23 marzo 2017

El eco más profundo (El padre del hijo pródigo. Charles Péguy)


"Entonces dijo: Un hombre tenía dos hijos"/ Y el que lo escucha por la centésima vez,/ Es como si fuese la primera vez/ Que lo escuchara ...(*) 

Creo que fue en el libro de H.J.Nouwen , El regreso del hijo pródigo. Reflexiones ante un cuadro de Rembrandt (al que también pertenece el famoso comentario sobre las manos, una de padre y otra de madre, que abrazan al desmoronado personaje en el que -según dicen- se pintó a sí mismo Rembrandt), donde leí que a lo largo de la vida solemos identificarnos, primero con el hijo que malgasta la herencia y termina cuidando cerdos, y más tarde con su hermano. Pero, sostiene Nouwen, lo que finalmente nos propone la parábola es la identificación con el padre, el padre como modelo al que debemos tender.

Está bien visto, cambiar de enfoque siempre enriquece, pero la tesis de Nouwen, ese supuesto camino de perfección, no termina de convencerme. El buen samaritano sí es un claro modelo a imitar: "míralo -se nos propone-  haz lo mismo que él hizo y no pases de largo". El padre del hijo pródigo, sin embargo, es otra cosa. La fuerza  arrasadora de ese padre no creo que resida en su cualidad ejemplarizante. El descubrimiento de ese padre, que  ha cambiado vidas de un plumazo, tiene la fuerza de una revelación. No opera por la vía ejemplarizante, sino por la fulminante. Por eso, mientras la parábola del samaritano instruye, la del pródigo convierte: ... Pero sobre ésta centenares y millares de hombres han llorado (...) Sólo ella quizá ha quedado plantada en el corazón del impío/ Como un clavo de ternura...(*).  

Quizá  sólo esté justificando mi falta de avances identificativos, porque reconozco  que si Nouwen tiene razón, yo no progreso nada. Hace unos días volví a escuchar la parábola ... Y el que lo escucha por la centésima vez,/ Es como si fuese la primera vez...  Volví a imaginar las cábalas del hijo en el camino de vuelta, la miseria y la nostalgia que lo empujan a  ponerse en marcha,  la mezcla de alegría y vergüenza a medida que se acerca...  Y sí, las supuestas cábalas varían, el discurso que enhebra mientras anda, también, pero sigo en el lugar del pródigo, constantemente volviendo, sin pasar del primer grado.

El hermano, por lo demás, sigue sin parecerme un hermano. Lo cierto es que, empezando por Caín, no hay muchos buenos hermanos en las Escrituras.  A Esaú, muerto de hambre, su hermano Jacob no es capaz de ofrecerle ni un cacillo de lentejas gratis. Duele pensar en el hambre que el infeliz tendría para aceptar el trato, en su aborrecimiento por las lentejas cuando, calmada la necesidad, comprendiera lo que había hecho. Con el hijo de Jacob, José, sus otros diez hermanos llegaron aún más lejos: lo tiraron a un pozo, después lo vendieron. Y volviendo al hermano de la parábola... no creo que parecerse a él sea un gran adelanto, no me parece tan admirable que nunca se haya corrido una juerga con los amigos. Es más, te echas a temblar si piensas que el padre podría haber estado ausente, que incluso podría haber muerto. ¿Qué habría sido del pródigo, cómo lo habría recibido el hermano?  No es difícil hacerse una idea: suponiendo que lo hubiera admitido en casa, no habría pasado de los establos. Es lo que ocurre cuando la casa del padre pasa a ser la del hermano (y no es por señalar).  Es lo natural. Como natural seguiría siendo que, pasados unos días, para alivio de ese hermano, el recién llegado dijera adiós, hasta la vista y cogiera la puerta.

Sin embargo el padre... Aparece ese padre ("Y cuando aún estaba lejos lo vio su padre") y todo lo demás: los cerdos, las envidias, las herencias; los pozos, las traiciones, las lentejas... todo el resto pasa a ser historia  ("Y corrió y se echó sobre su cuello y le besó"). Su padre lo vio de lejos y echó a correr a su encuentro, nada más. Pocas cosas en la vida tan breves y tan fulminantes. Así es esta palabra, una palabra que acompaña,/ que sigue como un perro, / se la golpea pero sigue./Como un perro maltratado, que vuelve siempre,/ permanece fiel...(*) 

¿Quién podría identificarse con él?  Ni un reproche, ni una condición, ni siquiera un "te perdono". Pura alegría sin el menor recelo: no sufras, no me cuentes, no te angusties. Ya estás en casa.

No hay ninguna posibilidad de identificación, ese es el secreto de su fuerza arrasadora. Un hombre tenía dos hijos. De todas las palabras de Dios/ Esta ha despertado el eco más profundo (...) Un punto de eco único ...(*) 

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(*) Charles Péguy, El Pórtico del Misterio de la Segunda Virtud.

10 comentarios:

Jesús dijo...

Je suis d'accord avec toi, ma chérie.

Cristina Brackelmanns dijo...

Suso! Qué haces ahí tan lejos, qué es de ta vie?

Jesús dijo...

Si loin? Je suis en Silleda, comme toujours.

Cristina Brackelmanns dijo...

Pues eso, en el lejano Oeste.
Un beso, Suso.
Y gracias por estar d'accord (no sé con qué porque me voy soltando de la lengua y lo he cambiado veinte veces, pero lo mismo da).

Jesús dijo...

Pues estoy de acuerdo con que la identificación que propone Nouwen con el Padre es problemática. Supongo que lo que quiso decir es que que, como él, debemos acoger a los pródigos, sin preguntas, sin reclamaciones, sin regañinas...

Cristina Brackelmanns dijo...

Eso es, Jesús Ares.
(Sobre todo, sin "acogerlos" en el establo ni echarles de comer -suponiendo que se les dé de comer, que hay hermanos muy renuentes- aparte).

Jesús dijo...

La cuestión es: ¿cómo ser Padre sin ser paternalista? El paternalismo ofende a las personas, menoscaba su dignidad. Un hombre solo puede ser para otro hermano, nunca padre. Este es el punto débil de Nouwen, que tú has visto tan bien. Después vienen los matices, claro.

Cristina Brackelmanns dijo...

Pues para nada lo había visto, querido Suso.
Lo mío es puramente empírico: no somos así.
Tengo que pensar lo del paternalismo...

enrique baltanás dijo...

Hoy, 24 de julio, si no me equivoco, es el día de tu onomástica. Así, pues, felicidades. Y si no lo es, pues saludos desde esta calurosa Sevilla.

Cristina Brackelmanns dijo...

Muchísimas gracias, Enrique!
Lo es, lo es (o más bien lo era, perdona, no lo vi, entro al blog de uvas a peras). Y ya metida en retrasos, felicidades por san Enrique que fue hace sólo dos semanas (estoy hecha una malqueda)
Me alegra saber de ti.
Cuídate de esos calores.
Un beso.