17 marzo 2013

Un icono vivo de Cristo

Aquí os dejo estas palabras sobre san Francisco, pronunciadas en la catequesis de la audiencia general del 27.1.2010  por nuestro orante y  retirado -nunca del recuerdo ni  de la lectura-  Benedicto XVI:

 [...] «Nacióle un sol al mundo». Con estas palabras, el sumo poeta italiano Dante Alighieri alude en la Divina Comedia (Paraíso, Canto XI) al nacimiento de Francisco, que tuvo lugar a finales de 1181 o a principios de 1182, en Asís. Francisco pertenecía a una familia rica -su padre era comerciante de telas- y vivió una adolescencia y una juventud despreocupadas, cultivando los ideales caballerescos de su tiempo. A los veinte años tomó parte en una campaña militar y lo hicieron prisionero. Enfermó y fue liberado. A su regreso a Asís, comenzó en él un lento proceso de conversión espiritual que lo llevó a abandonar gradualmente el estilo de vida mundano que había practicado hasta entonces.
Se remontan a este período los célebres episodios del encuentro con el leproso, al cual Francisco, bajando de su caballo, dio el beso de la paz, y del mensaje del Crucifijo en la iglesita de San Damián. Cristo en la cruz tomó vida en tres ocasiones y le dijo: «Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas».

Este simple acontecimiento de escuchar la Palabra del Señor en la iglesia de San Damián esconde un simbolismo profundo. En su sentido inmediato san Francisco es llamado a reparar esta iglesita, pero el estado ruinoso de este edificio es símbolo de la situación dramática e inquietante de la Iglesia en aquel tiempo, con una fe superficial que no conforma y no transforma la vida, con un clero poco celoso, con el enfriamiento del amor; una destrucción interior de la Iglesia que conlleva también una descomposición de la unidad, con el nacimiento de movimientos heréticos. Sin embargo, en el centro de esta Iglesia en ruinas está el Crucifijo y habla: llama a la renovación, llama a Francisco a un trabajo manual para reparar concretamente la iglesita de San Damián, símbolo de la llamada más profunda a renovar la Iglesia de Cristo, con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor a Cristo. [...]

Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña -Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5,3)- encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.

En Francisco el amor a Cristo se expresó de modo especial en la adoración del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En las Fuentes franciscanas se leen expresiones conmovedoras, como esta: «¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote! ¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad, oh humilde sublimidad: que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan!» [...]
   
Del amor a Cristo nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios. Este es otro rasgo característico de la espiritualidad de Francisco: el sentido de la fraternidad universal y el amor a la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas. Es un mensaje muy actual. [...] Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. Él entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios. [...]

(El texto íntegro aquí. Y en él, otra cita de Bloy: No hay más tristeza que la de no ser santo)



7 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Oh, el cántico.

Cristina Brackelmanns dijo...

Oh, el cántico, y ay, el canteo. Ya lo he borrado. Fue un queme, otro tic de no sé qué. Ahora mismo lo borro, que con que hablen san Francisco y BXVI ya nos basta y nos sobra.

BV dijo...

Bravo, CB.

Cristina Brackelmanns dijo...

Gracias, BV, ciertamente not the place for that type of speech, pero no me piques, please.

BV dijo...

Quilla, si yo estoy muy contento con el nombre, mi último nombre es Francisco de Asís.
Te felicitaba por la sabiduría que manifiesta tu rectificación. Yo no lo habría hecho.

E. G-Máiquez dijo...

Ay, yo quería enlazar esto. Y salió un irpf, qué raro.

Paz y bien.

Cristina Brackelmanns dijo...

Eso sí que me alegra saberlo, BV. Un nombre así imprime carácter.
Yo es que soy de mucho desenfundar... y enfundar, menos mal que la cosa esta me lo permite.

Y qué bonito, Enrique (lo otro me dejó con los ojos a cuadros, pero me imaginé los mil líos que tienes y te agradecí la intención igual, o más). Qué bien suena en italiano, muchas gracias.

Paz y bien a los dos