01 febrero 2010

On peut dire aussi

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L.Heker -Rainer Maria Rilke dijo: "Señor, concede a cada cual su propia muerte". ¿Usted cree que hay una "muerte propia" que debe corresponderle a cada hombre?
J.L.Borges -Creo que esa idea la tomó Rilke de Séneca. Séneca dice exactamente "morire sua morte": morir su muerte. Eso significa que el estilo de la muerte es el estilo de la vida. Ahora, hay quien piensa que Rilke, al decir eso, pensaba en algo mucho menor. En alguna parte él dice que antes la gente nacía en su casa y moría en su casa, y que ahora la gente nace en un sanatorio y muere en un sanatorio... Puede ser que Rilke se refiera a eso, simplemente, pero es más linda la idea de Séneca de que la muerte debe corresponder a la vida. Por ejemplo, yo leí un poema de Johannes Becher, poeta alemán que se hizo comunista después, sobre la muerte de Goethe... Él dice -supongo que lo inventó porque ningún otro biógrafo dice eso, y yo he leído varias biografías de Goethe-, dice que él se estaba muriendo y que escribía; escribía en el aire. Dice que él escribía, así, y que luego tachaba una línea y ponía otra... Ahora, eso sería exactamente la muerte de un escritor. El poema termina así: So starb er schreibend, "y así murió escribiendo". Mire, yo creo que es una invención de Becher, pero qué importa que sea una invención, ¿no? (...)

LH -Sartre dice que siempre se muere demasiado pronto o demasiado tarde. ¿Usted está de acuerdo con esta afirmación?
JLB -Desde luego que yo creo que nunca se muere demasiado pronto; siempre se muere demasiado tarde. Sartre es una persona muy rara; Sartre dejó de escribir cuando se quedó ciego. Yo no entiendo eso. Al contrario, yo he pensado: ahora que estoy ciego, tengo que seguir trabajando, porque ¿qué justificación tiene mi vida si no trabajo? ...
LH -Tal vez lo que pasa con Sartre es que, a través de su filosofía, hizo una valorización de la mirada. Otra cosa que le pasa, creo, es que no puede dictar: necesita, físicamente, el acto de escribir.
JLB -Bueno, es que yo me refería sólo a escribir; lo que no se puede es corregir más. Henry James dejó de escribir y dictó, y eso influyó sobre su estilo; se hizo mucho más palabrero, menos conciso. Pero hay muchos escritores que han dictado. El primer escritor que no escribió directamente, sino que tenía discos y grababa, fue Mark Twain. Mark Twain estaba muy interesado en lo que era un invento nuevo, el fonógrafo; él tenía discos y le gustaba dictar a los discos. Se levantaba de noche, la familia lo oía hablar solo, y él estaba dictándole al disco. Recuerdo una frase de él: "Yo no pregunto de qué raza es un hombre, qué religión profesa, qué lugar ocupa en la escala social. Me basta con que sea un ser humano: peor que eso no puede ser". Uno espera lo contrario, ¿no? (...)

LH-Virgilio quiso quemar La Eneida, pero no llegó a hacerlo. Kafka encomendó la desaparición de su obra nada menos que a su amigo Max Brod. ¿No cree que en el fondo ningún artista, y ningún ser humano, quiere desaparecer, no dejar rastros?
JLB -Yo creo que, en el caso de Virgilio, lo que él quería dejar claro era que él no consideraba que La Eneida fuera perfecta; no la había concluido; el libro quedó inconcluso. Lo que él quería decir era: yo no asumo la responsabilidad de esa obra. Y Kafka también. Pero al mismo tiempo ellos sabían que los amigos iban a desobedecerlos, porque, si no, la hubieran quemado ellos, es evidente.
Bueno, hay otro caso que sí puede ser más serio. Es el de la gran escritora norteamericana Emily Dickinson. Emily Dickinson dijo: "No creo que la publicidad sea parte del destino de un escritor". Y no quiso publicar nada. Cuando ella murió, en sus cajones encontraron centenares o miles de versos, y los publicaron. Pero ella no había querido publicarlos. Al mismo tiempo tampoco los destruyó. Pero no dijo nada. Ella murió y la gente encontró su obra; la gente sabía que escribía versos. Creo que en vida de ella se publicaron dos de sus poemas y nada más, muchos no tienen valor, pero los que yo recuerdo de ella son versos lindísimos: Parting is all we know of Heaven, and all we need of Hell: La despedida es todo lo que sabemos del Cielo, y todo lo que precisamos del Infierno. Lindísimo. Además, una despedida es las dos cosas. Quizás, el momento de la despedida es el momento más intenso en la relación entre dos personas. Cuando uno se despide de alguien, uno está más con esa persona que si uno la ve vulgarmente. Al mismo tiempo, uno sabe que ésa es la última vez. Quiero decir que en la despedida se dan a la vez (supongo que es eso lo que ella quiso decir), se dan a la vez la máxima presencia y la máxima ausencia, ¿no? (...)

LH- En su literatura, los personajes muchas veces se reivindican por una muerte violenta.
JLB-Sí, yo me he ocupado mucho de la muerte. Y estoy pensando escribir un libro contando muertes y agonías distintas. Ultimas palabras distintas, también.
Me contaron la muerte de un gramático francés. ¿Quién era? Bueno, no recuerdo el nombre en este momento. Él murió en su ley; él era gramático y dijo algo así como: Je meurs, on peut dire aussi: je me meurs. Murió en su ley, ¿no? murió siendo un gramático. Eso también es una muerte propia. "Yo muero puede decirse también: yo me muero"...


Liliana Heker, Diálogos sobre la vida y la muerte (Conversaciones con J.L.Boges et al.), Aguilar, Buenos Aires, 2003


[Borges, que no creía en la inmortalidad y la consideraba “una especie de ficción piadosa”, cuenta en esta misma entrevista que su también descreído padre le dijo que cuando estuviera en su lecho de muerte “posiblemente, para hacerle un gusto a tu madre, llamaré a un sacerdote y diré algunas mentiras piadosas. Pero no me creas, vos sabés que yo no creo en esas cosas”. Quizá por seguir la tradición paterna, y aun no teniendo esposa católica a la que hacer un gusto, parece que Borges murió rezando el Padrenuestro en inglés, francés, sajón antiguo… Tuvo pues una muerte, como la del gramático, muy propia, dicho sea en todos sus sentidos]

4 comentarios:

julio martínez mesanza dijo...

Es difícil lo de la "muerte propia". Yo nunca lo entendí muy bien. En cuanto a las obras salvadas, junto a esos casos de Virgilio y Kafka, hay otro con igual resultado, pero completamente distinto: a mí me emocionó siempre pensar en Luis de Camoens rescantando del naufragio el manuscrito de "Os Lusíadas".

Cristina Brackelmanns dijo...

No lo sé, Julio, quizá mirándola en relación con la vida, como culminación de una vida cumplida, de una vida propia. No creo que tenga que ver con el asunto de los sanatorios, a Rilke le obsesionaban las vidas cortadas de cuajo, sin fruto, habla mucho de los "jóvenes muertos" y los "muertos prematuros", y está esa "modista Madame Lamort" de la 5ª Elegía, "que anuda y tuerce los intranquilos caminos de la tierra/ e inventa con ellos nuevos lazos, encañonados y escarapelas,/ todo mentirosamente teñido...". No parece, por ejemplo, una muerte muy propia la de toda esa generación que rellenó las trincheras del 14. Rilke estuvo reclutado, o como se diga eso, y se libró por enchufe. Yo lo veo por ahí.
Sí que es emocionante esa escena de Camoens, seguro que Virgilio y Kafka (bueno, Kafka igual no, que, como dice Borges de Sartre, era una persona muy rara) habrían hecho lo mismo. Pero es gracioso lo que insinua: que no querían que se destruyera, sólo que se supiera que habían estado dispuestos a destruirlo, que no estaban completamente satisfechos.
A mí me gustan, aunque no tienen nada que ver con la muerte propia, los versos de La despedida de ED y el comentario (la máxima presencia, la máxima ausencia), y la frase de Twain. Y lo del gramático es de traca ¿no?
Gracias, Julio, y a ver si cambias ya los dados, que nos la sabemos de memoria.

E. G-Máiquez dijo...

Qué dos cachetes tan redondos le pega a Sartre. Y qué buena tu nota final: "y aun no teniendo una esposa católica a la que hacer un gusto" y esa muerte "tan propia, en los dos sentidos". Me he reído contigo tanto (o más) que con Borges y Twain.

Con los versos de la Dickinson me he emocionado.

Por todo, muchas gracias.

Cristina Brackelmanns dijo...

Es que tener una esposa católica a la que hacer un favor cuando llega el último tirón del hilo, es un chollo. El pobre Borges tuvo que hacer como que practicaba idiomas.
Y los versos de la Dickinson... cuánto se puede decir en dos versos.
Gracias a ti, Enrique, yo sí que he disfrutado hoy con la reseña de Szymborska, y se me ha vuelto a poner el nudo de la bufanda con ese "nuestra madre" (en la librería, así sin aviso, fue peor, intenté a toda prisa contarme un chiste pero el rimmel ya me llegaba por la barbilla. Qué mujer).