"Hay una literatura que es suntuosa, sobrecargada de oro y autoestima. Considera el hecho de escribir mayor que la vida. No conoce nada más noble que una bella frase. Engendró, sin lugar a dudas, obras maestras, y me resulta indiferente. Es de una literatura distinta de la que estoy hambriento. Es tan antigua como la primera. No supone menos trabajo pero no busca lo mismo.
O mejor: hay una manera de escribir que busca, no encuentra más que por accidente o por gracia, y sigue buscando. Y hay una manera de escribir que da vueltas en torno a su espejo, una novia que se prueba el traje. Esa no busca nada, no tiene nada que buscar, ha encontrado desde siempre con quien casarse: con ella misma. Su belleza no me impresiona. No admiro una obra porque me dicen que la admire, sino por el poder del amor que en ella vibra. Lo que yo entiendo aquí por amor no es nada sentimental. El único amor que es real es de una dureza increíble. Esa es la palabra: increíble. El poeta Henri Pichette dice que nunca se debería escribir ni una sola frase que no se pudiera susurrar al oído de un agonizante. Pues bien, eso es exactamente. La manera de escribir que a mí me gusta es exactamente eso. Y todos nosotros somos agonizantes, ¿no? [...]
Lo que digo aquí, puedo decirlo de otra manera: Hay una palabra de príncipes y hay una palabra de mendigos. La de los príncipes es como una estancia en la que no hubiera nada y en la que al mismo tiempo todo estuviera lleno, lleno a rebosar. Es una palabra que está sorda de bastarse a sí misma. La de los mendigos, por el contrario, contiene en ella el vacío suficiente -de espacio, de silencio- para que el primer llegado se deslice en ella encontrando allí su bien. Es una palabra que deja en ella sitio a otra, que hace posible la llegada de algo distinto a ella misma. Ya sabéis: la vieja tradición de poner en la mesa un plato de más para un visitante imprevisto. Esas son las palabras que a mí me gustan. Es en esas mesas donde mejor como."
Christian Bobin. Autorretrato con radiador. Árdora Ediciones, Madrid, 2006. Traducción José Areán.
10 comentarios:
Gracias por descubrirme un autor que hasta ahora no me era conocido ni de nombre. Por lo que he podido brujulear, merece la pena leerlo. No pasa de hoy que me pida sus libros.
Hay ideas en este texto que tienen un aire heideggeriano.
Por otra parte quizás, en lo relativo a la palabra, la clave esté en aquello de Kipling: "Ser hermano de un príncipe o compañero de un mendigo si ambos son dignos de ello".
Saludos.
PS: alguna vez he comentado en su blog alguna entrada (recuerdo una sobre Cervantes y otra sobre Donoso)y he firmado como GdL.
Merece la penísima, Enrique. Fue un aviso de esos impagables de Ángel Ruiz.
Gracias a ti por la visita.
Señor Gómez de Lesaca, qué alegría volver a verle por aquí. Y más alegría todavía su Retablo de la vida antigua. Pero si escribe usted como Cervantes.. da gloria leerle.
Sólo he leído la última y la anterior,"Quan trabajoso y peligroso es el oficio de predicador", pero así que pueda voy a por el resto.
Tiene usted un talento natural para descubrir pensadores alemanes debajo de las piedras, ya le echaba de menos. Yo a Heidegger no le veo mucho, pero a Rilke sí, bastante, y si está Rilke...
La clave en la frase de Kipling sí que me parece que no, sobre todo porque Kipling pone buena intención pero duda un poco de la dignidad del mendigo: ".. y amigo de un mendigo, con tal de que sea digno". Bobin duda más bien de la del príncipe.
Un abrazo, Sr.GdL y muchas gracias por avisar de su Blog.
Yo el libro de Bobin lo leí por recomendación del blog Bienvenidos a la fiesta, que ese sí que sabe.
Y hoy, leyendo los Cuadernos de Rembrandt, me he encontrado a Jiménez Lozano leyendo a Bobin: ¡qué alegría! Era un libro en francés.
Y también hoy he empezado las Intuiciones precristianas de Simone Weil: ¡me está gustando mucho! Suso me dejó La fuente griega y pensé que ya había llegado el momento de conocer a la Weil.
Bien, pero lo leíste y nos lo contaste. Recuerdo la sensación de felicidad al leerlo por primera vez, hará un par de años, pero ahora que lo he vuelto a leer todavía me ha gustado más. Voy a Me voy a pedir yo también en francés Le Très-Bas, que llevo tiempo buscando la traducción y no la encuentro.
Y las intuiciones precristianas creo que es de lo más difícil de Weil, para sabios como tú y pocos más. Los normalitos tenemos que empezar por los Pensamientos desordenados o por La gravedad y la Gracia.
(Suso tiene El bajísimo)
(gracias, Suso tiene una biblioteca y un baúl que son cosa fina. Si no lo consigo, le diré si me lo presta)
Un pasaje muy bello del libro. Lo leí hace un año, me gustó mucho, y el diseño de la edición acompaña muy bien el contenido. El argumento del agonizante me parece genial, como prácticamente todo lo demás. Recuerdo que cuando leí este libro tenía que hacerlo en pequeñas dosis. Te obliga a pensar.
Tienes razón, es un libro para leer a pocos y, además, de los que leídos en circunstancias distintas dicen cosas distintas. Bueno, eso pasa un poco con todos, pero podría decirse que hay libros más flexibles, como que se prestan más, y otros menos.
En ese agonizante es donde m´-as claro aparece Rilke.
¿Sabes que esta mañana a primera hora, después de caerme todo lo larga que soy junto al Ministerio del Ejército para más guasa, me he acordado de ti y de los suelos de caucho?
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