12 agosto 2015

Tiempo de silencio (1)

De camino a la piscina me cogí el libro en una librería de viejo por dos euros. No me gusta llevar libros nuevos y que se me estropicien; además, era una de esas lecturas siempre pendientes y siempre postergadas. El libro, con una pegatina amarillenta de la librería Maxtor de Valladolid, firmado y fechado por su anterior propietaria, Mª Angeles Alonso B. 1975, tenía varias hojas con la esquina doblada, como un guiño pacientemente sostenido, y justo por ahí, picada por la curiosidad, lo empecé. Fabuloso comienzo. Ya no pude parar, me olvidé del calor, me olvidé del chapuzón, me olvidé de todo. De inmediato me hice amiga de la plegadora de esquinas y admiradora absoluta de Martín- Santos. Qué bárbaro, qué fenómeno, qué gracia, qué portento. Mira que encontrarlo de esta guisa, casi por casualidad y a estas alturas... Por qué tendría que conducir de ese modo y acabar tan malamente. Qué gran pérdida, con la proliferación de "grandes Maestros" y la escasez de Martines-Santos que padecemos. 

Después ya he visto que el pasaje marcado es conocidísimo: la conferencia en la planta superior del teatro Barceló y el bailongo en la inferior, el posterior cultiparty de la très haut, el tremendo contraste con el relato intercalado por el que lo que parecía cómico se convierte en pura desesperación.... : 

    « Como todo cosmos bien dispuesto también aquel en que el acontecimiento se desarrollaba estaba ordenado en esferas superpuestas. (...) De este modo la esfera inferior del cosmos a que nos referimos, en la que con las dos superiores ninguna concomitancia ni relación (aparente) se descubría, estaba ocupada por un baile de criadas. En ella, indiferente a que más arriba el Maestro hablara (con perfecta simultaneidad en el tiempo y rigurosa superposición el el espacio) la turba sudadora se estremecía ya girando, ya contoneándose al son de un chunchún de pretendida estirpe afrocubana. En esta esfera inferior se producían sonidos y olores que apenas si habrían impregnado las esferas media y superior en el caso de haber estado éstas vacías. Pero no era así, sino que la esfera media almacenaba una muchedumbre casi comparable en número a la de la inferior, aunque muy diversamente compuesta. (...) Por lo que hace al olor, el que la esfera media poseía era una mezcla de diversos perfumes caros (algunos importados directamente de París a despecho de las dificultades de la balanza de pagos), lociones medicinales y crecepelos masculinos, abundante profusión de humo de tabaco rubio quemado y ciertos matices, apenas perceptibles pero inevitables, de sudor axilar y cuello de estudiante aficionado a la filosofía pero escasamente adicto al agua ya desde antes de la boga existencial. Finalmente, y para concluir este sumario repaso de nuestra teogonía, la tercera esfera superior y culminante -en varios sentidos- del conjunto, estaba constituida por el escenario del cine, donde junto con un pupitre sobre el que aparecían una luz, una jarra de agua, un vaso y una manzana, se establecía la presencia ominosa de un tableau noir de nada escrito. (...)
    Los condenados del sótano no tenían noticia de lo que -tres metros sobre sus cabezas- estaba ocurriendo y a causa de ello no presumían que la más aguda conciencia celtibérica se iba a ocupar, de modo deliberado, de elevar el nivel intelectual de la sociedad a la que (indignos en verdad) ellos también pertenecían. Pero era posible observar la reciprocidad y perfecta simetría del fenómeno, pues tampoco la muchedumbre de la esfera intermedia y quién sabe si ni siquiera el poderoso Maestro, tenía la menor noticia de la interesante realidad que bajo sus plantas se establecía con la simultaneidad antes indicada. (...) Pero las cosas son como son, vuelto sobre sí mismo el pueblo ignoraba al filósofo y la profusión de lujosos automóviles, a la puerta de un cine de baja estofa, sólo le hacía experimentar las nuevas dificultades para el cruce de la calzada y no extraía de ellas ninguna valoración eficaz del momento histórico.
    Los dos amigos -incluidos en la esfera intermedia- tenían a su derecha a un exseminarista con chaqueta negra pintacaspiana típica de exclaustrado y a su izquierda una elegante de la très haute. Por delante, por detrás, por los lados estaban rodeados de señoras de la misma extracción y de poetas de varios sexos.  Balenciagamente vestida, tocada con un sombrero especialmente elegido para el acto 
-que figuraba un pequeño casco palasatenaico con la sola nota frívola de una plumita de colibrí rojo al modo de trofeo- movía incesantemente una dama, a la altura de su rostro, sus dos manos admirables. (...)
    Pero ya el gran Maestro aparecía y el universo-mundo completaba la perfección de sus esferas.(...) Los círculos del purgatorio (que como tal podemos designar a las localidades baratas, sólo en apariencia más altas que el escenario) recibieron su carga de almas rezagadas y solemne, hierático, consciente de sí mismo, dispuesto a abajarse hasta el nivel necesario, envuelto en la suma gracia, con ochenta años de idealismo europeo a sus espaldas, dotado de una metafísica original, dotado de simpatías en el gran mundo, dotado de una gran cabeza, amante de la vida, retórico, inventor de un nuevo estilo de metáfora, catador de la historia, reverenciado por las universidades alemanas de provincia, oráculo, periodista, ensayista, hablista, el-que-lo-había-dicho-ya antes-que-Heidegger, comenzó a hablar, haciéndolo poco más o menos de este modo:
    "Señoras (pausa), señores (pausa), esto (pausa), que yo tengo en mi mano (pausa), es una manzana (gran pausa). Ustedes (pausa) la están viendo (gran pausa). Pero (pausa) la ven (pausa) desde ahí, desde donde están ustedes (gran pausa). Yo (gran pausa) veo la misma manzana (pausa) pero desde aquí, desde donde estoy yo (pausa muy larga). La manzana que ven ustedes (pausa) es distinta (pausa), muy distinta (pausa) de la manzana que yo veo (pausa). Sin embargo (pausa), es la misma manzana (sensación)".
    Apenas repuesto su público del efecto de la revelación, condescendiente, siguió hablando con pausa para suministrar la clave del enigma:
    "Lo que ocurre (pausa), es que ustedes y yo (gran pausa) la vemos con distinta perspectiva (tableau)".»

Luis Martín-Santos, Tiempo de silencio, Biblioteca Breve, Edit. Seix Barral, Barcelona. 

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