16 octubre 2012

Cuando ya te has quedado calvo

Aquí os dejo tres reflexiones muy reflexivas. Las tres, con ligeros matices, vienen a decir lo mismo. La verdad es que da gusto tanto acuerdo:

La primera es de Lawrence Sterne, por boca del caballero Tristam Shandy:

"La experiencia es un peine que te da la vida cuando ya te has quedado calvo."

La segunda, bastante similar aunque de significación más amplia (por las muchas variedades de sombreros de cintas  y modos de no tener cabeza), es de una canción de Violeta Parra y dice así:

"Yo no sé por qué mi Dios
le regala con largueza
sombrero de tantas cintas
a quien no tiene cabeza."

La tercera, directa al grano sin peines ni sombreros, es el comienzo del famoso poema "No volveré a ser joven" de Jaime Gil de Biedma:

"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde."

No sé a vosotros, pero a mí me parece que ese, precisamente ese, es el mejor argumento -más que argumento: una prueba definitiva-  a favor de la vida eterna. Claro que a mí todo me parecen pruebas definitivas, basta con mirarse el dedo gordo, que decía no sé quién. Esas son mis pruebas preferidas, las del tipo "dedo gordo": tú sólo mírate el pulgar. (*)

Volviendo al asunto, podríamos pensar que la experiencia, aunque llegue demasiado tarde, es útil para los que nos siguen:  que para eso sirve, para transmitirla. Pero las cosas, lamentablemente o por suerte, que no lo sé,  no funcionan así. La experiencia, como su nombre indica, es experiencia, personal e intransferible,  no vale la del otro. No es un peine para peinar melenas ajenas. ¿Para qué la experiencia entonces? 

No tendrá mucho caché argumentativo, no es muy tomista ni muy pascaliano, pero a mí este peine de calvos, como prueba,  me convence un montón:  La experiencia es el peine de nuestra melena inmortal.  Para qué si no.

"Sería gran cosa tener dos vidas; una para cometer errores y otra para sacar provecho de ellos", añade L. Sterne. Pues claro, gran cosa, de eso se trata. O dicho de otro modo: no volverás a ser joven, Gil de Biedma, ni falta que te hace.
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(*) el no-sé-quién era Newton, que ya lo he encontré: "A falta de otra prueba, el dedo pulgar por sí solo me convencería de la existencia de Dios".


13 comentarios:

gatoflauta dijo...

Me parece ésa una visión un tanto excesivamente pesimista, en lo que respecta al "aquí". Es posible, estoy convencido, aprender de la propia experiencia; lo que pasa es que no todo el mundo es capaz de hacerlo. Decía Joubert que "pocos hombres son dignos de la experiencia. La mayoría se dejan corromper por ella". Quizá exagere (es el riesgo de la brevedad, el ser demasiado tajante), pero la advertencia está muy en su punto, a mi parecer. Y, por otra parte, tampoco hay que olvidar la advertencia -un tanto cínica, como suya- de Bismarck, que aseguraba (tal como lo cita Pessoa) que "Sólo un estúpido aprende por la experiencia propia, yo aprendí siempre de la experiencia ajena". Dejémoslo más bien en que ambas, la propia y la ajena, son maestros duros (no nos halagan, y suelen ser más sinceros de lo que nos gustaría), pero útiles, si uno sabe estar a la altura. Lo que no es fácil, ciertamente, pero sí posible.

Cristina Brackelmanns dijo...

Qué quiere que le diga, lamento no coincidir con todas esas autoridades, pero a mí me parece realista (se transmiten, como mucho, conocimientos, pero "experiencia" por definición es imposible) y muy optimista en lo que respecta al aquí.

Tampoco estoy muy de acuerdo con que la brevedad sea tajante y la prolijidad no lo sea. Es más, a tajante, mucho mejor breve. Habría que ver, quizá, qué se entiende por tajante.

De todos modos, le agradezco su visita, tan documentada y bien acompañada como siempre.

E. G-Máiquez dijo...

La experiencia como peine de nuestra melena inmortal es un aforismo que no se me olvidará, gracias.

El arrepentimiento es el crecepelo.

También me grabo en el disco duro lo de las pruebas definitivas, definitivas y universales.

Siendo mucho menos importante y personal, añado que mi experiencia es que la vida siempre te da una segunda oportunidad para ejercitar lo aprendido. Entre la melena juvenil y la maravillosa y eterna, siempre nos quedan algunos pelos que ir peinando.

Cristina Brackelmanns dijo...

Depende, depende, Enrique, que a algunos la experiencia les llega con un pie casi en el otro barrio. De todos modos la cuestión no era tanto el tiempo que queda para sacarle partido, que tienes razón, siempre queda algo (al buen ladrón le llegó justito para pedir lo que pidió, pero mira tú), sino la mirada que la experiencia echa hacia atrás, esa mirada al ayer con los ojos de hoy.
Y luego está el asunto de su intransmisibilidad, que se ve clarísimo con los hijos, no vale de nada el "cuidado, que te la pegas", tienen que pegársela.
Algo bueno tendrá, pegársela digo.

En fin, que era todo un poco lío, habría que empezar hablando de qué es experiencia. El buen ladrón por ejemplo tenía varias, la profesional, la vital, la de última hora...

Muchas gracias, Enrique. El arrepentimiento es el crecepelo, eso sí que sí.

BV dijo...

Hola CB, encontré el otro día "Clío: diálogo entre la Historia y el alma pagana". ¿Es tan recomendable como la recomendada por ti Verónica?

Cristina Brackelmanns dijo...

Hola Balaverde, no puedo decirte, seguro que es muy recomendable, pero no lo he leído.
Sí te digo que yo entre los dos, puesta a elegir, elegiría Verónica, por el prólogo de Sebastián Montiel, porque "el alma carnal" del título me tira más que "el alma pagana", y por este articulito que fue el que me puso los dientes largos. Mira a ver: http://sujetoausente.blogspot.com.es/2010_03_01_archive.html

enrique baltanás dijo...

Dice Maurois en otro de sus aforismos: "La experiencia no procura ningún placer, como no sea el de transmitirla."
Otro punto de vista al lío.

Cristina Brackelmanns dijo...

Si dijera los saberes, algo más objetivable, todavía, pero la experiencia... no sé, para mí es otra cosa.
Sí hay un modo, pero no sé si podría considerarse "transmisión". Pienso en Las Confesiones de San Agustín, o incluso El Quijote, ahí está la experiencia de una vida.
Creo que la experiencia es posible compartirla, con quien puede reconocerse en ella, es decir con quien tiene una experiencia parecida, pero no con quien no la tiene, creo que a ese no le aprovecha para nada.
En la primera parte estoy de acuerdo, más bien algún pesar.

Y ya que estás aquí, a propósito de tus "Silencios y palabras", mira lo que dice Violeta Parra en otra estrofa de la misma cancioncilla: "Hay que medir los silencios/hay que medir las palabras/sin quearse ni pasarse/medio a medio de la raya.
No es Maurois (que, por cierto, en alguno de los aforismos se le nota mucho el oficio diplomático), pero no está mal.

Gracias, Enrique.

BV dijo...

Muchas gracias, CB. Antes de preguntar ya me había comprado Clío. Ya te contaré qué tal, de momento me está costando un poco.

Cristina Brackelmanns dijo...

Por eso prefería el del prólogo, ayuda a entender. Péguy no da puntada sin hilo, pero verle el hilo no siempre es fácil. Lo mismo me está pasando a mí con las Completas, que me las ha dejado Suso.
Si me permites un consejo, yo lo dejaría, empezaría por El pórtico de la segunda virtud y luego volvería. No sé por qué empezaste por la prosa, es más normal y más fácil ir al revés.

Gracias a ti, Balaverde.

BV dijo...

He empezado por lo único que encontré en la librería!!
Gracias por los consejos!

Mora Fandos dijo...

Yo, la verdad es que he hecho una opción preferencial por el no peine, así que he optado por la no experiencia. Bueno, bromas aparte, creo que la experiencia sí tiene algo de transferible, aunque el meollo, que es lo que a uno le interesa, porque es lo suyo, no lo sea. Por cierto, estoy con Kierkegaard, me viene muy bien tu siguiente entrada. Gracias y saludos.

Cristina Brackelmanns dijo...

Eso es, José Manuel, el meollo.
Muchísimas gracias.
Y me alegra la coincidencia kierkegaardiana. A Kierkegaard hay que rescatarlo del relativismo y el existencialismo sartriano, que al pobre le han hecho decir de todo menos lo que dijo.