04 octubre 2011

Espacio libre en el que Dios puede crear todavía


Hoy se celebra el día de san Francisco de Asís. Gracias a Dios por él, que trajo aire fresco a la Iglesia e hizo de ella un lugar más habitable para todos. Gracias por todos sus continuadores.


"Saltando de una roca a otra, fray León atravesó corriendo el torrente y san Francisco lo siguió. Fray León, que lo esperaba de pie en la otra orilla, miraba como corría el agua limpia con rapidez entre las masas grises de rocas... San Francisco lo miró y vio tristeza en su rostro.
-Tienes aire soñador- le dijo simplemente san Francisco.
-¡Ay, si pudiéramos tener un poco de esta pureza! - respondió fray León... Había en sus palabras una profunda nostalgia
.
-Ven- le dijo san Francisco, tomándolo del brazo. Empezaron los dos otra vez a andar. Después de un momento de silencio, san Francisco preguntó a fray León:
-¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza del corazón?
-Es no tener ninguna falta que reprocharse- contestó fray León sin dudarlo.
-Entonces comprendo tu tristeza- dijo san Francisco-, porque siempre hay algo que reprocharse. -Sí- dijo fray León- y eso es precisamente lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza del corazón.
-Ah, hermano León; créeme- contestó san Francisco-, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que Él es, Él, todo santidad. Dale gracias por Él mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero, toma un interés profundo en la vida misma de Dios y es capaz, en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.
-Sin embargo, Dios reclama nuestro esfuerzo y nuestra fidelidad- observó fray León.
-Es verdad- respondió san Francisco, pero la santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud. Mira, nuestra nada, si se acepta, se hace espacio libre en el que Dios puede crear todavía. El Señor no se deja arrebatar su gloria por nadie. Él es el Señor, el Unigénito, el sólo Santo. Pero toma al pobre de la mano, lo saca de su barro y lo hace sentar sobre los príncipes de su pueblo para que vea su gloria. Dios se hace entonces el azul de su alma. Contemplar la gloria de Dios, hermano León, descubrir que Dios es Dios, más allá de lo que somos o podemos llegar a ser, extasiarse delante de su eterna juventud y darle gracias por su misericordia indefectible, es la exigencia más profunda del amor que el Espíritu del Señor no cesa de derramar en nuestros corazones, y eso es tener un corazón puro, pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y poniéndose en tensión.
-¿Y cómo hay que hacer?- preguntó fray León.
-Es preciso simplemente no guardar nada de sí mismo. Barrerlo todo, aún esa percepción aguda de nuestra miseria; dejar espacio libre; aceptar el ser pobre; renunciar a todo lo que pesa, aún el peso de nuestras faltas; no ver más que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella. Dios es, eso basta. El corazón se hace entonces liviano, no se siente ya el mismo. Como la alondra embriagada de espacio y de azul, ha abandonado todo su cuidado, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en un simple y puro querer a Dios.
Fray León escuchaba gravemente mientras andaba delante de su padre. Pero a medida que avanzaba, sentía que su corazón se hacía liviano y que le invadía una gran paz."


Eloi Leclerc, OFM, Sabiduría de un pobre, Cap. X (Reelaboración de textos franciscanos, pasaje tomado de Vita fratris Leonis)

2 comentarios:

Jesús dijo...

Ampliación infinita de la moral, que se integra en los senos puros de una vida re-ligada, religiosa.
Aprovecho para citar un texto de las "Florecillas de San francisco" que siempre me acompaña:
“Pastor bueno que a nosotros nos has mostrado tu misericordia (...), concede gracia y virtud a esta tú ovejuela para que en ninguna enfermedad, angustia o dolor me aparte de Ti”.
Gracias.
Un abrazo.

Cristina Brackelmanns dijo...

Eso es, Suso, eso exactamente.
Y qué buenas son tus compañías.
Un abrazo y gracias a ti, tú también traes siempre aire para respirar.