13 septiembre 2010

En la hospedería del Valle de los Caídos (y 3)

Cristo resucitado. Juan de Ávalos. Cementerio abadía benedictina Valle de los Caídos

La semana, que tan larga parecía, al final se me hizo corta.
Las caminatas por los pinares, con aquel olor a resina penetrante, el suelo lleno de piñas, matojos y agujas secas que sonaban crunch-crunch a cada paso, y el sol colándose entre las ramas, daban la vida. Un día vi pasar corriendo a un gamo. Otro día pasó una ráfaga de felicidad sin porqué, desconcertante, como equivocada de sitio. Otro día más, en lo alto del camino que lleva a la base de la Cruz, me pareció entender por fin ese "a la sombra de tus alas" tan repetido en los Salmos.
"A la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad", dice por ejemplo el S. 57, y piensas en Dios como un águila que cuida de sus polluelos, o en las alas de los querubines de oro que flanqueaban el Arca, como leí en algún sitio. Demasiado alegórico, demasiado distante todo. Allá arriba, a la sombra de la Cruz bajo el sol de mediodía, es fácil descubrir qué alas son las que nos acogen.
Uno de los últimos días, cruzando la pinada, al llegar a un claro desde el que se ve toda la sierra de Guadarrama, el móvil se despertó y empezaron a entrar mensajes atrasados: que cómo estaba -pues estupendamente; que cuándo volvía -por mí dentro de un par de años.
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Poco a poco fui conociendo al resto de los hospedados: Un señor de Bilbao que nunca sabías si hablaba en serio o te estaba contando un chiste, primo de uno de los monjes, me acompañaba por la tarde a Vísperas. Nos poníamos en el sitio reservado para los huéspedes, al lado del organista, y cogíamos el libro de cantos marcado con papelitos. Cuando nos perdíamos entre los papelitos, el organista, sin mover la cabeza, como si nos viera de oído, susurraba: “Himno, página 32”, o “Magnificat, página 3”. A la salida, el primo monje se quedaba un rato hablando con nosotros, y cada tarde aparecía con unos libros o unas hojas que acababa de imprimir o una dirección de Internet que pensaba que nos podía interesar, y siempre acertaba. Se nota que son una Orden de acogida, con una Regla que reza: "al que no tiene qué darle, déle una respuesta amable, porque está escrito: “Más vale una palabra amable que la mejor dádiva”. Todos hablan amablemente y lo justo -que es un arte bien difícil-, miran con afecto y escuchan con atención. Como bien dicen, la vida en un monasterio no impide la proximidad, la proximidad es una cuestión de amor.
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Conocí también allí a una tocaya muy agnóstica y meditativa, que llamaba al valle "la montaña mágica", de la que acabé amiguísima. Hablábamos mucho y practicábamos la traducción simultánea: donde ella decía "estar orientado", yo decía "fe"; donde yo decía "gracia", ella decía "canalizar"; donde ella decía "auto-conciencia", "auto-sanación", "autoayuda"..., yo quitaba el "auto"...; cuando hablábamos de la belleza del lugar y el encanto de la hospedería estábamos completamente de acuerdo. Una mañana bajó a la Misa en la Basílica y salió conmovida. Cuando nos despedimos, yo sólo supe decirle "que te vaya muy bien, que encuentres lo que buscas", y ella fue quien respondió: "que Dios te bendiga". Es posible que a veces los "de lejos" estén más cerca de Dios que los "de casa".
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Por la noche se organizaba una tertulia en el porche; algunos eran asiduos y contaban cosas sobre la vida allá arriba en invierno: sobre los niños de la Escolanía, que estudian su curso y aprenden a cantar como podéis oír más abajo, o sobre lo tristes que se marchan cuando cumplen los catorce y les cambia la voz, o cómo muchos de ellos son hijos de antiguos escolanos que recuerdan esa etapa como lo mejor de su vida. Contaban que los oficios de Semana Santa con la Escolanía, y especialmente el de la noche de Pascua, son inolvidables; que hay quien sube a pasar allí la semana entera para vivirlos de cerca, pero que, con todo, da pena ver la Iglesia tan vacía, sobre todo desde que han cerrado el Valle y la gente da por sentado que la Basílica y la abadía lo están también. Después he sabido que sólo gracias a las muchas gestiones y a la perseverancia del abad no ha sido así. Los benedictinos siempre han sido una orden evangelizadora y civilizadora, una fuerza de resistencia frente a la barbarie, y está claro que lo siguen siendo. Precisamente el sábado pasado, en la fiesta que el Instituto Alemán dedicó a Baviera para celebrar la noche en blanco, me enteré de que München -monjes- se llama así por los de San Benito; no me extrañaría nada que les debiéramos hasta la cerveza.
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Cumplida la semana, me recogieron al anochecer. El valle, tan oscuro y sobrecogedor la primera noche, parecía tan acogedor la última que al marcharme casi lloro. Hace un mes de aquello y todavía, cuando salgo de casa por la mañana, pienso: ahora cantan Laudes, y cuando recojo la cena: ahora Completas. Conforta saber que mientras aquí abajo unos empiezan el curso, otros pierden el empleo, unos corren a su primera cita, otros se despiden para siempre, unos esperan y otros desesperan, ellos oran incansables por todos los caídos, que eso al cabo es lo que somos todos: Deus, in adiutorium me intende; Domine, ad adiuvandum me festina. Es decir: Dios mío ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme.
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-Aquí os dejo unas imágenes de la Misa: http://www.youtube.com/watch?v=XvclcOMG8fg

- Aquí el Llibre Vermell, en las voces de los monjes y la Escolanía, con un preciosísimo Virelay "Polorum Regina" al final (minuto 6'49):
https://www.youtube.com/watch?v=sq_mtQsr5t4
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4 comentarios:

BV dijo...

Qué bonitas estas tres entradas, CB.

Cristina Brackelmanns dijo...

Bonito el Valle. Y de los caídos en toda su extensión, ojalá lo vieran así los unos y los otros y los de más allá.
Si alguna vez te encuentras caído, vete para allá unos días. Los hombres, además, creo que os podéis alojar con los monjes.
No sabes qué oportuno el comentario, y lo que te lo agradezco, BV.

BV dijo...

Me alegro que haya resultado oportuno. Lo oportuno para mí ha sido encontrar las entradas. Es que están muy bien escritas las tres.
Ojalá pueda escaparme este verano al Valle!

Cristina Brackelmanns dijo...

Gracias, BV, puse mucho esmero. Quería explicar que lo que parecía una boca de lobo se convirtió en un regazo. A veces pasa.
Yo también intentaré escaparme. Esta Semana Santa si puedo.