14 abril 2010

Creados cada día

-
"Así como el que no tiene idea de la gracia no la tiene tampoco del cristianismo, el que no tiene noticia de la providencia de Dios está en la ignorancia más completa de todas las cosas. La providencia, tomada en su acepción mas general, es el cuidado que tiene el Criador de todas las cosas creadas. Las cosas existieron porque Dios las crió; pero no existen sino porque Dios cuida de ellas por medio de un cuidado continuo que viene a ser una creación incesante. Las cosas que antes de que fueran no tuvieron en sí razón de ser, no tienen en sí razón de subsistir después de que fueron. (...)

Corren las fuentes porque Dios las manda correr con un mandamiento actual, y las manda correr porque hoy, como en el día de su creación, ve que es bueno que corran; fructifican los arboles porque Dios les manda fructificar con un actual mandamiento, y les da este mandamiento porque hoy, como en el día de su creación, ve que es bueno que los árboles fructifiquen. (...)
-
Considerando las cosas desde esta altura, se ve claro que de la misma manera depende de Dios lo que es natural, que lo que es sobrenatural y lo que es milagroso. Lo milagroso, lo sobrenatural y lo natural son fenómenos idénticos sustancialmente entre sí por razón de su origen, que es la voluntad de Dios; voluntad que, siendo actual en todos ellos, es en todos eterna. Dios quiso eterna y actualmente la resurrección de Lázaro, como quiere eterna y actualmente que los árboles fructifiquen; y los árboles no tienen una razón más independiente de la voluntad divina para fructificar que Lázaro para salir después de muerto del sepulcro. La diferencia de estos fenómenos no está en su esencia, puesto que uno y otro dependen de la voluntad divina, sino en el modo, porque en los dos casos la divina voluntad se ejecuta y se cumple por dos diferentes maneras ... Una de estas dos maneras se llama y es natural, y la otra se llama y es milagrosa. Los hombres llamamos naturales a los prodigios diarios, y milagrosos a los prodigios intermitentes. (...)

Volviendo a anudar, para concluir, el hilo de este discurso, diré que la providencia viene a ser una gracia general, en virtud de la cual Dios mantiene en su ser y gobierna según su consejo todo lo que existe, así como la gracia viene a ser a manera de una providencia especial, con la que Dios tiene cuidado del hombre. El dogma de la providencia y el de la gracia nos revelan la existencia de un mundo sobrenatural en donde residen sustancialmente la razón y las causas de todo lo que vemos; sin la luz que viene de allí, todo es tinieblas; sin la explicación que está allí, todo es inexplicable... Lo sobrenatural está sobre nosotros, fuera de nosotros, dentro de nosotros mismos. Lo sobrenatural circunda lo natural y lo penetra por todos sus poros (...) En vano aspiraréis a explicar al hombre sin la gracia y a la sociedad sin la providencia.

Juan Donoso Cortés, Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Libro Primero, Capítulo VI.

8 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

El texto es extraordinario sin más comparaciones, pero como hoy tengo el día chestertónico, ¿cómo no pasmarme ante las coincidencia de planteamiento con el capítulo titulado, creo, "En el país de las hadas" de Ortodoxia?

Retablo de la Vida Antigua dijo...

El asombro ante el mundo.

Lo cotidiano como milagro.

¿Podría haber sido Donoso uno de esos personajes que aparecen, de espaldas, en los paisajes de Caspar David Friedrich?.

Cristina Brackelmanns dijo...

Tendré que meterme de una vez con Ortodoxia, está claro.

Coincidencia de planteamiento y seguro que de descubrimiento. El de la providencia siempre produce asombro, maravilla y gratitud.

Muchas gracias, Enrique, qué buenos estos días chestertónicos antes de tu inminente delgadez.

Cristina Brackelmanns dijo...

Bonita imagen, Sr. Gómez de Lesaca, el caminante ante la belleza y el misterio del mundo (y volvemos al aire alemán y S.XIX de Donoso Cortés), pero más que con la levita romántica y de espaldas ante un paisaje, yo me lo veo con la única camisa que le quedó después de regalar toda su ropa a los pobres, y dejándose el pellejo en las tribunas y redacciones para llevar un poco de luz a su mundo revuelto y cada vez más inhumano.

De todos modos, Donoso era un hombre viajado y sensible, seguramente también disfrutaría de la belleza de la Creación y los paisajes imponentes, cómo no. Y buena planta, como los personajes de Friedrich, debía de tenerla toda, es sólo que, de reducirlo a una estampa, no acabo de ver del todo que ésa fuera la suya.

Muchas gracias por su visita y por la sugerencia, Sr. Gómez de Lesaca. Con Donoso o sin Donoso, qué grande es C.D.Friedrich.

marinero dijo...

La idea de que un no creyente, que en cuanto tal, imagino, puede decirse que "no tiene noticia de la providencia de Dios" está, sin más "en la ignorancia más completa de todas las cosas", ¿no es un poco -o más bien un muchísimo- exagerada? Porque hay una buena cantidad de no creyentes que, a pesar de esa condición, dieron pruebas sobradas de una inteligencia y hondura de espíritu que muchos creyentes ya quisieran para sí.

Cristina Brackelmanns dijo...

Desde luego, marinero, muchísimo más inteligentes, pero no saben algo que sí saben esos otros simples.
Y, por alguna razón, siempre que alguien de esa condición increyente, inteligente y honda, a la que el mismo Donoso perteneció, se abre a la fe y a la experiencia de la gracia y la providencia, encuentra que su interpretación de la realidad y del cómo funcionan las cosas estaba coja de unas cuantas patas.
Si entiendes que lo que quiere decir es que les falta la clave de interpretación de las muchísimas cosas que con inteligencia y hondura pueden llegar a conocerse, y que esa clave la da la fe, puedes estar de acuerdo o no estarlo, pero ya no parece tan exagerado ¿no?

Muchas gracias por tu lectura y tu comentario, marinero.

marinero dijo...

Gracias por las gracias, desde luego inmerecidas. Sigo creyendo, con todo, que la afirmación de Donoso ("en la ignorancia más completa de todas las cosas") es, a la letra, desafortunada; cosa distinta es que hubiera dicho, como tú das a entender, que en su opinión les falta un punto de vista decisivamente revelador sobre la realidad. Esta segunda afirmación puede ser discutible -muchos no creyentes no la aceptarían-, pero no excluyente ni soberbia; la primera en cambio corre el riesgo, me parece, de ser ambas cosas.

Cristina Brackelmanns dijo...

Puedes verlo de otro modo. El que encuentra un tesoro y lo enseña para compartir su alegría, está feliz, agradecido y que se sale... Esa manera de hablar es su manera de compartir, no de excluir. Y en cuanto a la soberbia, no cabe en lo que uno no se debe. Encontrarse un tesoro y salir a decir: "oigan, que aquí hay un yacimiento", sabiendo además que habrá quienes digan "este tío es tonto", a mí no me parece que sea precisamente un rasgo de soberbia.
Gracias de nuevo, que por supuesto que se merecen.