19 octubre 2010

En el paraíso siempre hay manzanas

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Hoy cambio de tercio; estoy en la pausa del trabajo y es la hora del hambre. Cuando me da el bajón de azúcar empiezo a pensar en tartas de manzana y hasta el aire lo veo "color de caramelo", según la feliz expresión de Ángel Ruiz un día que estaba especialmente lírico o que también tenía bajón de azúcar.

--Hace poco decía, aunque luego lo borré porque no venía a cuento [por cierto, una curiosidad, cada vez que retoco una entrada, que son muchas porque a mí nada me sale a la primera ni a la segunda... ¿os vuelve a aparecer como recién publicada, o el sistema se percata de que sólo era una corrección], os decía que hubo un libro que me regalaron a los diez años que puso una montaña y una casa de madera en mi imagen del paraíso. Pues bien, entrando a los detalles, si la montaña tiene una casa, la casa tiene un horno y el horno tiene una tarta de manzana, sobre todo a estas horas. También tiene visillos, siempre blancos y entreabiertos. Mi madre decía que una casa sin visillos parece un hospital robado, es decir, el colmo de la desolación. Creo que los visillos los llevo en la sangre por parte de madre (*). La tarta de manzana viene más por parte de padre. Así que en el paraíso habrá una montaña, una casa con olor a manzana horneada, una tarta recién hecha, y gente para comerla tras unos visillos entreabiertos; el resto me da igual. El domingo hice la primera de la temporada porque el tiempo la pedía. Todavía no ha llegado el frío, pero la casa estaba destemplada y a las paredes ya no les queda ni una pizca del calor del verano. Salió buena y la casa se caldeó, no se puede pedir más.  Aquí os dejo la receta, es fácil, aparente y tiene muchos treses, que es un número santo:

-3 manzanas (reineta, claro, y mejor de las feas)
-3 huevos
-3 cucharadas rasas de maizena
-3 yogures naturales
-1 y 1/2 medidas (el envase de yogur) de azúcar . O 3 mitades de envase, para no perder el compás.

Se bate todo, salvo una de las manzanas, con la batidora. Se vierte la mezcla en cacharro bajo de Pyrex o similar untado de mantequilla, se decora con la manzana sobrante en rodajitas finas (si se hunden no importa, que luego reflotan), y al horno a 180º arriba y abajo unos tres cuartos de hora (hasta que se dore). Se remata barnizándola a la española con mermelada, o espolvoreándola a la alemana con azúcar y canela.

-Para terminar, un enlace un tanto cursi, con su piano (hay que esperar unos cuantos trinos para que empiece), sus frases estupendas y sus muchos pajaritos: "Les oiseaux messagers" (uno de ellos, como si fuera un pájaro de Ramón Gaya, dice: Si la única oración de toda vuestra vida es un simple "gracias", es suficiente) . Me los he encontrado buscando en la carpeta de recetas. No sé lo que hacían ahí, pero pueden quedar propios en una entrada repostera. 
Y eso es todo, os ruego que disculpéis el bajón y la debilidad:
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(...aux clartés des étoiles/ je crois encore la voir/ entrouvrir ses longs voiles/ aux vents tièdes du soir...) "Je crois entendre encore" , aria de Bizet . 

11 comentarios:

Jesús dijo...

Vaya, ahora la nueva Eva lo intenta con una tarta de manzanas. Hmmm, pequemos pues. Siempre podremos decir que estaba tan buena que fue imposible resistirse.

E. G-Máiquez dijo...

Ummm. En el paraíso siempre hay generosidad, como ésta de dar la receta, por ejemplo. La probaremos en tu honor, con los visillos bajados. Gracias.

Ah, el sistema lo procesa como una corrección y no sale una ventana nueva.

Cristina Brackelmanns dijo...

Las manzanas de la nueva Eva son inocuas, Suso, no hace falta resistirse. Y generosidad siempre la tuya, Enrique.

Que nivelón de lectores, no sé ni cómo me atrevo a mentar los visillos. Acabo de releer vuestras entradas sobre el tema (la de Suso es del 3 de marzo de 2008- http:// susoaresfondevila.blogspot.com/2008/03/visillo.html ) y no salgo de mi asombro. Un lujazo tener aquí las dos. Que el asunto tiene raíces profundas sí que me lo olía, pero no se me ocurrió que pudiera dar tanto de sí poética, antropológica y hasta metafísicamente. Lo mío es coserlos, colgarlos y, como le pasaba a mi madre, sentirme a la intemperie cuando toca lavarlos.
Y me quedo dándole vueltas a lo diferentes que somos (siendo iguales, por supuesto, y más ahora que tendré que trabajar para "la cosa"), y a que la mirada masculina al respecto, por lo que decís los dos (los visillos velan el exterior), desde luego es distinta a la femenina (velan el interior, menos mal que Leonor me entiende). Y también al "más luz" de Goethe, que me hace pensar que en el cielo nuevo y la tierra nueva sobrarán los visillos...

Muchas gracias a los dos, si pudiera os enviaba un trocito de tarta.
(y gracias por la aclaración, me explicó Mora-Fandos que salía un aviso cada vez que se publicaba una entrada y me pegué un susto)

E. G-Máiquez dijo...

El infalible Mora-Fandos tenía razón en que nos sale un aviso cada vez que retocas un comentario, pero no hay de qué asustarse. El afán de afinar los textos es sólo una manera de caridad.

Cristina Brackelmanns dijo...

Glup! Y cada vez que abro el Blog retoco la entrada!! Cien veces he meneado el valle, tropecientas a Benjamin -y a puntito estaba de cambiar por "implacable" el "imparable" de la apisonadora sabelotodo...!!!
Y hasta el retoque de los comentarios! Que cooorte...

E. G-Máiquez dijo...

No, los retoques en la entrada principal no saltan como novedades, o al menos no lo hacen conmigo. Si saltan los retoques a los comentarios. Pero corte ninguno: lección.

Cristina Brackelmanns dijo...

Y corte también, Enrique. Ayer por ejemplo, que también me tocó quedarme mientras llegaban la una y la otra, me entretuve intentando hacer un link a tu estilo con la dirección de la entrada de Suso sobre los visillos, y creo que lo copié y lo toqueteé y lo pegué -y no lo conseguí- unas cuarenta veces. Otras veces es un acento, o una coma o un renuncio, que no lo veo hasta que sale o me da por leerlo. Os debo de tener fritos. Perdón, perdón... y gracias por aclarármelo.

Mora Fandos dijo...

Hola, me ha gustado esa relación de la tarta de manzana, los visillos, el paraíso. Y me venía a la memoria "Entre visillos" de Martín Gaite, que me gustó bastante, una imagen de posguerra, aunque no tiene nada que ver con el paraíso. Y también Las pequeñas virtudes, de Ginzburg, por tu estilo. Espero que en paraíso haya tarta de manzana, y Natalia Ginzburg.

Cristina Brackelmanns dijo...

Caray, José Manuel, vaya dos me nombras. Más de mi gusto la segunda que la primera, todo sea dicho, pero enormes las dos. Harta generosidad la tuya.
Me haces pensar en que sí que puede haber una relación entre la posguerra, el hambre y el paraíso. Los hambrientos imaginan mucho: una vida mejor y más dulce, o un pollo como Carpanta. ¿Te acuerdas de la nube con el pollo asado que llevaba siempre sobre la cabeza? A mí a las cuatro de la tarde se me pone una tarta.

Creo que sí, que habrá tartas de manzana y visillos volanderos. Son necesidades del alma, como la música... ¿Cómo no va a haber pianos y saxos? Y seguro que podremos merendar con N.Ginzburg y hasta con la austera S.Weil, que me encantaría.
Esperemos, suponiendo que nos dejen entrar, claro.

Gracias por tan amable visita, y si acabas montando la expedición a Hissarlik, cuenta conmigo que me apunto.

Santiago dijo...

Llego tarde (cosas de picotear a deshoras) a esta sabrosa entrada y paradisíaca receta, pero me he quedado, Crista, con una duda: ¿qué se puede pensar de los países o las culturas en que no hay visillos o los visillos no ocultan, sino que, como mucho, adornan las ventanas? Esa falta de pudor de ver y de que a uno le vean, ¿a qué responderá? Dicen los holandeses que ellos no tienen nada que ocultar, y quieren ver lo que pasa por delante de su casa, pero esa idea tan calvinista a mí me causa horror, no concibo que uno se exhiba a los ojos de los demás como si los demás fueran los ojos de Dios, o que no se matice lo que llega de fuera y se le deje entrar en casa sin cortapisas. En Holanda se inventó "El gran hermano", por algo será. ¿Cómo será el paraíso holandés? La desnudez satisfecha, supongo.

Cristina Brackelmanns dijo...

Sabrosísimo comentario, más que la tarta, el tuyo, Santiago. Así que los visillos tienen que ver hasta con la religión. El calvinismo y la falta de intimidad... qué bárbaro...
Se me hace extrañísimo, sabía de los escaparates eróticos, pero no que la buena gente calvinista viviera expuesta. Entendería que fuera por hambre de luz, pero ¿ni siquiera esos visillos de media ventana, tan de Alemania (que además dejan entrar ese haz oblicuo tan bonito), que al menos guardan la interioridad hasta la altura de las cabezas? ¿Ni siquiera cristales emplomados como los de las pinturas holandesas?
Qué curioso, claro, los interiores holandeses, tan privados y tan expuestos... Y el gran Hermano, que tampoco sabía que se hubiera inventado en Holanda, qué interesante, qué interesante...

Muchas gracias, Santiago, y da besos a los moradores de tu interior.