24 junio 2012

Mañanita de San Juan

Madrugaba el Conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe
se oye un hermoso cantar,
las aves que iban volando
se paraban a escuchar...

Creo que del  romance del conde Olinos, con esas aves suspendidas en el aire, arranca mi descubrimiento de la poesía. Desde entonces -para mí- la poesía es eso:  quedarse en suspenso, pararse a escuchar...  y, por ejemplo, un caballo que bebe a las orillas del mar.

Había un Cancionero en casa de mis padres, un librote cuadrado y gordo editado por la "Sección Femenina",  con las canciones agrupadas por regiones (Vasconia, decía) y por temas: canciones de campo, bailables, de corro, de cuna,  romances...; cada una con su partitura  y con ilustraciones a dos tintas desperdigadas por aquí y por allá: una casa con gallinas y un pozo, una madre durmiendo a un niño, y en el apartado de los romances,  moras cautivas con un cántaro a la cadera, princesas asomadas a la torre y caballeros tocando el laud...

Mi infancia, a falta de recuerdos de un patio de Sevilla,  podría decir que es ese libro. El libro en el suelo, porque con casi seiscientas páginas no había quien lo sostuviera, desencuadernado, con los bordes arruinados de tanto trajín, y  dentro Delgadina, Gaiferos, la golondrina que se fue a su africano hogar,  la niña que segaba y ataba los haces, y los pájaros absortos parados en el aire. Cuando me gustaba mucho una letra, le llevaba a mi padre el libro; él empezaba marcando el compás -lo primero siempre coger el compás-  y me silbaba la música. Muchos años después, cuando ya vivía fuera, llevó el libro a restaurar y me lo regaló, asombrósamente con todas sus páginas, como nuevo.

 ...Y déjame a la trasera/ del carro, Pedro/  porque vaya más cerca/ del bien que dejo,  es lo primero que me encuentro al abrirlo ahora.

Que paséis una feliz noche de San Juan (porque la mañana ya quedó atrás...)



(PS. Perdón, que me soplan que la noche de san Juan es la del 23 al 24,  la que va antes de la mañanita, y que llego tarde. Vaya vida llevo que se me  ha pasado sin enterarme. Felicidades de cualquier modo para todos los Juanes y las Juanas)

4 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

No soy Juan, pero qué regalo tan estupendo, ese "déjame a la trasera / del carro, Pedro".

Muchas gracias,
E.

Cristina Brackelmanns dijo...

Cómo te tira la tierra, eh.

Eso es la segunda estrofa de la famosísima "Quita la mula rucia, ponme la negra, porque vaya de luto quien va de ausencia..." .

De Murcia, claro.

E. G-Máiquez dijo...

Anda, qué sorpresa, ¡de Murcia! Venía a copiarlo exactamente para el colofón de mi próximo libro de artículos, que se llamará Un paso atrás y me encuentro que es de Murcia, y de un sitio que se queda, ay, atrás, y el luto. Qué misteriosos son esos tirones que uno siente y que se van aclarando con el tiempo.

Muchísimas gracias.

Cristina Brackelmanns dijo...

"Con el tiempo", sí. Lo de la mula rucia y la mula negra también es muy chulo. Parece la versión murciana de las velas de la nave de Teseo.

Espero que el paso atrás sólo sea para coger impulso antes del salto.

Te la fotocopiaré con la partitura, para que la cantes que es lo suyo.