21 marzo 2011

Absorta en su tarea

PRIMAVERA DE CIUDAD

Una vez más regresa, pese a todo,
la vieja Primavera;
ventila todas las alcobas, tiende
un mantel perfumado,
barre las telarañas del invierno.
Tan silenciosamente que, tal vez,
nadie se enterará de su llegada,
por lo demás poco importante. Luego,
un día, sin pensarlo, alzas la vista,
y por algún rincón inesperado
-los brazos, aún robustos,
llenos de flor reciente-
la miras deslizarse, laboriosa,
mientras canta en voz baja, absorta en su tarea.
Dios me perdone si no creo a veces
mutua la indiferencia -y que a ella tampoco
le importa nuestro hacer (que acaso juzgue
simple locura inútil); opinión no improbable,
sólo por la piedad de su largo servicio
traducida, tal vez,
en la vasta sonrisa sin aristas
con que lo envuelve todo, mientras sigue a lo suyo:
pero quizás es sólo que chochea.
Algún día se irá, tan silenciosa
como llegó, y en medio
de la misma aceptada indiferencia;
casi respiraremos aliviados -ya fatigaba un poco
la insistencia solícita, incluso maternal,
y pasada de moda.
Pero quisiera, sin embargo, darte
las gracias, Primavera,
inmemorial sirvienta fastidiosa:
aún es grato pensar que, cuando ya no estemos,
tu senil diligencia
seguirá conservando, de algún modo,
el orden familiar.
Saberlo inevitable da, en el fondo,
una cierta alegría -además, desde luego,
de un ligero arañazo melancólico.

José Cereijo, Las trampas del tiempo, poesía Hiperión, Madrid, 1999.

[Si es día 21 y estamos en marzo, hoy empieza la primavera oficial, aunque la real haga ya un tiempo que se dejó notar. De este poema de José Cereijo, además de la imagen de la fiel sirvienta atareada y a lo suyo, y de la hermosura de esa vasta sonrisa sin aristas, me gusta mucho el título: Primavera de ciudad. Y es que la primavera de ciudad no es la primavera en la ciudad, es otra primavera: menos avasalladora que la primavera titular, menos triunfalista, más modesta y compasiva, mucho más tierna. La primavera de ciudad parece que se esfuerza por alegrarnos: un geranio aquí, un pruno florecido allá, la luz hasta el fondo del patio, el arbolito cuasidifunto que revive en la parada del bus... detalles, menudencias. Es una primavera venida a menos ("allí la primavera siempre es pálida, a medias", dice un verso de Rilke), pero entregada. Como si supiera que la necesitamos. Esa mutua indiferencia de la que habla el poema, es lo único que no me termina de convencer, aunque también podría tratarse de "indiferencia de ciudad", siempre pálida y a medias.]

2 comentarios:

Anabel dijo...

Aunque la primavera está en su línea, el poema me ha gustado mucho.
Anabel

Cristina Brackelmanns dijo...

Me alegro, Ana, a mí también me gusta mucho.
Y la primavera peor que en su línea. ¿Has visto los nubarrones? Parece que la sirvienta hoy no está de buenas, hasta creo que nos va a tirar un balde encima.
Gracias, Ana, me encanta verte por aquí.