28 noviembre 2010

Destilad, cielos, el rocío

Hoy es primer domingo de Adviento y empieza el año litúrgico. Feliz año nuevo, pues.

En España este domingo no se celebra tanto en las casas y pasa un poco desapercibido, pero en Alemania es el día en el que verdaderamente empiezan las fiestas de Navidad. Por la tarde, con el café y la tarta de rigor sobre la mesa, se enciende la primera vela de la corona de Adviento y los niños cantan: Advent, Advent, ein Kerzlein brennt;/erst eins, dann zwei, dann drei, dann vier;/dann steht das Christkind vor der Tür. [Adviento, Adviento, arde una pequeña vela;/ primero una, luego dos, luego tres, luego cuatro,/ y ya está el Niño Jesús a la puerta.]

La corona que había en mi casa era una especie de bandeja honda y plateada , con unos pinchos en los que se sujetaban las velas; en el centro se ponían nueces y mandarinas, y alrededor ramas de pino que el día anterior, en cuanto oscurecía, íbamos a cortar con mi padre a un pinar de cuatro pinos que resistía, arrimado a las tapias de un cuartel, a las afueras del barrio.

Cada domingo, al prender la nueva vela, parecía que el Niño Jesús avanzaba un pasito. El último domingo de adviento, con las cuatro encendidas,  no aguantábamos la impaciencia. Despues de merendar poníamos el Belén y montábamos el árbol. La Nochebuena estaba a la vuelta de la esquina, y los regalos también, los que nos encontrábamos al volver de la Misa del gallo, junto al Belén y el árbol misteriosamente iluminado.

Nunca vi que ninguno de mis padres se retrasara cuando nos íbamos a Misa, ni que se adelantara al volver. Y sin embargo, el árbol que dejábamos apagado, a la vuelta estaba encendido. Y mira que encenderlo llevaba su tiempo, porque por entonces no usábamos bombillitas, sino velas auténticas, sujetas a las ramas con unas pinzas-palmatoria diminutas que a cada segundo amenazaban volcarse. El árbol iluminado así, con sus velas oscilantes -como borrachos decía mi madre, como monjes que se inclinan, corregía mi padre-, con las llamitas temblorosas haciendo brillar como lluvia las cintas de plata enganchadas a las ramas, era un auténtico espectáculo. Emocionaba mirarlo, sobre todo porque en cualquier momento podía empezar a arder. No sé cómo lo harían, apagarlo al salir y colocar los regalos y tenerlo encendido al llegar. Nunca se me ocurrió preguntarlo

Hoy me sigue pareciendo preciosa la costumbre alemana de que los regalos los traiga Christkind. Al terminar de abrirlos, nos acercábamos al Belén y le dábamos las gracias al Niño Jesús, por los regalos y por haber nacido. Después soplábamos el árbol y mi madre respiraba aliviada.

Pasados los años y sólo a condición de que no tuvieran colorines y jamás de los jamases sonaran, entraron en casa las guirnaldas eléctricas, y desaparecieron los borrachos y los monjes inclinados. Fue una concesión a lo cómodo, lo seguro y lo moderno, que cada Navidad, al enchufar las luces del árbol, creo que todos lamentábamos en silencio. Tiempo después encontré las pinzas-palmatoria en el fondo de un maletero. Algún año de estos compraré un abeto bien verde, lo llenaré de velas oscilantes y resurgirá con aquel olor a resina y a cera, esplendoroso y fiel como canta el villancico: Du grünst nicht nur zur Sommerzeit, nein, auch im Winter, wenn es schneit... O Tannenbaum, wie treu sind deine Blätter!

Aquí abajo os dejo un enlace al canto gregoriano Rorate caeli de super, un himno que se canta en el Oficio Divino durante el Adviento, con textos tomados del profeta Isaías (Is 45,8 y 64,6). Un clamor por la llegada del Justo:

https://www.youtube.com/watch?v=AWriu33XO7E 

[Y esta es su traducción:
 Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
No te enojes Señor,
no te acuerdes más de nuestra maldad.
La ciudad del Santo está desierta;
Sión ha quedado arrasada,
Jerusalén, desolada,
la casa de tu santidad y tu gloria,
donde te alabaron nuestros padres.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
 

Hemos pecado y estamos manchados.
Hemos caído como las hojas
y nuestras maldades nos arrastraron como el viento.
Nos escondiste tu rostro
y nos dejaste con nuestra iniquidad.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.

Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo
y envía al Prometido:
envíanos al Cordero que rige la Tierra,
desde el desierto de Petra
hasta el monte de la hija de Sión,
para que rompa el yugo de nuestra esclavitud.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.

Consuélate, pueblo mio, consuélate,
que pronto llegará tu salvación;
¿Por qué te consumes de tristeza?
¿Por qué se renueva tu dolor?
Te salvaré, no temas:
yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu redentor. ]

6 comentarios:

enrique baltanás dijo...

HERMOSA Y OPORTUNÍSIMA RECORDACIÓN. SIN TU PERMISO (ESPERO NO TE IMPORTE), LO HE COMPARTIDO EN FACEBOOK.

Retablo de la Vida Antigua dijo...

Lo que usted tan bien describe coincide con lo que he leído sobre las navidades alemanas en recuerdos de Heidegger y Ratzinger.

Su escrito expresa muy bien el sentido sagrado de la Navidad, el silencio y el espíritu del invierno.

Creo que las navidades españolas, desde tiempos muy viejos, han sido menos dadas al recogimiento y a la introspección y, en cambio, más festivas y ruidosas, dicho esto último en el mejor sentido.

Reciba un cordial saludo.

Mora Fandos dijo...

Muy bonita la entrada, me apunto a rehabilitar el Adviento, para darle el buen sentido a la Navidad.

Cristina Brackelmanns dijo...

Honor que me haces, Enrique Baltanás. A mí esas cosas de los Facebook me siguen dando un poco de repelús, pero si a ti te ha parecido bien, bien está.
Afortunadamente los menores tienen otras aficiones y ni por aburrimiento se lo leerían...
Frohe Adventszeit, Enrique, y muchas gracias.

Cristina Brackelmanns dijo...

Y aún hay más coincidencias, señor GdL, porque no he tocado el capítulo del piano y las canciones de Navidad. El piano es a la Navidad alemana lo mismo que la pandereta y la zambomba a la Navidad española. De todos modos, en mi casa se practicaba la fusión: Belén y ábeto, Stollen y turrón, Stille Nacht y a Belén pastores...
Pero tiene razón en que la celebración de las navidades, sobre todo la de Nochebuena, es más íntima y recogida, más centrada en lo religioso, en Alemania.
Precisamente hablando hace poco con unos amigos alemanes que llevan tiempo viviendo en España, comentaban que ese fenómeno de la aversión a las fiestas navideñas que tanto se da por aquí, en Alemania no ocurre. Decían que aquí hay demasiados compromisos sociales y demasiadas comilonas y que son muy tristes para los que están solos y muy agotadoras para los que no lo están. Que en Alemania la gente cena ligero y con los suyos y luego se encuentran todos en la iglesia. Que incluso al terminar la celebración se comparte allí un dulce y una copa, con lo que nadie está solo, ni triste, ni harto de guisar, ni enfadado porque tocaba con mis padres en vez de con los tuyos, etc.
Y tienen toda la razón. Yo cada vez conozco más gente que en Navidades sale huyendo, y que vuelven felices de haber podido vivir las fiestas en paz y haber ido tranquilamente a la Misa del gallo en cualquier pueblo perdido por ahí.
Otro saludo muy cordial para usted.

Cristina Brackelmanns dijo...

El Adviento es muy bonito, José Manuel.
Lo curioso es que los calendarios de adviento, por ejemplo, que cuando eramos pequeñas nos los enviaban desde Alemania porque aquí no existían, ahora se encuentran en todos los supermercados y hasta con chocolatina incluida; incluso la costumbre de la corona parece que se va extendiendo... El espíritu de Adviento ya es otra historia, ese tenemos que rehabilitarlo todos.