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"Mirad a los lirios del campo, miradlos. Ello quiere decir: préstales cabal atención, conviértelos en objeto no de una furtiva mirada al pasar, sino de tu consideración; por eso se emplea allí la expresión que el sacerdote suele usar en las reflexiones más serias y solemnes; ...muchos viven quizá en la gran ciudad y jamás contemplan los lirios; muchos habitan seguramente en el campo y pasan por delante de ellos sin regalarles una mirada. ¡Ay, cuántos habrá que según la indicación evangélica los contemplen debidamente! (...)
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Los lirios "no se fatigan ni hilan", en realidad no hacen otra cosa sino adornarse, o mejor dicho: estar adornados. De la misma manera que en la primera parte de este Evangelio -cuando se hablaba de las aves del cielo y se afirmaba: "no siembran ni siegan, ni encierran en los graneros"- se estaba como aludiendo al trabajo que el varón se impone para alimentarse a sí y a los suyos, así también estas palabras sobre los lirios son como una alusión al trabajo de la mujer. La mujer no sale fuera para cubrir las necesidades de la vida, permanece en el hogar, cose e hila, procura tenerlo todo tan primoroso como sea posible: su tarea diaria, su diligente trabajo está en la relación más próxima con la elegancia. Esto es lo que acontece también con el lirio: se queda en casa, no se aparta del sitio, pero ni trabaja ni hila, no hace sino adornarse, o mejor dicho: estar adornado.
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De esta manera ya tenemos al afligido, que con su pena se fue hasta los lirios, allá en el campo en medio de ellos; sorprendido por su hermosura, ha cogido el primero que topó, sin ninguna elección previa, pues ni siquiera se le ha pasado por las mientes que pudiera haber un único lirio respecto del cual no fueran válidas las palabras de que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Supongamos que el lirio pudiese hablar, ¿no tendría que decirle al afligido: Cómo es posible que te admires tanto de mí? ... ¿Lo que es válido acerca de un pobrecito como yo, no lo será respecto de ser hombre, que es indudablemente el milagro de la creación? Sin embargo, el lirio no puede hablar; y precisamente por eso, porque allá fuera reina un silencio ininterrumpido y nadie está presente, el afligido está en situación de hablar consigo mismo... No es el lirio quien lo dice; ni es ningún otro hombre, ya que con otro hombre surge con la mayor facilidad la idea inquietante de la confrontación ... y se olvida lo que es ser hombre a expensas de las diferencias entre uno y otro hombre. Mas en el campo junto a los lirios... donde los grandes pensamientos de las nubes disipan todas las pequeñeces: allí el afligido es el hombre único, y aprende de los lirios lo que probablemente no aprendería de ningún otro hombre. (...)
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¿Qué aprende, pues, el afligido de los lirios? Aprende a contentarse con ser un hombre y a no preocuparse de las diferencias ente hombre y hombre; aprende a hablar tan brevemente, tan solemnemente, tan elevadamente de eso de ser hombre, como el Evangelio lo hace acerca de los lirios. Pensemos en Salomón. Si está revestido de la púrpura real y sentado en su trono rodeado de toda su gloria, es obvio que se le hablará solemnemente diciendo: "Su Majestad"; mas cuando se tiene que hablar con una solemnidad suprema, con el lenguaje eterno de la seriedad, entonces hay que decir : ¡Hombre! Y justamente lo mismo solemos decirle al más insignificante cuando, como Lázaro, yace casi desconocido en la pobreza y en la miseria: ¡Hombre! Y en el momento decisivo de la muerte, cuando todas las diferencias quedan eliminadas, decimos: ¡Hombre! Y no es que con ello hablemos de una manera empequeñecedora, al revés, afirmamos lo supremo; ... pues esta -esencialmente igual- gloria de todos los hombres no es por cierto la triste igualdad de la muerte... sino cabalmente la de la hermosura."
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Sören Kierkegaard, Los lirios del campo y las aves del cielo, Editorial Trotta, Madrid, 2007. Prólogo y traducción de Demetrio Gutiérrez Rivero.
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[Me ha sorprendido mucho, por evidente y por no haber reparado nunca en ello, la relación del lirio con las tareas femeninas y la del gorrión con las tareas masculinas. ¿Es un hallazgo de Kierkegaard? ¿Es algo que se entendía con naturalidad en tiempos pasados y ha dejado de entenderse en estos, en los que la mujer, como el gorrión, "vuela de acá para allá para aprovisionarse de alimentos" ? ¿Formaba parte de la exégesis tradicional y ha sido eliminado en los actuales comentarios bíblicos por "incorrecto"? Y sobre todo ¿habrá más cosas que, estando claras antes, se nos hayan vuelto oscuras? Y otra pregunta me hago: sumando -porque normalmente sumamos- al adorno el vuelo y al hilado el llenado del granero, ¿habremos dejado de ser comparables con los lirios? ]
4 comentarios:
Qué buen texto; para acordarse cada vez que vea un lirio.
Suerte que tienes que puedes verlos. Los lirios de las floristerías, que son los únicos que hay por aquí, me temo que ya no dicen lo mismo.
Por cierto, me ha encantado lo del "copo de leite", qué bien visto (que ya me he enterado que es "copa"; nuestro copo en portugués se dice "floco").
Gracias, Ángel
Estamos en un tiempo en donde hombre o mujer es lirio o donde hombre o mujer es gorrión. Falta poesía, falta campo, faltan lirios y faltan los gorriones que inspiren escribir.
Estoy de acuerdo con usted, sobre todo en lo de que todos somos gorriones. Y en lo de que falta mucho de todo eso.
Un saludo muy cordial.
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