, lo que dice Vinzenz Viktor, lo que dicen entre los dos, nada de lo dicho o de lo que parecen decir...? Me pregunto también si tendrán algo que ver las distintas circunstancias desde las que cada uno habla: que el joven Karsky , con una larga vida por delante, venga de visitar la tumba de su amada recién fallecida; que el lugar desde el que Francesca se lamenta se encuentre en el segundo círculo del Infierno. Me pregunto, por último, cuál es el verdadero sentido de esas palabras de Francesca, tan traídas y llevadas como expresión perfecta del dolor de nostalgia. Por qué unos versos más abajo Dante se siente desmayar, casi morir; por qué ese verso final fulminante: E caddi come corpo morto cade. Dante no era un romántico, y Rilke tampoco. Dante era, por encima -o por debajo- de todo, un teólogo, y Rilke no le andaba lejos.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

La contraposición entre lo que dice Francesca y lo que dice el personaje de Rilke es iluminadora, pero no creo que haya que quedarse, necesariamente, con una de las dos cosas, excluyendo a la otra. Ambas tienen, o pueden tener, su momento y su sentido. Desde luego, el que Francesca hable desde el infierno (el lugar a cuya entrada se lee "lasciavi ogni speranza, voi ch'intrate"), es importante ahí; es difícil imaginar que Karsky hubiera seguido sintiendo colmado "el corazón de tanta luz que baste para transfigurar todos los días venideros" si estuviese en el infierno del Dante, donde esos días venideros son ya lo definitivamente irremediable. Pero también puede recordarse aquí lo que dice Borges en "El encuentro en un sueño", de sus "Nueve ensayos dantescos": "Infinitamente existió Beatriz para Dante. Dante, muy poco, tal vez nada, para Beatriz; todos nosotros propendemos por piedad, por veneración, a olvidar esa lastimosa discordia inolvidable para Dante. Leo y releo los azares de su ilusorio encuentro y pienso en dos amantes que el Alighieri soñó en el huracán del segundo círculo y que son emblemas oscuros, aunque él no lo entendiera o no lo quisiera, de esa dicha que no logró. Pienso en Francesca y en Paolo, unidos para siempre en su Infierno. ("Questi, che mai da me non fia diviso..."). Con espantoso amor, con ansiedad, con admiración, con envidia". Y es que todo acto humano ofrece, o permite, perspectivas múltiples, tal vez infinitas; acaso la idea de Dios sea, entre otras cosas, la de la única mirada omnicomprensiva, que puede abarcarlas todas.

José Cereijo

Cristina Brackelmanns dijo...

Yo tampoco creo que una cosa excluya la otra, aunque pueda parecerlo: el recuerdo del amor como luz secreta de los días, o el recuerdo del amor como el mayor dolor. Incluso creo que son bastante compatibles (aquí).
Lo gracioso es que de la importancia que tenía el lugar desde el que Francesca habla, y de la imposible esperanza (esa es la cuestión), y del arrepentimiento -o al menos el dolor por las tremendas y eternas consecuencias del "tempo felice"- que parece un sentimiento más propio del infierno que la nostalgia, me di cuenta sólo al escribir los dos textos seguidos, , como si se hubieran puesto a hablar.

El comentario de Borges es bellísimo ("Infinitamente existió Beatriz para Dante...", qué maravilla), pero bellísimo y todo, no estoy muy de acuerdo, si se me permite el atrevimiento. Ni me parece una lastimosa discordia, ni me parecen emblemas oscuros de esa dicha que no logró con Beatriz (sí me parecen emblemas, pero no tan oscuros, y de algo perteneciente a una esfera mucho más humana que aquella a la que pertenece el amor de Beatriz). Que tras la historia de esa lectura (y esas miradas, y los "dolci sospiri" y los "dubbiosi disiri"...) y su desfallecer de piedad y de espanto, está la fuerza de lo realmente vivido, parece evidente: "E caddi come corpo morto cade", ahí está, y en algo que le dice Beatriz en uno de los últimos Cantos del Purgatorio, que él no se atreve a levantar los ojos del suelo (tendría que buscarlo). Pero decir que son "emblemas oscuros, aunque él no lo entendiera o no lo quisiera", ponerse psicoanalítico y querer saber más que el propio Dante, me parece un poco pretencioso por parte de Borges.

Lo que desde luego es cierto es que la idea de Dios es la de la única y necesaria mirada omnicomprensiva, en todos los sentidos del término.

Gracias por la visita, que siempre es un honor, y por el impresionante comentario. Fíjate si será bueno que hasta el contador de comentarios, al bajarlo, en vez de marcar 1, ha puesto de golpe 2. Duendes (y listos).

Un abrazo, señor Cereijo.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Después de dos comentarios de tanta categoría es mejor no decir nada. Además en cuestiones de este tipo creo que me planteo las cosas con sencillez (aunque espero que no con simpleza).

Pero en fín, vamos adelante.

El texto de Rilke lo encuentro muy relacionado con un poema de Luis Alberto de Cuenca, en concreto el titulado "Optimismo", en el que se afirma que no debe movernos en la vida el recuerdo de la derrota o el sufrimiento, sino el rememorar aquella jornada en que ganamos "aquel día feliz en que todo te sonreía". Por mi parte, para valerse uno en el mundo, prefiero al señor Karsky.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Gracias por el exageradísimo elogio a mi comentario, que desde luego no lo merece. Yo también había reparado en el "2" del contador, y me intrigaba lo que pudiera decir el texto desaparecido; sin duda, y tal como dices, en Internet hay duendes. Y no creo que lo que dice Borges sea pretencioso; lo que pienso es que él, muy conscientemente (o no tanto), se proyecta al decirlo en ese Dante del que habla, que no es exactamente el Dante de la Comedia, ni menos aún el histórico. Es decir, hace una lectura predominantemente lírica de un texto que no es sólo eso; que contiene lo lírico, pero va más allá, o al menos es mucho más amplio. Y, en ese sentido, una lectura reductora. Pero es tan bella, esa lectura, que uno se lo perdona todo. Yo creo de veras que los "Nueve ensayos dantescos" me han enseñado a leer mejor a Dante (y quizá no sólo a él); es algo que puede decirse con verdad (o con la misma verdad) de muy pocos textos. Opino que tiene razón cuando dice de sí mismo "creo ser un excelente lector; o, al menos, un sensible y agradecido lector". Tarea ésa, la de leer bien, no menos difícil a veces que la de escribir bien, y ciertamente más humilde y meritoria.

José Cereijo

Mora Fandos dijo...

Muy interesante la confrontación de textos y los comentarios. Como habéis dicho, los contextos son muy diferentes. Creo que Karsky habla desde la inmanencia, y Dante desde luego, desde la trascendencia. Leí Primavera sagrada hace algún tiempo, en una edición muy bella -creo que de El Funambulista-, y el resto de relatos. Sí creo que Rilke es un romántico, y al mismo tiempo hay una teología implícita en sus obras. No es incompatible esa doble presencia. Y un rasgo del romanticismo es esa glorificación de un momento, un instante -que puede ser una época de la vida-, extraño y extraordinario, que acabará produciendo nostalgia, no esperanza, porque habrá que estar constantemente volviendo atrás para sostener el presente. Un planteamiento trascendente pone una meta por delante, una linealidad, un progreso, al menos en el sentido cristiano. Por eso el tiempo de peregrinación en la tierra es esperanza, no aguante nostálgico, y por eso lo del letrero a la entrada del infierno, que recuerda José Cereijo, porque es el momento escatológico, el de la meta elegida, definitiva.

Cristina Brackelmanns dijo...

Muchas gracias por ese Optimismo, Sr. del Retablo, y por su sencillo, sabio y nada simple planteamiento. Yo también prefiero sin duda -aunque la memoria a veces no se deje pastorear y sea muy suya- valerme en el mundo al modo de Karski. De todos modos, tengo la impresión de que esa experiencia transfiguradora y sagrada de la que habla Rilke va un poco más allá de "aquel día feliz en que todo te sonreía" de L.A.de Cuenca. Pero es posible que la lectura de Rilke se me haya contagiado de la que le sigue de Dante, que también es muy capaz de transfigurar todo lo que toca.
Muy cordiales saludos también para usted.

Cristina Brackelmanns dijo...

Tú lo decías, José: todo acto humano ofrece, o permite, perspectivas múltiples, tal vez infinitas. Cuánto más una obra como la de Dante.
El pasaje que citabas de "Los nueve ensayos dantescos" me pareció maravilloso y ya me puso los dientes largos. Fue sólo la observación: "aunque él no lo entendiera o no lo quisiera" la que me pareció excesiva. Los leeré sin falta, no veo mejor recomendación de un libro que la que acabas de hacer de éste.
Lo que sí que es ciertamente humilde y meritorio es tu última afirmación.

Muchas gracias, señor Cereijo.

Anónimo dijo...

Gracias, las que usté tiene, y merece. (Esto ya parece una batalla de flores; moderémonos). La frase sobre la humildad y el mérito de la lectura, de la buena lectura, es casi una reescritura del propio Borges, cuando afirmaba estar más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. E incluso puede aludir lejanamente a la (tan gratamente exagerada) de Virginia Woolf, cuando se imagina llegando al Cielo a una serie de gentes, para recibir sus premios, y a Dios comentando a alguno de sus ángeles, al ver llegar a un grupo de lectores: "Míralos. No tenemos nada que darles. Lo han tenido todo. Han amado la lectura".

José Cereijo

Cristina Brackelmanns dijo...

Lo que es interesantísimo es tu comentario, José Manuel, porque toca todas las notas que suenan y se entremezclan en los dos textos. Lo que ocurre, como le decía al Sr. del Retablo, es que, para mí, el texto de Rilke, quizá por simpatía con el de abajo, habla precisamente de una experiencia trascendente. Esa diferencia que tan bien expones entre lo inmanente y lo trascendente, y entre el momento de dicha que simplemente permanenece en la memoria como nostalgia o como dolor -glorificado pero, como si dijéramos,congelado-, y el que, transformándonos, proyecta una luz sobre el futuro, creo que es precisamente lo que late en los dos textos. En el texto de Rilke, a renglón seguido, los amigos le dicen que irán muchachas y que si les acompaña, y termina: "-¡Naturalmente!... y vació con lentitud su vaso". Es decir, la vida sigue, pero él ya no es como los alocados de sus amigos, que vacían el vaso de un trago, o como antes era él mismo.
Lo tremendo del lugar desde el que habla Francesca es que allí no hay esperanza, pero sí memoria, memoria congelada, sin remisión ni futuro. En el Purgatorio también hay memoria, pero hay tiempo, progreso, como dices, y esperanza. En el Paraíso ya no hay tiempo, ni memoria, ya no es necesaria: En el Canto 31,10 (es leyendo el final del 30 y principio del 31 como me parece que se entiende el espanto que le produce la situación de los dos amantes asesinados), en medio de la bronca que le suelta Beatriz -para que llore y tengan una misma medida su culpa y su dolor-, le dice: "En qué piensas? Respóndeme, que las memorias tristes no han sido aún en ti borradas por el agua".
El tema da para toda una vida, José Manuel; lo de si Rilke era o no era romántico casi también, pero esto ya va demasiado largo y mañana hay que levantarse una hora antes y otra vez de noche...

Cristina Brackelmanns dijo...

Pues sin flores, sr. Cereijo, que además, hablando de flores, tengo un buen ramo encima de la mesa, verde y lila, que da gloria verlo.
Exagerada, desde luego, parece V.Woolf, pero ¿gratamente? Si por leer no van a tener nada que darme, yo ya mismo cierro los libros y no vuelvo a mirarlos ni de reojo. Ni los nueve ensayos dantescos, ni nada de nada...

Anónimo dijo...

Hombre, digo mujer, no hay por qué verlo así. También cabe mirarlo desde el lado contrario: pensar que lo que Virginia Woolf está diciendo en ese texto es que la lectura, para quien la ama de verdad, es lo que más cerca está aquí de darnos un pregusto de la beatitud celeste. Como decía Joubert, otro maravilloso lector (esto ya parece una casa de citas, con perdón): "¡Ay! Los libros nos proporcionan nuestros mayores placeres, y los hombres nos causan nuestros dolores más grandes. Es duro decir una cosa así...".

José Cereijo

Cristina Brackelmanns dijo...

Sí que es duro lo que dice Joubert, durísimo, aunque, hombre, digo hombre, los libros no nacen por generación espontánea...

Y lo de VW, visto desde ese otro lado, ya me gusta más, pero creo que tenía una idea del cielo un poco pobre (o que a mí la lectura -con perdón por la parte que te toca-, por muy bien que me sepa, a cielo no me sabe). Todavía si hubiera dicho la música...

Gracias por las citas, me han encantado. Es todo un arte el de la cita oportuna. Pasa como en el anuncio de esa pastillita de caldo, el de "¿Tú cueces o enriqueces?": si no citas, cueces; si citas, enriqueces.

Por cierto, me voy a tomar algo, que empiezo a ver que lo necesito...
Un abrazo, sr. Cereijo.

Anónimo dijo...

No sé si las horas que aparecen reflejadas tras los comentarios son las reales, no me he fijado; pero, si a las 16,35 la amiga Cristina todavía no se ha tomado nada, no me extraña que no vea bien los placeres de la lectura. No me extraña que no vea bien nada, como no sea un urgentísimo plato de comida. ¿Qué rayos de horas son ésas, hombre, digo mujer, digo criatura irresponsable? Hay que comer a sus horas, oiga.

José Cereijo

Cristina Brackelmanns dijo...

Si le contara mis horas al amigo Cereijo.
No es horario irresponsable, digamos que es horario... europeo. Las lentejas, por si él no lo sabe, cuando están buenas de verdad es a las ocho de la tarde, se lo digo yo (o se lo podré decir dentro de un rato).

Anónimo dijo...

"No comment". "Ni bebbent". Ni ná. Por lo visto. Ay Señor, qué cruz. Comprendo lo de la preocupación por la línea, y lo de querer tomar alguna medida; pero una huelga de hambre me parece cosa excesiva. Y los desayunosmeriendacenas, o como diablos sean, poco razonables. Y poco sanos.

José Cereijo

Cristina Brackelmanns dijo...

Desayunomeriendacena, no, que yo desayuno como mandan los cánones. Lacomidameriendacena, esa sí, es de lo más práctico y sano sanísimo. La pena es que en casa, por muchas campañas europeas que les hago, se me resisten.