28 noviembre 2011

La caridad feroz de los recuerdos

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Podría decirse que todos los recuerdos son agridulces. Si el recuerdo es bueno, porque pasó el tiempo, que todo se lo lleva. Si el recuerdo es malo, por lo mismo, porque el tiempo, que todo lo cura, pasó.
Sin embargo el término 'agridulce' no es bueno, no es exacto. Se mezclan demasiado, como en una salsa china, lo agrio y lo dulce, mientras que en el recuerdo los dos ingredientes permanecen separados: lo bueno sigue siendo bueno... y qué pena que pasó. Lo malo sigue siendo malo... y menos mal que ya no duele tanto. No ligan el tiempo y la memoria, se suman, o se siguen, pero no se mezclan.
Por eso son perfectos estos versos de Ungaretti. Pertenecen a El cuaderno del viejo. Los apunté hace tiempo creyendo que los entendía pero sin entenderlos del todo. Me pasa a veces, hay cosas que apunto para luego. O que entiendo luego porque las apunté antes, vete a saber:

"¿Sucederá que vea
extenderse el desierto
hasta que también le falte
la caridad feroz de los recuerdos?"

[Accadrà di vedere
Espandersi il deserto
Sino a farle mancare
Anche la carità feroce del ricordo? ]

Ahora entiendo bien el último verso: "La caridad feroz de los recuerdos". Y que Ungaretti resalta la ferocidad (separada de la caridad por una cesura y esperando a abalanzarse, inesperadamente, como una fiera). Y empiezo a entender, en el penúltimo, ese "también"... Aunque si vamos al original, que la verdad es que lo acabo de buscar (porque, con la entrada publicada, que siempre corro mucho, he caído en que en italiano las cosas podían ser distintas), no salgo del último verso. En él, "Anche", ese "anche" desolado, que habla de lo que ya falta, es el principio del verso final, como tenía que ser.

27 noviembre 2011

Et nubes pluant iustum

Vuelve el Adviento y vuelve su primer domingo. Y con el Adviento, más aún que con la Navidad, vuelven los recuerdos de la infancia. No sé por qué. Quizá porque para cuando llega la Navidad ya lo tengo todo recordado, o quizá porque la Navidad la celebraba todo el mundo, mientras que aquellas costumbres "raras" del Adviento eran sólo nuestras: La corona con su vela semanal, el calendario de ventanitas que nos enviaba la familia de Alemania, cada una con un dibujo -nada de chocolatinas, pero qué dibujos-, las tarjetas de felicitación que decían Frohe Adventszeit... Nos gustaban esas costumbres raras y sólo nuestras. Siguiendo, pues, la rara costumbre de la felicitación adventicia (las otras ya están más generalizadas), aprovecho para desaros un muy feliz Adviento.

Yo he sacado la corona de todos los años, le he puesto cuatro velas nuevas y la tarta está en el horno. Y como los recuerdos no varían, que son también los de todos los años, rescato aquí la entrada del año pasado, sobre todo para mi hijo Enrique, que ahora que está lejos puede que la lea. Para que se acuerde de encender la primera vela, y luego la segunda, y la tercera...


Junto con las velas nuevas, para que no se diga, renuevo también la versión del Rorate caeli. Las niñas con los candelabros dan un poco de impresión, pero cantan realmente bien. Lo dicho: feliz tiempo de Adviento para todos.




22 noviembre 2011

"Regen, regen..." ("Lluvia, lluvia...") de Ricardo Defarges


Enrique García-Máiquez publica hoy en su Blog, Rayos y Truenos, un precioso poema de Ricardo Defarges, titulado "Regen, regen..." El poema, que gira en torno a uno de esos encuentros azarosos que nos dejan huellas profundísimas e inexplicables -tan profundas y tan inexplicables que el encuentro, en vez de azar, parece destino-, probablemente no habría sido escrito, o lo habría sido de otro modo, si el afán del poeta por encontrar de nuevo la pieza (y cabe imaginar que a la dama misteriosa que la entonó por última vez), no hubiera sido en vano. Es muy cierto lo que comenta EGM sobre la trivialización de las artes, todas accesibles a un clic. Es cierto que la irrepetibilidad acentúa la impresión de la belleza, y también lo es que la posibilidad de la repetición puede ir en contra del recuerdo, de su asentamiento en el alma. Puede ir en contra, sí, pero no siempre puede. A veces es la misma fuerza de la impresión, su profundidad, la que convierte el instante en irrepetible. Una vez marcado, una vez impreso, el recuerdo permanece en el fondo del alma y ni doscientos clics, entonces, podrían alterarlo. El pobre clic, el que a veces buscamos como locos, sin descansar hasta que lo encontramos (y estoy pensando en la búsqueda desesperada de una música de Arvo Pärt que oí en la radio de la cocina mientras batía un huevo, y en cómo el huevo se quedó suspendido en el aire; y en la alegría cuando conseguí el disco, y en la de tenerlo a mano ahora), ya sólo sirve para rememorar aquella primera impresión, para ayudarnos a revivirla, para acompañar, como las fotos de los que queremos y nos quisieron y ya no están.

Dicho lo cual, como el poema ya está escrito y, sean las cosas como sean, no le va a perjudicar, aquí está la letra de la inolvidada canción que el poeta sólo escuchó dos veces. La música (a otro clic en youtube para quien quiera) la sigo dejando en el misterio. Pongo la letra porque la lectura del poema, acordándome de la canción, me ha emocionado doblemente, y porque, en el fondo, el poema y la canción (sobre un lied de Matthias Claudius, de 1775) se hacen eco. Por otra parte, estoy casi segura de que Ricardo Defarges acabó encontrando la pieza:


Ein lied um Regen--------------------Una canción pidiendo la lluvia

Regen, Regen, komm herab! ---------- Lluvia, lluvia, cae ya!
Unsre Saaten stehn und trauern,------Nuestros sembrados aguantan y penan,
Und die Blumen welken. ---------------Y las flores se marchitan

(Der Zweite)--------------------------------(segunda voz)
Regen, Regen, komm herab! ----------- Lluvia, lluvia, cae ya!
Unsre Bäume stehn und trauern! ------Nuestros árboles aguantan y penan,
Und das Laub verdorret.----------------Y el follaje se seca.

(Der Erste)-----------------------------------(primera voz)
Und das Vieh im Felde schmachtet,-----Y enflaquece el ganado en el campo,
Und brüllt auf zum Himmel.-------------Y muge mirando al cielo.

(Der Zweite)-----------------------------------(segunda voz)
Und der Wurm im Grase schmachtet,----Y adelgaza el gusano en la hierba,
Schmachtet und will sterben.-------------Adelgaza y quiere morir.

(Beide)-------------------------------------------(ambas)
Laß doch nicht die Blumen welken!-------No dejes que se marchiten las flores,
Nicht das Laub verdorren!----------------No dejes que las hojas se sequen,
Oh, laß doch den Wurm nicht sterben!---Oh, no dejes que el gusano muera,
Regen, komm herab! ---------------------Lluvia, cae ya.

* Matthias Claudius (1740-1815). Sämmtliche Werke des Wandsbecker Bothen

Y a continuación el poema de Defarges:
Regen , regen...

Sólo lo escuchaste dos veces.
En Santa María la Blanca
por vez primera; años después,
en un teatro madrileño,
la mujer del poeta amigo
(los mismos que en Toledo),
le pidió que te lo cantase
a la dama judía misteriosa,
que nunca más volviste a ver.
En vano te afanaste
por encontrar la pieza.
Pero a lo largo de los años,
aquella solitaria lluvia
ha seguido calándote el alma.
Te espera tal vez al otro lado.

* Ricardo Defarges, Este don a la muerte, Renacimiento, 2011

19 noviembre 2011

"Tan bella, tan cerca" de José Manuel Mora Fandos, y su presentación en Madrid

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El jueves pasado estuve en la presentación, a cargo de Enrique Andrés Ruiz, de Tan bella, tan cerca (Ediciones de la isla de Siltolá), el último libro de José Manuel Mora Fandos, a quien hasta ahora sólo conocía de modo virtual. Un modo de conocer algo frío, pero muy certero, según he podido ir comprobando en todos los casos en los que, tras la voz, he tenido el privilegio de conocer a la persona.
José Manuel Mora Fandos es pura cordialidad, con ese punto de timidez infantil vencida que se encuentra en el fondo de la gente encantadora y de la amabilidad más exquisita. La timidez, aunque haya que vencerla, más que nada por lo que hace sufrir, si es que no es una virtud, viene siempre en compañía de grandes virtudes compensatorias. Una de ellas suele ser la generosidad. Mora Fandos la derrocha. No hay más que verle llegar desde Valencia cargado con el saxo, más el estuche de carboncillos, las acuarelas y hasta el spray fijador, para dedicarnos un dibujo a cada uno y despedirnos con esos tres solos de saxo tan increíblemente evocadores y bien tocados. Tristes y consoladores (que bien puede ser triste y ser consuelo, diría Salazar y Torres) como solamente pueden serlo unos solos de saxo bien tocados. Y aún se lamentaba de no haber podido traer unas rosquillas con las que tenía pensado convidarnos.
La presentación fue la demostración práctica perfecta de lo que realmente significa ese hallazgo de José Manuel Mora: la vida entendida como co-ser y en-cantar.
Impagable fue también escuchar a Enrique Andrés, con ese don para llegar directo al corazón de los asuntos, para trazar las grandes líneas y la vida de las ideas, de esa media docena de ideas que son las que siempre nos ocupan, para descubrir relaciones sorprendentes y delimitar posiciones irreconciliables. Y el asunto en este caso, el que vertebra el libro de José Manuel Mora, era la Belleza: la Belleza eterna e inmutable por un lado, la “belleza caediza” -así dijo- por el otro, y, entre una y otra, la forma bella de una vida: una forma que se traduce en sentido, y un sentido que tiene siempre carácter narrativo. Por allí desfilaron Homero y la generación de las hojas que el viento esparce por el suelo, Platón, la Poética de Aristóteles, don Quijote, Unamuno, Hegel, W.Benjamin, H.Arendt , la teleología cristiana y el fin último de cada vida, la postmodernidad, esa que ha expulsado la narratividad de las aulas, como observa en su libro Mora Fandos… A todos ellos, y convocado por el profesor José Antonio Millán, que matizaba a Enrique Andrés, se sumó Baudelaire con sus poemas en prosa, a los que tengo que volver sin falta en cuanto termine Tan bella, tan cerca.
A continuación, José Manuel Mora Fandos, atendiendo a la pregunta de Corina Dávalos, nos explicó cómo había ido creciendo el libro, nos habló de la importancia de la pintura y la música en su vida y en su escritura, nos contó que cinco meses antes de nacer ya daba clases de música en el vientre de su madre, profesora de piano, y , finalmente, dedicó un cariñoso agradecimiento a los tres Enriques con los que su libro, como si fuera una caja de corn-flakes, se ha visto “enriquecido”: a Enrique Andrés por su presentación, a Enrique Baltanás que le sugirió el precioso título, y a Enrique García Máiquez que firma el magnífico prólogo.
Al filo de las diez, tras el perfecto broche musical y la estupenda velada, que fue un continuo sentirse regalado, me fui con mi Tan bella tan cerca, tan dedicado con su rama de almendro florecido al carbón compuesto y a la acuarela roja, tan feliz y tan agradecida.
Y eso es todo. Como salí corriendo y no le di las gracias al cordialísimo Mora Fandos como las merecía, aprovecho para dárselas desde aquí.

17 noviembre 2011

El carácter español visto por un alemán (2)


"Esta preponderancia de lo humano y personal explica, entre otros muchos fenómenos, el que España haya producido muy pocos sistemas filosóficos. Al ocuparse de las obras de Kant, Unamuno creyó ver asomarse en el autor de la Crítica de la Razón práctica al hombre Kant y por él se interesó más que por el filósofo Kant de la Crítica de la Razón pura. Sólo una filosofía que versara sobre la actitud práctica del hombre concreto frente a la vida y la muerte pudo despertar el entusiasmo del gran pensador Unamuno. Puede decirse paradójicamente que España podrá carecer de filosofía, pero tiene muchísimos filósofos, es decir, gentes llenas de sabiduría innata, espontánea, que viven como filósofos permitiéndose el supremo lujo de no publicar un renglón en su vida sobre las muchas cosas que saben... quería señalar el hecho de que, incluso el gran Séneca en la antigüedad, más tarde los Suárez, Balmes, Donoso Cortés y otros, fueron, ante todo, moralistas. Luis Vives, que suele citarse como filósofo especulativo, pasó la mayor parte de su vida en el extranjero. [...]

En Alemania, los genios son venerados, quiere esto decir que el ciudadano de tipo medio se da cuenta de la distancia que le mantiene separado de aquellos privilegiados, que para él quedan como esfumados, envueltos en una atmósfera de respetuosa veneración. En otros términos: los grandes hombres en Alemania acaban por convertirse en ideas, en mitos. Todo lo que tienen de hijos de Adán y Eva parece que se desprende de ellos, quedando totalmente absorbidos por el renombre y la gran obra. En España los hombres de fama se hacen ante todo populares. Los periódicos publican de ellos caricaturas, las que, lejos de ser burlas irreverentes, subrayan, por el contrario, aquellos rasgos humanos, incluso los demasiado humanos, que las grandes personalidades tengan en común con el resto de sus semejantes... Esta actitud que el pueblo español suele observar en el trato con sus hombres célebres está caracterizada por las numerosas entrevistas que suelen publicar los periódicos. Así, por ejemplo, en una de ellas el reportero nos informa sobre la vida y costumbres del maestro Luna. Por boca del propio músico sabemos que a pesar de su corpulencia come poco, que hace gimnasia y engorda, que no hace gimnasia y engorda lo mismo, etc., etc. ¡Qué hombre más simpático! comentan los lectores, aun cuando de la consabida entrevista no se desprende nada, o muy poco, sobre la obra del entrevistado. El mismo modo de ser explica también la predilección tan archiespañola por los apodos, los que, sobre todo en el campo, suelen transmitirse de generación en generación ... No sólo los toreros célebres figuran en los carteles casi exclusivamente con su respectivo apodo, lo notable es que el pueblo pone motes hasta a los actores extranjeros... Así, por ejemplo, al cómico norteamericano Buster Keaton, el de la cara inmutablemente seria, el pueblo ya sólo le conoce por "el Pamplinas".

Es evidente que el humanismo exagerado, al lado de sus rasgos simpáticos, entraña, desde luego, grandes inconvenientes para la vida colectiva. Consideración tan extremada al individuo tiene forzosamente que redundar en daño de la comunidad. Pues si, indudablemente, en un sentido meramente humano, resulta simpático que el viajero de un tranvía pueda mandar que se pare el coche para subir o bajar cuando le venga en gana, nadie negará que esta costumbre imposibilita el regular funcionamiento del sevicio tranviario. Pero es que, en el conflicto que fatalmente ha de surgir, muy a menudo, entre los mandatos de lo razonable a favor de la comunidad y el humanismo anticolectivo a beneficio del individuo, el español de tipo medio se inclina a favorecer este último. Así es que, no rara vez, en los exámenes, las recomendaciones tienen más eficacia que el saber y el valer del candidato. Un proverbio sumamente significativo dice: "Más vale un adarme de favor que un quintal de justicia"... Y entonces el daño recae, no sólo en el postergado, sino en la comunidad que se ve privada de los servicios de una persona competente.

De esto se desprende muy fácilmente que el criterio puramente humano termina por dañar forzosamente todas aquellas cosas que se basan sobre la organización. La sangrienta realidad de la guerra civil está imponiendo al pueblo español la dura necesidad de subordinarse y de posponer los intereses individuales a los del todo mayor. Reconocemos, sin restricción alguna, que esta es la lección más ardua que este pueblo de los caballeros tiene que aprender. Como que si realmente llegara a aprenderla, esto equivaldría a una transformación radical de su carácter, a una verdadera metamorfosis."


Werner Beinhauer, El carácter español, I."La supremacía del hombre", Ediciones Nueva Época, Madrid (Prólogo del autor para la edición española fechado en septiembre de 1944, Colonia).

15 noviembre 2011

El carácter español visto por un alemán (1)

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"Lo que en España ocupa siempre el primer lugar es el hombre, al que quedan supeditados, incluso, la obra y la profesión. Si comparamos el retrato de un rey pintado por un artista español con un cuadro análogo de pintor francés, echamos de ver que el francés pinta en primer lugar un rey, cuya humanidad aparece enteramente absorbida por la realeza. En cambio, el retrato del autor español representa ante todo un hombre, que es rey por casualidad... Pero este mismo concepto lo hace extensivo a los más humildes, incluso a los mendigos y aun a los caídos por culpa propia, pues a ellos también les considera como a hermanos, sus hermanos infortunados. Un proverbio muy significativo dice: "Todos somos hijos de Adán y Eva, sino que nos diferencia la lana y la seda"... Esta ideología profundamente católica y cristiana es la que ha venido plasmando al hombre español a través de los siglos, imprimiendo a su carácter los rasgos más sobresalientes. Ella ha orientado su manera de pensar y de sentir, incluso en aquellos, en los muchos, que hoy reniegan conscientemente del contenido católico de tal pensar o sentir.

Tanto en la vida personal como en la pública, las relaciones personales siempre han resultado de eficacia mayor que todos los hechos y consideraciones de carácter objetivo. Cabe decir, pues, que el español es hombre subjetivo en el mejor sentido del vocablo, pues en su criterio no prevalece nunca la cosa, sino el hombre de carne y hueso. "En Alemania, escribe el satírico Julio Camba, se sacrifican los hombres a las ideas; nosotros, por el contrario, sacrificamos las ideas a los hombres". En 1925, tras innúmeras negociaciones, se logró concertar el tratado de comercio entre Alemania y España. Ninguno de los políticos alemanes se explicaba entonces el motivo de tanta dilación, que algunos achacaban a malévolas maquinaciones de ciertos órganos marcadamente aliadófilos. Más tarde supe que el verdadero motivo de lo que tanto disgusto causó en Alemania era de índole bien distinta. Era, sencillamente que, por razones de orden puramente técnico, el Gobierno alemán había enviado a cada sesión de las varias que al efecto se celebraron, un representante distinto. Pues, según criterio alemán, lo esencial era la misión en sí y no la persona que enviaban a desempeñarla. En España, por el contrario, donde no se concibe tal deslindamiento entre cosa y persona, el procedimiento alemán suscitó el enojo y la suspicacia de los contrincantes peninsulares... En España, desde luego, lo que decide, más que las cosas en sí, es el cómo éstas se hacen, o en otros términos: el criterio subjetivo prevalece sobre el objetivo.

Esto nos hace comprender también la importancia de lo convencional dentro de la sociedad española. El hombre del norte, de suyo más objetivo, especialmente el alemán, propende a menospreciar el importante papel que lo convencional desempeña en la vida de los pueblos latinos. Esto se refiere, sobre todo, al lenguaje diario. Un ejemplo concreto: cuando un español se halla en el caso de tener que dar una negativa, le repugna hacerlo de una forma concisa y tajante... Para amortiguar el golpe, el español suele emplear circunloquios o frases veladas. Ahora bien, las gentes del norte, habituadas a una franqueza más ruda, y poco habituadas a distinguir el lenguaje convencional de la expresión literal, fácilmente salen engañadas cuando se atienen al pie de la letra a las palabras de un español, y entonces es fácil que se quejen de las pretendida mentirosidad de este pueblo, cuando en realidad el español, lejos de engañar al extranjero, por el contrario, ha querido evitarle un disgusto. Así, por ejemplo, las evasivas al tenor de "veremos", o "bien podrá ser" y otras análogas, en el estilo convencional, equivalen, casi siempre, a una negativa rotunda y terminante. Y es que, entre españoles, aun de las más ínfimas capas sociales, las noticias desagradables suelen comunicarse generalmente de un modo velado e indirecto. Es este un detalle que revela las exquisiteces espirituales de una cultura muy antigua. Llama la atención la pasmosa facilidad y prontitud con que el español más humilde suele comprender una indirecta y con qué oportunidad sabe replicar a ella. En los países del norte, sólo entre los hombres más cultos y de sensibilidad muy refinada, podría encontrarse tanta flexibilidad de espíritu."

Werner Beinhauer, El carácter español, I."La supremacía del hombre", Ediciones Nueva Época, Madrid (Prólogo del autor para la edición española fechado en septiembre de 1944, Colonia).

05 noviembre 2011

lili-lala o tararira: a cada cual su Aurora.

El Alva hermosa y fría,
Que bien puede ser fría y ser hermosa,
Como mujer casera y hazendosa,
Con la primera luz del claro día
Se levantó, aliñando paralelos,
Barriendo nubes y fregando Cielos.
Salía con las crenchas destrençadas,
El jaque descompuesto,
Y echada por los hombros la basquiña;
Sólo un zarcillo puesto,
Que porque el Sol, que viene, no la riña,
Y regarle el salón del Mundo puesto,
Dexó prendido el otro en la almohada;
La saya arremangada,
y el manteo de buelta solo baxo:
Dexando el estropajo,
Que del cielo labó los azulejos,
Por dar al orbe luzes y reflexos,
Tomó la regadera,
Y desaguando una tinaja entera
Que estava serenada de la noche
Del Cielo en los desvanes,
En que tuvo en remojo tulipanes,
Y una jarra con rosas y alhelíes,
En los zaquizamíes,
Antes que el sol sus rayos desabroche
(si los rayos del Sol tienen corchetes),
Regó las plantas, y roció las flores;
Y salpicando a algunos ruiseñores,
A entonar empezaron mil motetes
Con sonora armonía,
Mas nada de la letra se entendía.
Matizó de colores los regazos
De las altas montañas;
Y peinando de sombras las marañas,
Dexó caer los braços,
Luego apretó los puños a menudo
Y dio mil esperezos,
Otros tantos bostezos,
Y en uno y otro remató estornudo,
Que con la madrugada
Salió la Aurora un poco acatarrada.
Bordó de plata las espumas canas
De los ríos undosos,
Y de los turbios charcos cenagosos
Oyó callar las ranas,
Cantaron los jilgueros,
Y callaron los grillos,
Con los páxaros tristes y agoreros,
Verbi gracia lechuzas y cuclillos,
Los montes y las lamparas dexaron
Y a las hondas cabernas se baxaron.
Ya empezaran las vozes y bullicios
De los viles mecánicos oficios,
Si no en valor, en el trabajo iguales;
Y el de los oficiales
Al canto de los páxaros ayuda;
Pues cada qual canoro la saluda,
Con blanda voz que al Zefiro regala,
Con la dulce canción de lili lala,
O con la que estilo heroyco admira,
cuyo concepto acaba en tararira.
Como el titiritero,
Que después de tener el teatro a obscuras,
Enseña al auditorio las figuras,
Poniendo en el tablero
Las escondidas luces;
Arremedando al Cielo las capuzas,
La clara luz del día,
Las figuras del Mundo descubría:
La comparacioncilla tiene gala,
Y aunque lo diga yo no ha estado mala.
...

Agustín de Salazar y Torres (1642-1675), ESTACION PRIMERA DE LA AURORA. Discurso Primero. Sylva I. Cithara de Apolo. Varias poesías divinas y humanas que escribió don Agustín de Salazar y Torres y saca a luz don Juan de Vera Tassis y Villarroel, su mayor amigo. Primera Parte (Madrid, 1694).
[Aquí un enlace a la reproducción digital del original conservado en la Biblioteca de la Universidad de Granada (y otro a los sonetos, que no tienen desperdicio). Don Agustín, nacido en Almazán y criado en México junto a su tío, Obispo de Campeche, con menos de doce años recitaba Las Soledades y el Polifemo de Góngora "comentando los lugares oscuros y desatando intrincadas cuestiones". Tras volver a España con el duque de Alburquerque, fue nombrado Capitán de Armas de la provincia de Agrigento en Sicilia, "antes de pasar a Alemania con la Señora Emperatriz en compañía del Sr. Duque de Alburquerque". Murió en Madrid con menos de treinta y cuatro años, "extenuado y atrófico", en circunstancias tan oscuras como los lugares de Góngora que descifraba de niño. "Fue tan gallarda su facundia, quanto severa su desgracia, ¿pero quando no fueron correlativas entre sí estas calidades?" dice Juan de Vera y Tassis en el Discurso de la Vida y Obras de D. Agustín de Salazar, para concluir: "...y tú (o passagero, o lector), qualquiera que seas, lee, atiende, admira, y llorarás con todos"]